martes, 7 de diciembre de 2010

Neurofilosofía

[Neurofilosofía es] comprender que ya no se puede pensar o elaborar, como en otros tiempos, un sistema de pensamiento, un constructo filosófico sistemático sobre el hombre - o una propuesta filosófica como lo llamaría Eugenio Trías-, sobre lo que quiere decir la percepción, el aprendizaje y la memoria, la mente y la conciencia, y junto a ello, la emoción y los sentimientos y más allá, la ética, la moralidad, las toma de decisiones, el yo y el libre albedrío, e incluso las concepciones místicas y el mismo Dios, sin conocer lo que hoy está diciendo la ciencia del cerebro, órgano último de donde arranca y a través del cual se elabora todo pensamiento.

Pág. 48 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

Nuestra somera revisión de la neuroanatomía y la dinámica neuronal indica que el cerebro posee características especiales de organización y funcionamiento que no parecen ser coherentes con la idea de que siga una serie de instrucciones(...). Sabemos que el cerebor está interconectado de una manera ningún ingenio puede igualar. Para empezar, los billones de conexiones del cerebro no son exactos: Si nos preguntamos si las conexiones de dos cerebros del mismo tamaño son idénticas, como lo son las conexiones de dos procesadores del mismo tipo y fabricante, la respuesta es no.
(...)
Otro de los principio organizativos que emergen de la imagen que estamos construyendo es que en cada cerebro, las consecuencias del historial de desarrollo y del historial experiencial quedan marcados de forma única. (...). La variabilidad individual que se sigue no es simplemente ruido o error, sino que puede afectar al modo en que recordamos cosas y eventos.(...)
(...)
Si comparamos las señales que recibe un cerebro con las que recibe una computador, descubriremos (...). [que] En primer lugar, es obvio que el mundo no se presenta ante el cerebro como una cinta magnética (...) La capacidad del sistema nervioso para realizar la categorización perceptual (...) creemos que surge de la selección de ciertos patrones distribuidos de actividad neuronal durante la interacción del cerebro con el cuerpo y el entorno.
(...) el cerebro contiene un conjunto especial de (...) valores que informan a todo el sistema nervioso del acaecimiento de un evento destacado y que influyen en la fuerza de las conexiones sinápticas. (...)
Por último, si consideramos la dinámica neuronal (el modo en que los patrones de actividad del cerebro cambian con el tiempo), la caracerística es especial más sorprendente (...) es el proceso que llamamos reentrada, (...). La reentrada (...). Es el intercambio recursivo y continuo de señales paralelas entre áreas del cerebro con conexiones recíprocas, (...). A diferencia de la reacción o realimentación, en este intercambio participan numerosas vías paralelas y no dispone de instrucciones específicas de corrección de error, sino que altera eventos selectivos y correlaciones de señales entre áreas y es esencial para la sincronización y coordinación de las funciones mutuas de las áreas.
(...) la reentrada permite una unidad de percepción y comportamiento que de otro modo sería imposible, puesto que el cerebro ni posee un procesador central único, al estilo de las computadoras, con instrucciones detalladas, ni dispone de algoritmos de cálculo para la coordinación de áreas funcionalmente segregadas.
Si nos pidiera que fuéramos más allá de lo que es simplemente especialdel cerebro y nombráramos una característica única de los cerebros superiores, elegiríamos la reentrada. No existe en el universo ningún otro objetamente completamente distinguido por sus circuitos de reentrada como el cerebro humano. Aunque el cerebro se asemeja algo a una gran entidad ecológica, como una una jungla, en ningún ecosistema, por complejo que sea, se presenta nada ni remotamente parecido(...)
(...)no es fácil encontrar una metáfora (...) Probemos esta: Imagina un peculiar (...) cuarteto de cuerda en el que cada intérprete responde con improvisaciones a las ideas e inspiraciones propias, así como a todo tipo de señales sensoriales procedentes de su entorno. Como no hay partitura, cada intérprete tocará su propia melodía, (...). Imaginemos ahora que los cuerpos de los intérpretes están conectados entre sí por medio de multitud de fibras finísimas de tal modo que sus acciones y movimientos son transmitidos rápidamente en todas direcciones por mediación de señales (...) que sincronizan simultáneamente las acciones de todos los intérpretes. Unas señales que conectaran instantáneamente a los cuatro intérpretes tendrían como resultado una correlación de sus sonidos, de manera que de la actuación independiente de cada uno (...) emergería una serie de sonidos más cohesiva e integrada. Este proceso correlativo alteraría asimismo la siguiente acción de cada uno de los intérpretes, y el proceso se volvería a repetir pero con el resultado de una melodía todavía más integrada. Aunque ningún director estuviera dirigiendo o coordinando el cuarteto (...), la producción global de los intérpretes tendería a ser más integrada y coordinada, y esta integración conduciría a una forma de música mutuamente coherente que ninguno de los intérpretes lograría producir por separado.


