martes, 25 de enero de 2011

Burocracia

En la pág. 158 del ensayo El telón de Milan Kundera:
Me pregunto quién fue el primero que descubrió el significado existencial de la burocracia. Probablemente, Adalbert Stifter. (...). La novela más importante de Stifter, El otoño de la vida (1857).

(...)

Su ruptura con la burocracia [la de Risach, el protagonista de la novela] no resulta de sus convicciones políticas o filosóficas, sino del conocimiento que tiene de sí mismo y de su incapacidad para ser funcionario.(...)[y lo explicará así:]

A medida que se ampliaba y aumentaba la administración, ésta tenía que controtar a un número cada vez mayor de empleados y, entre ellos, inevitablemente, a algunos incompetentes o muy incompotentes. Pasó, pues, a ser urgente la creación de un sistema que permitiera que las operaciones necesarias pudieran realizarse sin que la desigual competencia de los funcionarios las pervitieran o las debilitaran. "Para aclararle mi pensamiento", sigue Risach, "diría que el reloj ideal debería construirse de tal manera que siguiera funcionando incluso si le cambiáramos las piezas, reemplazando las malas por las buenas y las buenas por las malas. Semejante reloj es, por supuesto, inconcebible. Pero la administración sólo puede existir precisamente de esta forma, y si no, en vista de la evolución que ha seguido, tiene que desaparecer". No se le exige, pues, a un funcionario que comprenda la problemática de la que se ocupa su administración, sino que ejerza con el mayor celo distintas operaciones sin entenderlas, e incluso sin tratar de entender lo que ocurre en los despachos de al lado.

Risach no critica la burocracia, sólo explica por qué, tal como es él, no pudo dedicarle su vida. Le impidió ser funcionario su incapacidad de obedecer y trabajar por objetivos que se encontraban más allá de su horizonte.

(...)

Leo en un periódico la historia trivial de un pequeño industrial francés en quiebra porque su deudor no le ha pagado sus deudas. Se siente inocente, quiere defenderese apelando a la justicia, pero enseguida renuncia: su caso no podría fallarse antes de cuatro años; el procedimiento es largo, su vida es corta. Lo cual me remite al negociante Block de El proceso, de Kafka: la instrucción de su caso languidece desde hace cinco años y medio sin ningún juicio; entretanto, ha tenido que abandonar sus negocios porque "en cuanto quieres hacer algo por tu proceso, ya no puedes ocuparte de nada más". No es la crueldad lo que aplasta al agrimensor K., sino el tiempo no humano del castillo; el hombre pide audiencias, el castillo las aplaza; el litigio se prolonga, la vida se acaba.

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