Se podría pensar en la expresión derechos de un sujeto como una suerte de apócope de forma que cuando hablamos de los derechos de los niños lo que queremos referenciar es el conjunto de acciones que no se pueden -o que hay que- hacer con los niños pero desde luego no estamos hablando de "algo" (sea lo que sea) que tienen los niños y cuya implementación resulte trivial o gratuita.
Existe la falsa apreciación de un carácter fijo e inconmovible de los derechos de un sujeto, que creo que surge a raíz de pensar en los mismos como bienes regalados que no pueden ser hurtados o escamoteados; siendo esto algo que carece de sentido puesto que a veces se contradicen entre sí (comparemos el derecho a la libre expresión con el derecho a no ser injuriado), otras veces resultan imposibles de materializar dadas las circunstancias (pensemos en el derecho a la educación en un país infectado de miseria y pobreza) y otras, y no las menos, han de ser obviados, hurtados precisamente, para sostener los de otros cuya preeminencia es más justa (imaginemos a quien, en defensa propia, acaba con la vida de alguien).
Sorprendentemente, no faltan corrientes iusnaturalistas que, a ciertos derechos, le otorguen estatus de absoluto, no admitiendo matización o modificación alguna en su ejercicio, sean cuáles sean las circunstancias en donde se ejercieran sino que habrían de poder seguir siendo ondeados irremisible e imperturbablemente en cualquier contexto.
Por ejemplo, en los alrededores de ciertas corrientes poslockeanas, el derecho de propiedad es el que más votos consigue para conseguir ese ascenso en la escala de valores. Así tenemos a quienes dicen que todo límite, restricción, cortapisa, traba, obstáculo, impedimento o freno al libre y absoluto uso de una propiedad por parte de su propietario no es más que un robo y ni que decir tiene que
Existe la falsa apreciación de un carácter fijo e inconmovible de los derechos de un sujeto, que creo que surge a raíz de pensar en los mismos como bienes regalados que no pueden ser hurtados o escamoteados; siendo esto algo que carece de sentido puesto que a veces se contradicen entre sí (comparemos el derecho a la libre expresión con el derecho a no ser injuriado), otras veces resultan imposibles de materializar dadas las circunstancias (pensemos en el derecho a la educación en un país infectado de miseria y pobreza) y otras, y no las menos, han de ser obviados, hurtados precisamente, para sostener los de otros cuya preeminencia es más justa (imaginemos a quien, en defensa propia, acaba con la vida de alguien).
Sorprendentemente, no faltan corrientes iusnaturalistas que, a ciertos derechos, le otorguen estatus de absoluto, no admitiendo matización o modificación alguna en su ejercicio, sean cuáles sean las circunstancias en donde se ejercieran sino que habrían de poder seguir siendo ondeados irremisible e imperturbablemente en cualquier contexto.
Por ejemplo, en los alrededores de ciertas corrientes poslockeanas, el derecho de propiedad es el que más votos consigue para conseguir ese ascenso en la escala de valores. Así tenemos a quienes dicen que todo límite, restricción, cortapisa, traba, obstáculo, impedimento o freno al libre y absoluto uso de una propiedad por parte de su propietario no es más que un robo y ni que decir tiene que
Robar es inmoral y destructivo, ya sea el ladrón un individuo aislado o un grupo de individuos actuando en concierto o por medio de su supuesto "representante". Robar es inmoral e injusto, aun cuando el ladrón prometa ofrecer una compensación justa, imposible de determinar en la práctica. La única defensa consistente y con esperanza de éxito futuro es la basada en la inviolabilidad absoluta del derecho de propiedad. Esta posición podrá ser tildada de fundamentalista, radical o extremista; pero es la única que puede ser mantenida siempre, de manera lógica y moralmente consistente, frente a los excesos del estado y sus seguidores.
Fundamentalista, radical o extremista sí es porque, aún admitiendo que un propietario sí pierde todo poder sobre su propiedad en tanto en cuanto invada otras propiedades o dañe a otras personas -en eslogan: todo prohibición ha de estar encaminada a evitar acciones que generen víctimas- y por tanto el absolutismo de tal derecho sí es circunstancial; aún admitiendo eso, repito, seguirían apareciendo problemas engorrosos con esta política jurídica a resultas de obviar el carácter intrínsecamente riesgoso, aunque no criminal, de ciertas actividades y como el permitirlas puede ser un alocado ejercicio de indiferencia de funestas consecuencias.
Busco casos surrealista y de brocha gorda para mostrar como ciertas situaciones nos obligan a matizar ciertos asertos pretendidamente irrefutables por mor de una ciega moral axiomática. Un caso surrealista sería poder permitir que, en virtud de la soberanía absoluta que tengo sobre mi propiedad, pudiera construir en ella una bomba atómica o bien construir una central nuclear al lado de un colegio o bien, como sabiamente apunta David Friedman, dejar que si alguien se dispone a disparar a la multitud no le sea arrebatado su legítima propiedad, su rifle, hasta que haya dejado víctima alguna.
