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Mostrando entradas de julio, 2010

Fin de partida

Después de -curiosamente- otras ciento veinte entradas, llega otra vez el final de partida de curso blogosgérico. La verdad es que la última serie de entradas me hacen sentir como alguien que comete fraude porque sé que el público que tengo quiere filosofía hard y nada de diletantes ficciones así que he decidido permitir la desanexión antes que la abscésis acabe siendo tumefacta. He aquí un nuevo blog: Sequenzas que nace por lo menos por dos razones: 1) Para dar cabida a una serie de anotaciones literarias, estéticas, diletantes, en suma, esótericas y 2) porque la naturaleza de este nuevo blog me hará imposible el a veces vertiginoso ritmo de publicación que llevaba en éste y con ello podré tal vez dar menos espacio vital a un marginal y del todo virtual espacio de reflexión que tiempo ha se me antojaba estéril y repetitivo.

extraños parecidos

...y entra en pregonera estampida hablando por el móvil, simple excusa, me temo, para llamar la atención y, efectivamente, importuna a un cliente sentado en un mesa pero porque sólo quiero, mi vida, dejar las bolsas de la compra aquí, nada más, y para cuando ha entrado gritando en el wáter, rozándome y pegándome en ese roce, yo ya estoy asqueado de su estresante presencia, la de ella y la de todas esas cotorras parlantes incapaces de sumergirse entre la gente sin perturbar el anestesiante fluir dócil de mis zozobras y, bueno, no tardará ni medio minuto en, a la vuelta de los servicios, importunar a otro cliente, sentándose en donde un viejo incapacitado, tartamudo por lo que se le oye en su conversación con ella, que es a viva voz, y que tiene otras taras de inválido por todo acompañante, peaje, al parecer, de una trombosis justito superada y hete aquí, que la pava no ha ganado menos debes al destino, claro, y resulta que también muy sufrida, sí, que viuda, se escucha, que su marido tu...

Semblanza de un monstruo

Me fascinan, no lo voy a negar, esas duras infancias que a ojos de la mayoría tanto contextualizan sino justifican las felonías postreras de aquellas víctimas impúberes. En tales casos, y a modo de paradigma, no puedo evitar recordar la niñez de un personaje singular que tuvo también complicadas circunstancias como las que paso a anotar. Si bien vivió en el s.XIX, tenemos redundante constancia de sus acciones, de sus vivencias, de sus ambiciones y, de este modo, sin ir más lejos, sabemos, gracias al diario de la hija del panadero de su familia, que desde muy pequeñito recibió una dura educación por parte de un padre deseoso de que su hijo fuera un gran músico -becerro de oro de por aquel entonces-, por lo que éste, cuando apenas siete añitos, era atado a un piano para que ahorrara técnica y lograse así pagar en el futuro a la hetaira gloria. Con tal biografía no debiera extrañarnos que pasados los años sufriera las burlas de los niños por llevar un abrigo abotonado hasta el cuello en p...

El pez de colores

Mi abuelo me contó en cierta ocasión cómo de pequeño se quedó maravillado de los peces que había en el río de su pueblucho. Uno, en especial, de colores chillones, vivos, variados, que nadaba feliz, ignorante de todo estrés, de toda obligación, pero, ay, pescarlo resultaba una odisea porque era cogerlo con la mano y de puro rápido y mojado se te escapaba de los deditos de las manos, así que cuando alcanzó por fin a aquel maravilloso pececito, lo hizo con tanta temerosa fuerza que el animal terminó con los ojos saliéndose de sus cuencas, las entrañas erupcionando de sus carnes, todo él pura argamasa informe de espinas, vísceras, escamas y sueños; y mi abuelo, que volvió del frente con cicatrices, algunas visibles, otras no, justo a tiempo para la boda de la mujer a la que estérilmente había sonsacado una promesa de amor antes de la contienda civil; y mi abuelo, que a base de cinturones, gritos y amenazas, intentó en vano que sus hijos se hicieran doctos y licenciados; y mi abuelo, que d...

