El pensador Larry Anhart defiende un interesante tipo de conservadurismo llamado conservadurismo darwiniano en el que la moral tendría una raíz natural surgida darwinianamente frente a las éticas reveladas defendidas por el conservadurismo al uso, el religioso.
Una ética natural, como decimos, que no teme a la falacia naturalista y de la que se deriva un derecho natural que se cifraría en que
Una ética natural, como decimos, que no teme a la falacia naturalista y de la que se deriva un derecho natural que se cifraría en que
las leyes simplemente buscarían vetar todos aquellos comportamientos que hiciesen materialmente imposible la convivencia (como sucede con el robo, asesinato, etcétera), es decir, tamizaría los comportamientos sociales, vetando aquellos que no permiten desarrollar las Estrategias Evolutivas más estables conforme a la naturaleza humana -incluida sus instintos morales.
Sería, por tanto, un conservadurismo que tiene presente la naturaleza humana de la que da cuenta las ciencias naturales entroncándose así su perspectiva de la política con la propugnada por Aristóteles que empezaba definiendo al ser humano como animal, sí animal, político. Tal perspectiva ha sido bautizada como biopolítica y podría entenderse como la ciencia de la coacción. Si bien es cierto que dicha ciencia puede parecer pecar de un reduccionismo excesivo no es estrictamente correcto afirmar que la naturaleza biológica es irrelevante en ámbitos simbólicos como el sociopolítico.
Por el contrario, partir de la naturaleza biológica -mas digo partir, no estancarse en ella- no es en absoluto algo estéril sino que es el mejor modo de determinar el marco que no se puede traspasar, las restricciones que indudablemente no se pueden violar, es admitir que el hombre no es una tabla rasa, que existe cierto comportamiento innato que una educación no puede extirpar por tenaz que sea el ejercicio de ingeniería social.
Pero es que además, y sobre todo, la biopolítica sería una ciencia interdisciplinaria que apelaría no sólo a la biología sino a la historia, a la moral de la nación, a las costumbres locales, a un largo etcétera que conjuntadas de forma consiliente servirían como cuadro de mando para guiar, que no fijar, el actuar del político conservador.
Otro ítem más a tener en cuenta del conservador darwinista es que entiende que todas las instituciones sociales han surgido espontáneamente, se han desarrollado de forma darwinista y por tanto como todo producto de la evolución
Por el contrario, partir de la naturaleza biológica -mas digo partir, no estancarse en ella- no es en absoluto algo estéril sino que es el mejor modo de determinar el marco que no se puede traspasar, las restricciones que indudablemente no se pueden violar, es admitir que el hombre no es una tabla rasa, que existe cierto comportamiento innato que una educación no puede extirpar por tenaz que sea el ejercicio de ingeniería social.
Pero es que además, y sobre todo, la biopolítica sería una ciencia interdisciplinaria que apelaría no sólo a la biología sino a la historia, a la moral de la nación, a las costumbres locales, a un largo etcétera que conjuntadas de forma consiliente servirían como cuadro de mando para guiar, que no fijar, el actuar del político conservador.
Otro ítem más a tener en cuenta del conservador darwinista es que entiende que todas las instituciones sociales han surgido espontáneamente, se han desarrollado de forma darwinista y por tanto como todo producto de la evolución
están por encima de la razón [porque] los diseños evolutivos son reacios a la ingeniería inversa, es decir nunca podemos estar seguros de cuales son todas las razones que llevan a que un diseño sea así.
Pero funcionan y el control social a través de la razón no. Esa es la triste conclusión de varios siglos de experimentos de ingeniería social.
Por lo tanto aparece una repulsión a todo cambio revolutivo, que no evolutivo, pero no porque está bien todo como está sino porque la complejidad de las instituciones sociales obliga a ser cuidadoso con cualquier cambio ya que, como nos enseñan las matemáticas del caos, una modificación minúscula puede acarrear consecuencias mayúsculas e inesperadas lo cual no es óbice, repito, para aceptar acríticamente (como los monos de la parábola/experimento) lo dado sino que toda modificación, toda ingeniería social, habrá de ser gradualista en aras de que las modificaciones no sean funestamente irreversibles.