Hoy los neurobiólogos pensamos que el conocimiento del que logramos alcanzar, es el obtenido con la elaboración inconsciente que hace el cerebro de los estímulos que recibe del mundo externo.

En realidad, es el cerebro el que elabora y construye lo que vemos y brinda ese trabajo a la consciencia, y es entonces cuando el hombre percibe todo cuanto le rodea.

Pág. 47 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

La visión más popular y corriente hoy día considera al sistema nervioso como un instrumento mediante el cual el organismo obtiene la información del ambiente que luego utiliza para construir una representación del mundo que le permite computar una conducta adecuada a su sobrevivir en él. Esta visión exige que el medio especifique en el sistema nervioso las características que le son propias, y que éste las utilice en la generación de la conducta tal como nosotros usamos un mapa para trazar una ruta.

Sin embargo, sabemos que el sistema nervioso como parte de un organismo opera con determinación estructural y, por lo tanto, que la estructura del medio no puede especificar sus cambios, sino sólo gatillarlos. Aunque nosotros como observadores, por tener acceso tanto al sistema nervioso como a la estructura del medio en que éste está, podemos describir la conducta del organismo como si surgiera del operar de su sistema nervioso con representaciones del medio, o como expresiones de alguna intencionalidad en la persecución de una meta, estas descripciones no reflejan el operar del sistema nervioso mismo y sólo tienen un carácter de utilidad comunicativa para nosotros los observadores, y no un valor científico.

(...) Nos encontramos, pues, con una gran dificultad y resistencia, porque nos parece que la única alternativa a la visión del sistema nervioso como operando con representaciones es el caso de la negación de la realidad circundante. En efecto, si el sistema nervioso no opera -y no puede operar- con una representación del mundo circundante, ¿cómo surgen entonces la extraordinaria efectividad operacional del hombre y los animales, y su enorme capacidad de aprendizaje y manipulación del mundo? Si negamos la objetividad del mundo cognoscible, ¿no quedamos acaso en el caos de la total arbitrariedad porque todo es posible?

Esto es como caminar al filo de una navaja.

Hacia un lado hay una trampa: la imposibilidad de comprender el fenómeno cognoscitivo si asumimos un mundo de objetos que nos informa porque no hay un mecanismo que de hecho permita tal "información".

Hacia el otro lado, otra trampa: el caos y la arbitrariedad de la ausencia de lo objetivo, donde cualquier cosa parece posible. Tenemos que aprender a caminar sobre la línea media, en el mismo filo de la navaja.

En efecto, por un lado tenemos la trampa de suponer que el sistema nervioso opera con representaciones del mundo. Y es una trampa porque nos ciega ante la posibilidad de dar cuenta de cómo funciona el sistema nervioso en su operar momento a momento como sistema determinado con clausura operacional(...)

