Una explicación razonada de esta inquina nace de la convicción de que la videncia no es una ciencia al carecer de metodología científica alguna y de hecho, la adivinación del futuro es seguramente una empresa fuera del alcance del ser humano. Sin embargo, es curioso porque no han faltado a lo largo de la historia personajes que se han atrevido -y se atreven- a hacer predicciones, predicciones que, al estar rociadas de lenguaje científico, consiguieron no ser detectadas por el olfato de los escépticos.
Esas predicciones no trataban sobre el futuro de las personas sino del de las sociedades, se revestían de lenguaje científico y sólo fueron reveladas como supercherías cuando su fracaso resultó evidente. Hasta entonces, empero, sus predicciones fueron creídas sin la más mínima sombra de duda. Así, por ejemplo, a principios del s.XX se vaticinaba que acabaríamos viviendo algunos en la Luna o, más tarde, que todos los electrodomésticos funcionarían por energía nuclear.
Ahora tenemos en los expertos en inteligencia artificial a los nuevos videntes que con sus apocalípticos augures nos vaticinan un triste futuro en donde los robots poseerán una inteligencia tan sobrehumana que no dudarán en rechazar el rol de esclavos e invertir los papeles con los humanos.
A este vaticinio se le conoce como la gran singularidad y tiene en Raymond Kurzweil a su principal promotor.
Antes de que te rías de la predicción rebajándola a mera ciencia ficción y en un ejercicio de cínico paternalismo me recuerdes que la futurología tiene un dudoso estatus científico, me adelantaré a tu respuesta y te responderé que al parecer no, al parecer, digo, la futurología sí es una ciencia, se llama prospectiva y según la OCDE se define como
el conjunto de tentativas sistemáticas para observar a largo plazo el futuro de la ciencia, la tecnología, la economía y la sociedad con el propósito de identificar las tecnologías emergentes que probablemente produzcan los mayores beneficios económicos o sociales
A la vista de esto, a la vista de que existen ciertas personas que simplemente por mor de revestirse con la voz de la ciencia, esto es, de su lenguaje, y que a resultas de ello quedan oficialmente autorizados para ser videntes; han tenido que aparecer personas que, como Jaron Lanier, no han dudado en criticar lo que él llama totalismo cibernético (véase su artículo llamado One half a manifesto) que no es más que escatología cibernética y que se fundamenta, según él, en aceptar como verdaderas estas más que discutibles seis ideas:
1. Los patrones de información cibernéticos ofrecen la forma última y mejor de comprender la realidad
2. Las personas no son más que patrones cibernéticos
3. La experiencia subjetiva, bien no existe, o bien carece de importancia, puesto que es simplemente un efecto ambiental o periférico
4. Lo que Darwin describió en biología es válido también para toda creatividad o cultura
5. Los aspectos cuantitativos como cualitativos se acelerarán debido a la ley de Moore (Esta dice que aproximadamente cada dos años se duplica el número de transistores en un circuito integrado y con ello su potencia)
6. La biología y la física se fusionarán con la informática, dando lugar a la biotecnología y nanotecnología, resultado de lo cuál será el nuevo carácter mercúrico de la vida y del universo físico (y poder llegar a la supuesta naturaleza del software informático). Y lo que es más, ¡todo esto ocurrirá muy pronto! Dado que los ordenadores mejoran con tal rapidez, arrollarán todos los demás procesos cibernéticos (así como a las personas) y cambiarán fundamentalmente la naturaleza de lo que sucede en la comunidad de la Tierra tal como la conocemos. Ocurrirá en el momento en que se alcance una nueva "criticalidad", quizá alrededor del año 2020. Ser humano después de ese momento será, o imposible, o algo muy distinto de lo que ahora podamos imaginar.
Previniendo este hecho, a saber la imposibilidad real de conocer cuáles serán las futuras tecnologías, el astrónomo Nikolai Kardashev de la antigua Unión Soviética, dió en imaginar simplemente cuáles serían los recursos energéticos que serían explotados en el futuro consiguiendo con ello clasificar y jerarquizar, en función de su complejidad evolutiva, las diferentes civilizaciones que nos puede deparar el porvenir. Como explica Michio Kaku en su libro Hiperespacio
Esta clasificación ignora cualquier predicción relativa a la naturaleza detallada de las civilizaciones futuras y en su lugar se centra en aspectos que pueden ser razonablemente comprendidos mediante las leyes de la física, tales como el suministro de energía.
Brevemente. Una civilización Tipo I es la que controla los recursos energéticos de todo un planeta. Esta civilización puede controlar el clima, impedir los terremotos, explotar las profundidades de la corteza terrestre, cultivar los océanos. Esta civilización ha completado ya la explotación de su sistema solar.