Por último pero no menos importante, ni que decir tiene que una perspectiva política que entienda toda institución social garante y dadora de bienestar y progreso como una apadrinada más de la mano invisible, deberá ser tremendamente respetuosa, que no indiferente, con el libre mercado. Hay que precisar, una vez más, que aquí no se habla de un mero dejar hacer al mercado con el consiguiente peligro de que aparezcan cancerígenas pautas de comportamiento que lo puedan colapsar (veánse las normas bancarias para el engaño subprime) sino que hay que preocuparse de que constantemente el mercado quede regido por aquellos principios naturales del derecho cuya eficacia evolutiva haya quedado demostrada.
Añadir también que el límite exacto de donde empieza la coacción política y acaba la eficacia no teledirigida de una economía libre es, sigue siendo, difícil de vislumbrar pero es la economía austríaca la más capacitada para verlo en tanto en cuanto ve a la economía de igual modo que la biología, a saber, como una ciencia histórica que depende de narrativas históricas y probabilidades que no pueden ser reducidas a la física y la química.
Hay que dejar claro que lo que Anhart quiere demostrar no es que el darwinismo nos deba abocar al conservadurismo sino que, todo lo contario, este debe reformarse a la luz de las ciencias naturales.
Aunque no me suscribiría a todas las ideas de Anhart, considero que es un buen comienzo para una ciencia política auténticamente científica y como hayekiano me parece muy interesante la ideología aquí descrita puesto que, a mi juicio, lo que llama Anhart conservadurismo darwiniano es la misma concepción político-económica que tuvo Hayek y si bien este se consideraba liberal, no conservador, ello no obsta para que pensemos que no hubiera participado de un conservadurismo similar al de Anhart ya que las razones argüidas del austriaco para rechazar el conservadurismo afectaban y sólo afectan al religioso siendo además la ideología liberal una visión socioeconómica que a la luz del conservadurismo darwinista puede ser hayekianamente criticada.
Crítica que se articularía en que el liberalismo, lejos de ser anti-ideólogico, tiende ciegamente a buscar colocar en la sociedad más libertad independientemente de su viabilidad, de la naturalidad de la organización sociopolítica que proponga pues, recordemos, el hombre no es una tabla rasa al que se le puede incrustar en cualquier organización social sin consecuencias.
De este modo recoge el mismo error en su comportamiento que la izquierda moralista con el concepto de igualdad o el mismo conservadurismo religioso con sus innegociables valores morales.
Me refiero a que tales teorías realizan planificaciones políticas de arriba-abajo, en contraste a la más eficiente -en aras de conseguir complejidad- conducción abajo-arriba (bottom-up) característica de la evolución darwinista.
Me refiero al insensato proceder de escoger un concepto cualesquiera –en el caso, pongamos, del liberalismo sería la libertad- y tratar de segregar desde ese concepto toda una teoría política en torno sólo a, para encumbrar y proteger sólo a, dicho concepto de modo que la teoría política así articulada acaba por ser un traje a su medida pero no del de la naturaleza humana y de sus instituciones; de modo que la teoría política así articulada acaba siendo, más que una objetiva manera de entender la sociedad, un medio para colar nuestros ensoñaciones utópicas de un modo aparentemente científico.
Por último pero no menos importante, ni que decir tiene que una perspectiva política que entienda toda institución social garante y dadora de bienestar y progreso como una apadrinada más de la mano invisible, deberá ser tremendamente respetuosa, que no indiferente, con el libre mercado. Hay que precisar, una vez más, que aquí no se habla de un mero dejar hacer al mercado con el consiguiente peligro de que aparezcan cancerígenas pautas de comportamiento que lo puedan colapsar (veánse las normas bancarias para el engaño subprime) sino que hay que preocuparse de que constantemente el mercado quede regido por aquellos principios naturales del derecho cuya eficacia evolutiva haya quedado demostrada.
Añadir también que el límite exacto de donde empieza la coacción política y acaba la eficacia no teledirigida de una economía libre es, sigue siendo, difícil de vislumbrar pero es la economía austríaca la más capacitada para verlo en tanto en cuanto ve a la economía de igual modo que la biología, a saber, como una ciencia histórica que depende de narrativas históricas y probabilidades que no pueden ser reducidas a la física y la química.
Hay que dejar claro que lo que Anhart quiere demostrar no es que el darwinismo nos deba abocar al conservadurismo sino que, todo lo contario, este debe reformarse a la luz de las ciencias naturales.