Por el otro lado, tenemos la otra trampa, la de negar el medio circundante, la de suponer que el sistema nervioso funciona completamente en el vacío, donde todo vale y todo es posible.

Es el extremo absoluto de la absoluta soledad cognoscitiva o solipsismo (...). Y es una trampa porque no nos permite explicar cómo hay una adecuación o conmensurabilidad entre el operar del organismo y su mundo.

Ahora estos dos extremos o trampas han existido desde los primeros intentos de comprender el fenómeno del conocer, aún en sus raíces más clásicas. Hoy día, predomina el extremo representacional; en otros tiempos, ha predominado la visión descubrir por experiencia directa (más allá del mero entendimiento intelectual) que los objetos y fenómenos (incluido su yo propio) no existen exactamente de la manera que se cree, sino que solo son representaciones mentales.

Nosotros queremos proponer ahora cómo cortar este aparente nudo gordiano y encontrar una manera natural de evitar estos dos abismos en el filo de la navaja. (...) La solución es la de mantener una clara contabilidad lógica. Esto equivale a no perder nunca de vista aquello que dijimos desde un comienzo: todo lo dicho es dicho por alguien. La solución, como todas las soluciones de aparentes contradicciones, consiste en salirse del plano de la oposición y cambiar la naturaleza de la pregunta pasando a un contexto más abarcador.

La situación es en realidad simple. Como observadores, podemos ver una unidad en dominios diferentes, según sean las distinciones que realicemos. Así, por un lado, podemos considerar a un sistema en el dominio del operar de sus componentes, en el dominio de sus estados internos y sus cambios estructurales. Desde este operar, para la dinámica interna del sistema, el ambiente no existe, es irrelevante.

Por otro lado, también podemos considerar a una unidad en sus interacciones con el medio y describir su historia de interacciones en él. Para esta perspectiva en la que el observador puede establecer relaciones entre ciertas características del medio y la conducta de la unidad, la dinámica interna de ésta es irrelevante.

Ninguno de estos dos posibles dominios de descripción es problemático en sí, y ambos son necesarios para satisfacer nuestro sentido de cabal entendimiento de una unidad. Es el observador quien desde su perspectiva externa los correlaciona; es él quien reconoce que la estructura del sistema determina sus interacciones al especificar qué configuraciones del medio pueden gatillar en él cambios estructurales; es él quien reconoce que el medio no especifica o instruye los cambios estructurales del sistema.

El problema comienza cuando nos cambiamos, sin notarlo, de un dominio al otro, y empezamos a exigir que las correspondencias que nosotros podemos establecer entre ellos, porque podemos ver estos dos dominios simultáneamente, entren de hecho en el operar de la unidad, organismo y sistema nervioso en este caso.

Al mantener limpia nuestra contabilidad lógica, esta complicación se disipa, nos hacemos cargo de estas dos perspectivas y las relacionamos en un dominio más abarcador que nosotros establecemos. Así no necesitamos recurrir a las representaciones, ni necesitamos negar que el sistema opera en un medio que le es conmensurable como resultado de su historia de acoplamiento estructural.

Maturana y Varela en su libro El árbol del conocimiento, página 87.

Lo que trato de decir es que muy probablemente la realidad del mundo fuera de nosotros los humanos no es copia fidedigna del mundo que existe fuera del cerebro. (...)

Pág. 50 del libro Neurocultura

Es famosa la historia de gagavai que nos cuenta Quine, de la que voya a dar una versión libre.

Un explorador que no sabe nada de la lengua indígena le señala al nativo un conejo que cruza por la hierba, y este reacciona exclamando gagavai. ¿Quiere decir que tal vez para el nativo gagavai significa "conejo"? No se sabe, podría significar animal o conejo que corre. No está mal, se vuelve a hacer la prueba mientras pasa un perro, o cuando el conejo está parado. ¿Y si el nativo hubiese querido decir con gagavai que está viendo cómo la hierba se agita al paso de un animal? ¿O que ante sus ojos se estaba produciendo un hecho espaciotemporal? ¿O que le gustaban los conejos?