Casos más mundanos: no creo que hayamos de esperar a que una persona, conduciendo un coche a 200 km/h por en medio de una ciudad, tenga que atropellar a alguien para que pueda ser amonestado o no creo que debiera ser permisible dejar que un propietario de un terreno pudiera dejar que su propiedad fuera derrumbándose por dejadez y no poder hacer nada hasta que apareciera una víctima para poder exigir una reacción.
Todas estos casos, y más que podríamos dar en imaginar, revelan que el uso que haga de mi propiedad no puede ser indiferente al resto de una sociedad que se pretenda responsable, que esta no puede quedar embaucada con la idea de que toda acción punible ha de generar previamente victimas sino mostrarse previsora, no sumisa a una axiomática ciega a todo contexto, y atajar de raíz cualquier comportamiento negligente que pudiera acarrear futuras víctimas.
Es decir, no concibo que sea sostenible una sociedad donde cada individuo pueda hacer lo que desee en su propiedad como si fuera alguien que pueda caminar libremente dentro de una sabana abierta, sin obstáculos ni barreras; más bien, al transeúnte de la selva urbana, lo concibo como aquel que de vez en cuando se encuentra un camino vedado, una calle cortada o de único sentido y si bien es cierto que una geografía jurídica como esta puede, fruto de un ultrapositivismo jurídico, degenerar en un asfixiante laberinto; no menos cierto es que lo primero es ya una dogmática opción tribal a desechar.
Así que, aunque me muestro partidario de un cierto tipo de derecho natural de carácter biologicista, no comparto ciertas ideas de los iusnaturalismos al uso. No creo que el conjunto de derechos de un sujeto sea un traje que sirve de igual modo para cualquier acontecimiento sin necesidad de enmienda sino que estos han de evolucionar a la par que ser seleccionados de forma natural en armonía con las circunstancias concretas de cada caso y no resultar irreemplazables o fijados de manera inmutable y descontextualizada.
Busco casos surrealista y de brocha gorda para mostrar como ciertas situaciones nos obligan a matizar ciertos asertos pretendidamente irrefutables por mor de una ciega moral axiomática. Un caso surrealista sería poder permitir que, en virtud de la soberanía absoluta que tengo sobre mi propiedad, pudiera construir en ella una bomba atómica o bien construir una central nuclear al lado de un colegio o bien, como sabiamente apunta David Friedman, dejar que si alguien se dispone a disparar a la multitud no le sea arrebatado su legítima propiedad, su rifle, hasta que haya dejado víctima alguna.
Casos más mundanos: no creo que hayamos de esperar a que una persona, conduciendo un coche a 200 km/h por en medio de una ciudad, tenga que atropellar a alguien para que pueda ser amonestado o no creo que debiera ser permisible dejar que un propietario de un terreno pudiera dejar que su propiedad fuera derrumbándose por dejadez y no poder hacer nada hasta que apareciera una víctima para poder exigir una reacción.
Todas estos casos, y más que podríamos dar en imaginar, revelan que el uso que haga de mi propiedad no puede ser indiferente al resto de una sociedad que se pretenda responsable, que esta no puede quedar embaucada con la idea de que toda acción punible ha de generar previamente victimas sino mostrarse previsora, no sumisa a una axiomática ciega a todo contexto, y atajar de raíz cualquier comportamiento negligente que pudiera acarrear futuras víctimas.
Es decir, no concibo que sea sostenible una sociedad donde cada individuo pueda hacer lo que desee en su propiedad como si fuera alguien que pueda caminar libremente dentro de una sabana abierta, sin obstáculos ni barreras; más bien, al transeúnte de la selva urbana, lo concibo como aquel que de vez en cuando se encuentra un camino vedado, una calle cortada o de único sentido y si bien es cierto que una geografía jurídica como esta puede, fruto de un ultrapositivismo jurídico, degenerar en un asfixiante laberinto; no menos cierto es que lo primero es ya una dogmática opción tribal a desechar.
Así que, aunque me muestro partidario de un cierto tipo de derecho natural de carácter biologicista, no comparto ciertas ideas de los iusnaturalismos al uso. No creo que el conjunto de derechos de un sujeto sea un traje que sirve de igual modo para cualquier acontecimiento sin necesidad de enmienda sino que estos han de evolucionar a la par que ser seleccionados de forma natural en armonía con las circunstancias concretas de cada caso y no resultar irreemplazables o fijados de manera inmutable y descontextualizada.
2 comentarios:
Solo quisiera recalcar que en todos los ejemplos, surrealistas o no, lo que ocurre es que se vulnera el derecho de propiedad de otros sujetos: en el caso de la planta nuclear, se vulnera el derecho a propiedad de la escuela adyacente, etc.
Aun así, tampoco creo en derechos absolutos. Ni, mire usted qué oportuno, Aquino.
No son surrealistas los ejemplos sino hechos que a nosotros nos parecen de sensata realización en el caso de absolutizar el derecho de propieda quedarían vedados.
En el caso de la planta nuclear, ya que pones el ejemplo, por ponerla al lado de un colegio no se vulnera nada pero no vulnerándose nada se debiera prohibir. Por supuesto podríamos relajar los presupuestos pero ello no haría menos absurdo su no prohición.
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