Aunque no me suscribiría a todas las ideas de Anhart, considero que es un buen comienzo para una ciencia política auténticamente científica y como hayekiano me parece muy interesante la ideología aquí descrita puesto que, a mi juicio, lo que llama Anhart conservadurismo darwiniano es la misma concepción político-económica que tuvo Hayek y si bien este se consideraba liberal, no conservador, ello no obsta para que pensemos que no hubiera participado de un conservadurismo similar al de Anhart ya que las razones argüidas del austriaco para rechazar el conservadurismo afectaban y sólo afectan al religioso siendo además la ideología liberal una visión socioeconómica que a la luz del conservadurismo darwinista puede ser hayekianamente criticada.
Crítica que se articularía en que el liberalismo, lejos de ser anti-ideólogico, tiende ciegamente a buscar colocar en la sociedad más libertad independientemente de su viabilidad, de la naturalidad de la organización sociopolítica que proponga pues, recordemos, el hombre no es una tabla rasa al que se le puede incrustar en cualquier organización social sin consecuencias.
De este modo recoge el mismo error en su comportamiento que la izquierda moralista con el concepto de igualdad o el mismo conservadurismo religioso con sus innegociables valores morales.
Me refiero a que tales teorías realizan planificaciones políticas de arriba-abajo, en contraste a la más eficiente -en aras de conseguir complejidad- conducción abajo-arriba (bottom-up) característica de la evolución darwinista.
Me refiero al insensato proceder de escoger un concepto cualesquiera –en el caso, pongamos, del liberalismo sería la libertad- y tratar de segregar desde ese concepto toda una teoría política en torno sólo a, para encumbrar y proteger sólo a, dicho concepto de modo que la teoría política así articulada acaba por ser un traje a su medida pero no del de la naturaleza humana y de sus instituciones; de modo que la teoría política así articulada acaba siendo, más que una objetiva manera de entender la sociedad, un medio para colar nuestros ensoñaciones utópicas de un modo aparentemente científico.
7 comentarios:
Como punto de partida, resulta tentadoramente interesante para explicar el por qué de comportamientos humanos aparentemente irracionales. De todas maneras, tal vez sea exigir demasiado a la biopolítica el explicar cuáles de nuestras conductas constituyen realmente ventajas adaptativas y en qué circunstancias dejan de serlo y pasan a ser lastres.
Como enfoque descriptivo me parece muy acertado; como enfoque normativo... es una ciencia, y no tenemos más seguridad que la que proporciona la falsabilidad. A la hora de recurrir a la prueba de que efectivamente un comportamiento humano es "natural", se corre el mismo peligro de incurrir en políticas irresponsables propias de ingenieros sociales.
Saludos.
Hola Lautréamont,
Estoy de acuerdo en no pedirle a la biopolítica tanto un esquema de lo que es la conducta natural cuanto lo que claramente NO es, lo que es abiertamente antinatural.
Digamos que veo el recurso a la biología evolutiva sobre todo como mecanismo de criba de ciertas políticas abiertamente no naturales.
Un caso característico es el comunismo que al llevar tan lejos el igualitarismo exigía una socialidad sólo alcanzable para comunidades de insectos.
En cuanto a la ingeniería social, su peligrosidad me temo es inherente a cualquier sistema político más cuanto más centralizado esté y creo que se previene buscando que las instituciones sean lo más descentralizadas que sea posible (v.gr: derecho consuetudinario, "libre" mercado, ...) lo cual permite hacer pequeñas modificaciones institucionales (ya que no están planificadas), probar su eficacia y desecharla en caso de contrapoducente, aceptarla en caso de eficaz y volver a introducir otra pequeña modificación, probar su eficacia, etc.
Saludos
Brevísimamente: desde mi punto de vista te acercas mucho al corazón del problema, pero te falta alcanzar la propia complejidad de la cuestión, en este caso, su sociología. No es a una "palabra" o "concepto" en el que harían eje lo que los lleva a la utopía sino la adopción de un modelo del que extraen lo que "perturba" atribuyendo la existencia de esos elementos a fenómenos que no formarían parte de la "realidad modélica". De ahí que se vean obligados a explicar lo que "perturba" al modelo por medio del moralismo o el psicologísmo -maldad intínseca, pecado original, alienación, aborregamiento, etc., etc. Y, a su vez, "El Modelo" se adopta debido a la idiosincrasia del modelador o del adepto (respectivamente, que a veces no es lo mismo y hay de todo). En este punto comienza la sociología del intelectual (e incluso del burócrata).