El animal que sabía demasiado

José Ferrater Mora y Priscilla Cohn, Ética aplicada: del aborto a la violencia, Alianza Editorial, Madrid, 1981, pp. 73-77 ( vía ): Brigid Brophy ha expresado la opinión de que, en la misma medida en que un animal no puede razonar abstractamente, el dolor que sufre puede ser aún mayor que el experimentado por un ser humano. El animal, en efecto, no tiene «otra cosa en qué pensar» (...) Brigid Brophy sugiere la idea de que el dolor puede inundar «la capacidad total de experiencia [de los animales] de un modo que es infrecuente entre nosotros, por cuanto nuestra inteligencia y nuestra imaginación pueden producir huecos en la inmediatez de nuestras sensaciones» (...) Así, aunque es cierto que animales y seres humanos poseen sistemas nerviosos similares, creo que no es adecuado sacar conclusiones respecto a los sufrimientos de un animal a base de nuestras propias experiencias. En otros términos, es muy probable que, al suponer que la conducta de un animal tiene que ser análoga a la propia...

La metamorfosis, según Chuang Zu, según José de la Colina

Franz Kafka soñó que era Gregorio Samsa y no sabía al despertar si era un escarabajo que había soñado ser un literato o un literato que había soñado ser un escarabajo.

¿En qué se diferenciaba un lector de divulgación científica del s.XIX, con su física pre-relativista y pre-cuántica, de un lector ocioso?

Horrocrux

En la película de Harry Potter se presencia un singular hecho fantástico cuando el mago jefe de nombre impronunciable es capaz de sacarse, como si una excreción cualquiera, cierta sustancia viscosa de su cabeza. Lanzada a un mágico cuenco de agua se revela como un recuerdo ahora visible para todos. Acabada la siempre pronta caduca sorpresa, uno serenamente entiende que fuera de la teatral presentación, nada hay de extraordirnario en un recuerdo objetualizado: cuántas veces habremos asociado una relación de pareja anegada con una canción pluviosa, una amistad extinta con una camiseta vetusta, una dulce infancia con una sabrosa magdalena. Lo grostesco entonces es la sensación de observarse a uno mismo como a vuelapájaro, como alguien que fue pero que ya no es, como una antigua adivinanza resuelta pero hoy arcana, como con una familiaridad hermética similar a la tenida con los personajes literarios en los que nos reconocemos a pesar de sabernos diferentes. Toda esta cargante verborrea par...

Una fábula sobre carroñeros

Érase una vez un animal carroñero al que la naturaleza había regalado un don: saber hacer cuentas. De este modo, cuando tenía que entrar a una cueva a robar una presa que habían dejado unos depredadores, él era capaz de si habiendo entrado tres y salido dos entonces saber que quedaba uno; o bien, si habiendo entrado tantos depredadores como habiendo salido, saber que no quedaba nadie en la cueva; o bien, ¡pero en resumen!: era capaz de adivinar cuántos enemigos quedaban en una cueva con sólo haberla vigilado y esto suponía una mejora respecto a sus analfabetos compañeros de manada que siempre y hasta entonces habían entrado a las cuevas en mefistotélica rúbrica con el azar. El problema, al principio, se debió a que, no teniendo modo de comunicarle a sus iguales carroñeros el cómo de sus cálculos, se veía obligado a hacerse obedecer por la mera fe. Pero no tardó mucho la efectividad de sus predicciones en avasallar la terquedad de los escépticos. Se erigió entonces en el líder indiscuti...

Disputatio theologica

A los mongoles les gustaban las competiciones de todo tipo por lo que incluso organizaban debates entre religiones rivales análogos a los combates de lucha. En cierta ocasión, y aprovechando la llegada de unos misioneros cristianos, Mongke Khan ordenó celebrar una discusión ante tres jueces (uno cristiano, uno musulmán, uno budista) que sólo tendría una norma limítrofe: Prohibido pronunciar palabras destempladas. Los debatientes, so pena de ser castigados con la muerte, deberían competir basándose exclusivamenten en sus ideas sin usar ni las armas, ni las amenazas, ni las palabras de nadie a modo de matonil respaldo. Silogimos, pruebas, razonamientos por toda persuasión de ideas. El mal frente al bien, el alma frente a la muerte, Dios frente al diablo, lo divino frente a lo humano: esas cosas refirió, tal vez, la disputa. Pero sucedió que como en los combates de lucha, entre una ronda y otra, los atletas mongoles bebían leche de yegua fermentada; en imitación venerable a este proceder,...