Moraleja: el explorador sólo puede plantear hipótesis y elaborar su propio manual de traducción, que quizá no es mejor que otro (lo importante es que tenga cierta coherencia)

De modo que el buen ilustrado cuestionará cualquier posible manual de traducción, pero no podrá negar que el indígena dijo gavagai, y que no lo dijo mirando al cielo, sino precisamente mientras dirigía la vista al espacio donde al explorador le pareció ver un conejo

Umberto Eco en su libro A paso de cangrejo, concretamente en la pág.89

Lo que sí sabemos es que el conocimiento del mundo que logramos alcanzar los seres humanos es mundo real, sí, pero en tanto que mundo real humano. La realidad objetiva, física y fría que hay delante de nosotros, ese árbol o ese caballo con sus formas y colores, su tacto y olor es realidad en tanto que realidad humana percibida por el cerebro humano.

Pág. 50 del libro Neurocultura

Yo puedo observar la conducta verbal de los aborígenes, y puedo traducir sus palabras a las del castellano, pero esto lo haré acomodando su conducta a mi propia visión del mundo.

Entonces, cuando preguntamos: ¿A qué se refieren los aborígenes cuando dicen “gavagai”?, nosotros podemos contestar “conejo”, pero con esto no hemos hecho sino explicar la referencia de “gavagai” poniendo el castellano como lenguaje de fondo (y no poniendo la realidad misma). Podemos hablar de la referencia del lenguaje aborigen, pero sólo podremos hacerlo en términos relativos a nuestro propio lenguaje, y nunca en términos absolutos.

Decimos que “gavagai” significa “conejo”: nuestro lenguaje —el castellano— está presente en el escrutinio de la referencia de “gavagai”. Cuando pregunto por la referencia de los términos del aborigen, ciertamente, debería estar preguntando por ciertos objetos, pero en mi respuesta no me las veo con los objetos, sino con el castellano.

En efecto, lo que está en juego es la ontología subyacente a cada lenguaje. En verdad, la indeterminación de la traducción implica que no podemos saber realmente en qué consiste la ontología del lenguaje aborigen, pues nosotros siempre la hacemos coincidir con la nuestra. Y es que no puede ser de otra manera. Si al escrutar la referencia de los términos de un lenguaje aborigen debo valerme de mi observación de sus conductas y del entorno, está claro que mi observación está mediada por el lenguaje concreto con el que yo hago mis figuras —en mi caso, el castellano—, y así siempre intentaré acomodar la conducta verbal de los aborígenes a la ontología que yo soy capaz de determinar, pues no puedo salir de ella.

Aquí inciden tanto la inescrutabilidad de la referencia como el relativismo ontológico en el contexto de la traducción radical: no podemos escrutar la referencia en términos absolutos, sino sólo en términos relativos a un lenguaje que ponemos de fondo.


Incluso la concepción misma del átomo, obtenida a través del método científico, es realidad física y objetiva, sí, pero no necesariamente la única posible.

Pág. 53 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

El constructivismo radical es desvergonzadamente instrumentalista (...) y esto debe ofender a los defensores del aforismo "La Verdad por la Verdad misma". Por consiguiente, lo desechan como materialismo barato. Pero esto, nuevamente es inapropiado.

El instrumentalismo característico del constructivismo no debe ser equiparado con el materialismo. El segundo principio listado más arriba afirma que la función de la actividad cognitiva es adaptativa.

Para los biólogos, por supuesto, la búsqueda de la viabilidad concierne al ajuste con el ambiente externo. Para el constructivista, cuyo interés se concentra exclusivamente en el dominio cognitivo en el cual no hay acceso a un ambiente externo, la viabilidad y la adecuación son siempre relativos al mundo experiencial del sujeto cognoscente.