Te remito a la mayoría de mis posts para una discusión más amplia.
Un saludo.
Nota: no entro en otros detalles ni en la discusión del post previo por falta de tiempo y porque casi casi habría que "comentar" mediante todo un libro.
en la discusión del post previo
Cuyo eje fue vino de un comentario tuyo. ¿La has leído? Creo que está interesante.
Voy a hacer un post sobre el tema que espero te guste.
Ya entrando en tu comentario:
Coincido con que tu análisis es más fino.
Simplemente revindicaría mi crítica (y por tanto mi post) en que lo que tu llamas -en frase feliz- la "realidad modélica" surge en mi opinión al vertebrar una teoría en torno a un concepto abstracto y por eso revindico algo tan empírico como la naturaleza humana y (sobre todo) las instituciones sociales porque al defender estas no permitimos que nuestra teoría degenere en una "realidad modélica" sino en un medio para descubrir pequeñas realidades reales a corregir.
¿No estás de acuerdo?
Saludos
No, no estoy de acuerdo, y eso es lo que me lleva a romper una lanza en favor de los intelectuales de cuyo grupo reniego. Por ejemplo, la queja contra el Estado por parte de los liberales o la queja contra la miseria por parte de los marxistas... ambas cosas que ambos llevan a que crezcan a pesar y por sus ideales.
Pero sin tanta sutileza: creo que contra ellos, la crítica del bisturí es correcta, y cuanto más hondo mejor, pero que NO POR ESO se debe caer en la claudicación de aceptar sin más la realidad... lo que, a su vez, TAMBIEN debe ser explicado sociológicamente. Esto... simplemente porque ningún discurso es meramente retórico ni meramente "equivocado".
Y tú, ¿qué opinas ahora?
Y sí, leí todo el post previo y el debate, por eso me abstuve... too much... Pero en cuanto pueda retomo el tema y comentamos detalles.
NO POR ESO se debe caer en la claudicación de aceptar sin más la realidad...
No acabo de entender esta frase. Aceptar la realidad tal vez sea la única orden que todos estamos condenados a obedecer, ¿no?
ningún discurso es meramente retórico ni meramente "equivocado".
Es cierto pero algunos por los conceptos que usan para sus vertebraciones tienden a enconvar, a desviar, no a erguir el progreso de la sociedad.
por eso me abstuve... too much...
Bueno acabo de resumir en un post mi parte:
http://hector1564.blogspot.com/2009/02/mas-alla-de-la-ciencia.html
;-)
Me explico mejor: por el hecho de "no negar" la realidad en la forma de aceptar las "evidencias" que "reconocemos" como tales (esto no sin mediaciones) DIGO que no se debe caer en adoptarlas como "eternas" o absolutas o "naturales" (que es lo que se hace) y justificarlas desde un punto de vista "conservador" (teleonómico) que nace de nuestro propios intereses (en un sentido amplio); algo inevitble pero también "superable" por la vía de "renunciar" a considerarse "representantes de la humanidad" o "del futuro" (cosa propia de la idiosincrasia intelectual).
"Ningún discurso es meramente...", porque precisamente detrás hay intereses vitales (que se vuelven sociales, etc.)
De todos modos, sé que yo también caigo en las redes de esas mecánicas que describo, y eso hace todo muy difícil. Los juicios de valor desde el propio "compromiso" (palabra de Strauss, que no es sino la forma "justificada" de autodefenderse sin hacer referencia a los intereses grupales por eso de la verguenza y de la necesidad de sentirse "representantes" objetivos de lo mencionado -y pedón por la longitud del paréntesis-), son sin duda inevitables (¿tendenciales?). Sólo en el análisis detallado podemos decir que defendemos algo porque buscamos adaptar el mundo a nuestra particular o grupal óptica nacida de las tendencias generales pero mediadas particularmente... Y esto a modo de aproximación porque no lo tengo del todo rumiado... Lo cierto parece ser es que llevamos la lucha real al plano de lo formal, incluyendo aquí toda la imaginería humana desde la ciencia hasta la religión... Como si nos costara habñar explícitamente de lo que nos "interesa" y de "por qué" creemos o sentimos o consideramos que nos interesa.
Un placer y hasta la próxima (me queda aún leer tu nuevo post).
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