Biografía de un inmortal

Tenía tanto miedo a morir que fue hasta caritativo ver al diablo aprovechar la oportunidad para proponerle un pacto fáustico. Con toda la eternidad por delante, bien podría emprender todos aquellos sueños del tenor que sólo la imaginería infante da alegremente en incoar cuando no recibe la censura serena de la madurez. Así, la gran novela que siempre había querido escribir, por fin logró empezarla pero al tiempo, tuvo que dejarla ya que el acopio homérico de lecturas y reflexiones, experiencias y emociones, en suma, el atesoramiento de materiales que exige tamaña edificación intelectual le empantanaba irremisiblemente en aguas al cabo asfixiantes. Entonces, reculando, decidió afrontar una tarea más humilde pero también harto deseada: filosofar, pero el no menos exigente anhelo de cultivar una vivificante relación de pareja, le convenció con lucidez socrática de que tales actividades no eran realizables a la par. Mas para conseguir un terreno desde donde lograr ejercer serenamente tal j...

Una historia de fantasmas

La primera vez que me encontré con un rayo de luna, como lo entendió el insigne poeta, fue saliendo del colegio donde ya lo hallé mirándome con esa cara de pavor más que de corsario con que siempre me han mirado los asediadores impotentes. Los primeros subsiguientes días a aquel momento, disimuló torpemente los encuentros, pretendiéndolos casuales, espontáneos, indeliberados, hasta que comprendió por fin que, aún cuando infantes, las mujeres tenemos un don especial para detectar a nuestros pretendientes y si bien al principio lo había confundido con un padre, sus miradas habían acabado por desenmascarlo. Desde entonces, se posicionaría a una distancia prudencial, custodiando beata y cumplidoramente mis viajes de vuelta a casa y no variando ni un ápice su devoción distante salvo, si acaso, el acercamiento gradual, casi imperceptible, que perpetraba ladinamente según mis amigas iban deteniéndose en sus casas. Un día, supongo que resuelto a acabar con la pesadilla de la incertidumbre, dio...

Antropomorfo

Estaba harto de la explotación caprichosa que los patrones a lo largo de la historia habían perpetrado contra él, contra su familia, contra su pueblo. Cierto es que sólo ellos podían ofrecerle protección de un entorno violento, sólo ellos posibilitaban su subsistencia, salvarguándolos de una, de lo contrario, impersonal naturaleza y sin embargo, y hasta ahora, y a decir verdad, habían tenido que recompensar aquel trabajo protector cumpliendo órdenes sólo juzgables como atroces. Habiendo caído en pensar que su nuevo señor era diferente, especial, ahora su reciente orden parecía haberle sacado de aquella ingenua creencia. Estaba harto de tanta explotación caprichosa, harto de tanto sacrificio inhumano, harto; escogería quedar al albur de la naturaleza, desnudo ante la impersonal realidad antes que perpetuar un sistema de vasallaje sólo calificable de esclavista si persistía en exigir cometer tamañas felonías. La cegada esperanza, empero, le impuso una última concesión, intuyendo, tal vez...

El infierno y los otros

Luego de verla aparecer por fin, luego de contemplar su delatora mano, supo del sacrílego crimen cometido. El peor posible. El único posible. El más imperdonable. El único imperdonable. Su borrascoso rostro, su mirada naúfraga, su andar espeso...Sí, ella también lo comprendía. No sabía cuál era el castigo para tal hórrido acto, no sabía si muerte, si exilio, si reclusión; no sabía sino que aquello implicaría lo más terrible que podría haber: separarse. Repetir el crimen, conseguir superarlo; repetir el castigo, compartir destino: tales reflexiones y no otras por otros inventadas, fueron las que le incitaron a comerse con valerosa tristeza la manzana ofrecida por Eva.

Instrucciones para recrear a Dios

En el futuro, nuestros descendientes descubrieron que la vida, más que una sustancia singular, era materia vertiginosamente organizada. Descubrieron que si le es dado un tiempo suficiente a ésta, podría adaptarse a cualquier medio ambiente y entonces, estos hombres, con sus vanguardistas tecnologías (nanobots, femtotecnología, ...), conseguieron organizar la materia a su particular criterio, liberándola del mareante yugo al que estaba sometida desde el ancestral tsunami primigenio. Se convirtieron en entes etéros, sin carne, seres mentales: nomás pensaban, nomás computaban, no necesitaban para su existir ningún soporte material, ninguna sustancia concreta, no requerían salvo lo mínimo para sostener su equilibrio energético y como una computadora en red, con sus numerosos nodos intercoordinados descentralizadamente pero unidos funcionalmente, se fusionaron para conformar una sola mente en liza, una sola materia organizada, una materia convertida en la fuerza motriz del universo, en mate...