Este cambio de significado fue explicado y demostrado por el biólogo Jakob von Uexkül (1933). En un encantador libro (...) mostró que todos los organismo vivientes crean para sí mismo dos ambientes coordinados: un amiente de acciones (...) y un ambiente de percepciones (...). Ambos ambientes son necesariamente subjetivos, porque el primero depende de la capacidad particular de acción del organismo y el segundo del alcance del equipamiento sensorial del mismo.

Von Glasserfeld, el que bautizó -creo- el constructivismo radical, en la pág.44 de libro Construcciones de la experiencia humana

El mundo que vemos es un mundo concebido a través de la construcción hecha a partir de estímulos físicos por una maquinaria que es nuestro cerebro.

Pág. 53 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

Imaginemos a un sujeto que ha vivido toda su vida en un submarino y que, no habiendo jamás salido de él, ha recibido un entrenamiento perfecto de cómo manejarlo. Ahora, nosotros estamos en la playa y vemos que el submarino se acerca y emerge grácilmente a la superficie. Entonces, tomamos la radio y decimos al piloto interior:

"Felicitaciones, has evitado los escollos y emergido con gran elegancia; las maniobras del submarino te resultaron perfectas"

Nuestro amigo del interior, sin embargo, se desconcierta:

"¿Qué es eso de escollos y de emerger? Todo lo que yo hice fue mover palancas y girar perillas y establecer ciertas relaciones entre indicadores al accionar las palancas y las perillas, en una secuencia prescrita de acuerdo con mi modo acostumbrado. Yo no he realizado maniobra alguna, y que, además, me hables de un submarino, me parece casi una burla.

Para el hombre en el interior del submarino, sólo existen lecturas de los indicadores, sus transiciones, y las maneras de obtener ciertas relaciones específicas entre ellas. Sólo para nosotros afuera, que vemos cómo cambian las relaciones entre el submarino y su ambiente, existe la conducta del submarino, y ésta puede aparecer más o menos adecuada según las consecuencias que tenga.

Si hemos de mantener la contabilidad lógica, no debemos confundir el operar del submarino mismo, su dinámica de estados, con sus desplazamientos y cambios de posición en el medio. La dinámica de estados del submarino con su piloto que no conoce el mundo exterior, nunca ocurre en un operar con representaciones del mundo que el observador externo ve: no involucra ni "playas", ni "escollos", ni "superficie", sino sólo correlaciones entre indicadores dentro de ciertos límites. Entidades como playas, escollos o superficies son válidas únicamente para un observador externo, no para el submarino ni para el piloto que opera como componente de él.

Lo que es válido para el submarino en esta analogía es también válido para todos los sistemas vivos: para el sapito con ojo rotado, para la niña-lobo y para cada uno de nosotros los seres humanos

Maturana y Varela en su libro El árbol del conocimiento, página 87.

En esto no hay desafío posible a la ciencia. La flor o el caballo que vemos y el átomo que alcanzamos a conocer a través del método científico son reales, pues para el ser humano no hay otra realidad porque tenemos el cerebro que tenemos y no otro.

Pág. 53 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

Los dos proyectos que he indicado (un vocabulario infinito para la serie natural de los números, un inútil catálogo mental de todas las imágenes del recuerdo)son insensatos, pero revelan cierta balbuciente grandeza. Nos dejan vislumbrar o inferír el vertiginoso mundo de Funes [el Memorioso]. Éste, no lo olvidemos, era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez.


Refiere Swift que el emperador de Lilliput discernía el movimiento del minutero; Funes discernía continuamente los tranquilos avances de la corrupción, de las caries, de la fatiga. Notaba los progresos de la muerte, de la humedad.
(...)
Le era muy difícil dormir. Dormir es distraerse del mundo; Funes, de espaldas en el catre, en la sombra, se figuraba cada grieta y cada moldura de las casas precisas que lo rodeaban. (Repito que el menos importante de sus recuerdos era más minucioso y más vivo que nuestra percepción de un goce físico o de un tormento físico.) Hacia el Este, en un trecho no amanzanado, había casas nuevas, desconocidas. Funes las imaginaba negras, compactas, hechas de tiniebla homogénea; en esa dirección volvía la cara para dormir. También solía imaginarse en el fondo del río, mecido y anulado por la corriente.
(...)
Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.