Por cierto, es evidente que nuestra civilización no ha alcanzado ni siquiera esta categoría. Como muestra de los conocimientos y poderes que tenemos sobre la ecoesfera tenemos el caso histórico de Biosfera 2. De hecho en estos momentos nuestra civilización actual está inmerso en un frágil equilibrio, seguimos sin poder desembarazarnos de (por usar una metáfora trillada pero inspirada) la espada de Damocles malthsuiana que pende continuamente sobre nosotros aunque si bien hay que tener cuidado con no confundir a la humanidad con una plaga, recordar que la naturaleza es menos endeble de lo que algunos piensan y proponer una economía que, sin destruir definitivamente todo el medioambiente, no olvide que no existe supervivencia para una especie que no explote su entorno.
Una civilización Tipo II es la que controla la potencia del propio sol. Aquí no se habla de un aprovechamiento pasivo de la energía solar tal que hoy. Se habla de explotar in situ al astro rey, dado que las necesidades energéticas de una civilización así serían tan grandes que necesitarían consumir directamente la potencia de una estrella para impulsar sus máquinas. Gracias a ello se empezaría la colonización de sistemas estelares locales.
Por último, una civilización Tipo III es la que controla la potencia de toda una galaxia como fuente de alimentación para así aprovechar la potencia de miles de millones de sistemas estelares. Se entiende que esta civilización, al decir de Kaku, domina las ecuaciones de Einstein pudiendo, por tanto, manipular el espacio-tiempo a voluntad.
Como se ve, la base de esta clasificación es bastante simple ya que el criterio de entrada a cada nivel lo establece la base de la fuente de alimentación que suministra la energía a la civilización. Así, las civilizaciones Tipo I utilizan la potencia de todo un planeta, las civilizaciones Tipo II utilizan la potencia de toda una estrella, las civilizaciones Tipo III utilizan la potencia de toda una galaxia.
Esta clasificación nos ayuda a evaluar el avance de una civilización pero no nos dice cuando se va a dar ni nos asegura que se vaya a dar; diferenciándose, por tanto, de las afirmaciones gratuitas de los futurólogos al uso, tanto los de la bola de cristal como los de la bata, que no dudan en meternos miedos o alegrías al cuerpo según les convenga a sus alocadas alucinaciones.
Y es que y volviendo al tema de Kurzweil, de sus correligionarios, de sus predicciones, de su acrítica aceptación de las mismas en la comunidad científica, del acierto de otras predicciones de la misma índole; me siento tentado a concluir que, tal vez, la creencia o no de las supercherías no dependa tanto de la estupidez de los timados como de la inteligencia de los timadores en hablar en un lenguaje afín a las creencias de los clientes así como en decirles lo que quieren oír, ya que hay que convenir que la idea de que los robots nos puedan superar en inteligencia tiene un pequeño eco de un orgullo paternal mezclado con el soberbio anhelo de convertirnos en dioses.
4 comentarios:
Hola Hector; excelente artículo, como siempre, aunque me ha dejado la sensación de que faltaba algo más..., dado tu alto potencial. Yo también dediqué un artículo en mi blog sobre la "prospectiva", mira tú, que no conocía yo dicho término, e incluso en mi blog lo indico, gracias. Yo me centré más en la influencia de ese futuro supernanobiotecnológico sobre la mente, hablando del extraño fenómeno de los uncanny valleys. Por cierto, que Kurtzeil en su libro "The singularity is near" habla de un software=alma en el 2020. Igual las estatuas del retiro podrán estar muy animadas...jaja! No es Turing el que postula sobre IA que una inteligencia computacional requiere para tener conciencia de sí un número de recursos infinitos??, ¿has leído la nueva mente del emperador de Roger Penrose?, demasiado matemática, pero interesante en cuanto a definición de IA. Un ábaco chino es IA??
Un saludo muy cordial
Hola Indy John,
Gracias por tus comentarios.
Estoy totalmente de acuerdo a que al artículo le falta "algo", razón por la cual estuve a punto de no publicarlo pero al final, al menos como dispensador de anécdotas, creo que vale.
Respecto al tema de la IA, de Penrose (que he leído) y demás; en su momento escribí un artículo en el que me mostraba crítico con los sueños fáusticos (el homúnculo fue el primer "Frankestein" de la literatura) de algunos informáticos. Tal vez te interese, aquí te dejo el post.
Básicamente la idea es que la computación digital no me parece que sea capaz de emular las complejidades emocionales que son las que en última instancia conforman nustra cognición.
Saludos
¡Ah! Se me olvidaba, ¿qué has querido decir con "alto potencial"? Es que hoy quiero que me hagan la pelota... XDDDDDDDDD
Saludos
Pues que podrías llegar a mucho más, pero mucho mucho más, y si debe ser así, será. ¿Por qué?, porque lo veo, tengo ese don, soy visionario (pero no al modo del Kurtzweil), jaja!
Un saludo
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