Jorge Luis Borges en el magnífico cuento titulado Funes, El Memorioso

Asimismo la progresión en nuestro conocimiento del mundo y el de nuestra propia supervivencia, a la cual sirve ese conocimiento, va de la mano de la experimentación científica y de la aplicación del método científico; es decir, observación, experimentación e hipótesis, modo único de atacar el conocimiento que comenzó con el empirismo. No existe otro camino.

Pág. 53 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

En lugar de aspirar al descubrimiento de lo que es realmente una cosa y definir su verdadera naturaleza, el nominalismo metodológico procura describir cómo se comporta un objeto en diversas circunstancias y, especialmente, si se observan irregularidades en su conducta.

En otras palabras, el nominalismo metodológico cree ver el objetivo de la ciencia en la descripción de los objetos y sucesos de nuestra experiencia y en la "explicación" de estos hechos, esto es, su descripción con ayuda de leyes universales. Y ve en nuestro lenguaje, especialmente en aquellas de sus reglas que diferencian las oraciones adecuadamente construidas y las inferencias de un simple cúmulo de palabras, el gran instrumento de la descripción científica; no considera, pues, a las palabras, nombres de las esencias, sino más bien herramientas subsidiarias para su tarea.

El nominalista metodológico jamás considerará que una pregunta tal como "¿qué es la energía?", "¿qué es el movimiento?" o "¿qué es un átomo?" constituye una cuestión importante para la física; le atribuirá suma importancia, en cambio, a las preguntas de este tipo: "¿cómo puede aprovecharse la energía solar?", "¿cómo se mueve un planeta?", "¿en qué condiciones irradia luz un átomo?", etc. Y aquellos filosófos que sostienen que antes de haber contestado el "qué es" no puede pretenderse responder a los "cómo", les responderá simplementee que prefiere el modesto grado de exactitud que le proporcionan sus métodos a la pretenciosa confusión en que ellos han incurrido con los suyos

Popper en el libro La sociedad abiert, pág.47


Y sólo hay que leer y repasar con deleite el Tratado sobre la naturaleza humana, de David Hume. Decía Ortega y Gasset:
La teoría, el pensamiento humano, no descubre el Universo, sino que lo construye.
También en esta línea de pensamiento se movía Julian Huxley cuando indicó que:
La ciencia no es meramente un descubrimiento de hechos prexistentes, es también, y más importante, la creación de algo nuevo. La leyes que emergen de la ciencia no son algo que existía desde la eternidad en su propia esencia o en la mente de Dios, esperando ser descubiertas por el hombre: simplemente no existirían antes que el hombre de la ciencia las formulara. Lo mismo es cierto para los conceptos científicos como el átomo o el potencial eléctrico o la evolución. Las leyes científicas y los conceptos afines son creaciones organizadas de la mente humana.
Pág. 53 del libro Neurocultura, de Francisco Mora

7 comentarios:

El Perpetrador dijo...

Apabullante selección de citas. Muy útil para hacerse una idea bastante completa del asunto.

El último fragmento me parece de los más impresionantes. Si las leyes científicas que el cerebro descubre son siempre meras aproximaciones, ¿entonces no existe potencialmente un modelo plenamente adecuado a la realidad física? Es decir, ¿no puede existir una situación ideal definitiva para una ciencia? ¿Y por qué no? ¿No implica esto asumir unos substratos metafísicos que escapan al mundo cuantificable de la experiencia? Me inspira mucha curiosidad esta cuestión aunque no sé pronunciarme.

Joaquín dijo...

Con carácter preliminar... El término neurofilosofía me parece un pleonasmo, tanto como hablar de automoción mecánica.

No creo que haya habido ningún filósofo, ni entre los antiguos ni entre los modernos, que no fuesen conscientes del sustrato físico de la mente y la conciencia.

Ese no es el verdadero problema, sino explicarnos (si es que puede explicarse) la extrañeza de los fenómenos mentales, respecto de los físicos.

Los neurólogos (no los neurofilósofos) han adquirido un conocimiento más preciso y afinado del funcionamiento de la "mecánica" de la mente.

Pero, en cuanto a la pregunta fundamental (¿eso es todo?) creo que no hemos avanzado ni una pulgada más desde los tiempos de Platón y Aristóteles. Esto puede servir de pista para comprender, tal vez, que hemos llegado a un límite del conocimiento.

Héctor Meda dijo...

El Perpetrador,

A mi esta cuestión de los sucesivos mapeos de la realidad me recuerda al hecho descubierto recientemente de que para registrar el recorrido de una línea costera se necesitan mapas de escala fraccionario puesto que dicha línea costera es fractal. Pues bien, mutatis mutandi, la ciencia es un mapeo de la realidad que puede precisar sucesivamente sus valores a la manera de un mayor zoom pero teniendo una escala entera y no fraccionaria puesto que así está hecha nuestra cabeza, la realidad auténtica se escapa de una forma cualitativa y quedará siempre simplificada en nuestras descripiciones

Joaquin,

No creo que avance la neurofilosofía respecto al giro copernicano de Kant, es más, es ese mismo giro pero ahora más empíricamente informado (v.gr: el determinismo estructural de nuestro sistema nervioso tiene sus consecuencias). Ahora, no te compro la idea de que desde Platón no ha habido avances o cambios en la filosofía. Kant o Wittgenstein tiene mucho que decirle a los griegos

José Luis Ferreira dijo...

Hoy me quedo con la cita de Popper. La cita de Huxley es acertada si se entiende que los modelos son inventados, pero no arbitrarios.

Saludos.

El Perpetrador dijo...

la ciencia es un mapeo de la realidad que puede precisar sucesivamente sus valores a la manera de un mayor zoom pero teniendo una escala entera y no fraccionaria puesto que así está hecha nuestra cabeza, la realidad auténtica se escapa de una forma cualitativa y quedará siempre simplificada en nuestras descripiciones.

¿Y no supone esto en el fondo una ley suprema que ya se ha hallado? Es decir, si reconocemos que la realidad es inaprehensible, ya la hemos alcanzado en cierto modo, al igual que uno sabe que hay una persona en su casa cuando oye una voz.

Además la valoración de inaprehensibilidad, siendo inductiva, se convierte en el fondo en una poderosa intuición. No digo que no sea cierta sino que, para más inri, se trata de una aprehensión quintaesencial con métodos que escapan a los medios habitualmente científicos.

Héctor Meda dijo...

Ferreira,

Efectivamente. Es cuestión de recreación, no de innovación

El Perpetrador,

Lo relevante en tal caso es que como no ha lugar un mapa perfecto cuyo monopolio epistemológico sea cuestionable siempre cabe un mayor detallismo y, lo que es más importante, la concurrencia complementaria de otros mapas para cuyo concurso sólo se necesita del cumplimiento del único legítim criterio de validación, a saber: el pragmático (recordemos que no otra cosa logra el sistema cognitivo nuestro)

Joaquín dijo...

Platón vs. Kant...

Así, a ojo, Kant, respecto de Platón, ha ganado en precisión, lo que ha perdido en amplitud.

Parece que es un problema de graduación de la óptica, justamente la que consiente la versatilidad de la mente.

Esa intuición de que todos los hombres somos o aristotélicos o platónicos, tiene que ver con los temperamentos mentales (expresión que no sé cómo debe traducirse en términos neurofilosóficos).