viernes, 13 de febrero de 2009

El problema del propósito último del universo

Venimos de aquí. Estamos con Freeman Dyson en su magnífico libro Infinito en todas las direcciones:

El último de los cinco problemas filosóficos es el de las metas finales. Aquí el problema es tratar de formular alguna afirmación del propósito último del universo. En otras palabras, el problema es leer la mente de Dios. Intentos anteriores no han tenido éxito. Uno de los intentos más agudos está en el Libro de Job. La respuesta de Dios a Job desde el seno de la tempestad no fue muy alentadora. Sin embargo, estoy en muy buena compañía cuando vuelvo a hacer las preguntas que hiciera Job. ¿Por qué sufrimos? ¿Por qué el mundo es tan injusto? ¿Cuál es el sentido del dolor y la tragedia? Me gustaría tener respuesta para estas preguntas, respuestas que, incluso si no penetraran demasiado en la mente de Dios, fueran válidas para nuestro nivel infantil de comprensión. Mis respuestas se basan en una hipótesis que es una extensión tanto del principio antrópico como del argumento del designio. La hipótesis es que el universo está construido de acuerdo al principio de la máxima diversidad. Este principio opera tanto a nivel físico como mental. Dice que las leyes de la naturaleza y las condiciones iniciales son tales como para hacer al universo lo más interesante posible. Como resultado de ello, la vida es posible pero no demasiado fácil. Siempre que las cosas se vuelven monótonas, algo nuevo surge para desafiarnos e impedirnos establecer un nuevo hábito. Todos los ejemplos que hacen difícil la vida están alrededor de nosotros: impactos de cometas, épocas glaciales, armas, plagas, fisiones nucleares, ordenadores, sexo, pecado y muerte. No todos los desafíos se pueden vencer, y entonces es cuando tienen lugar las tragedias. La máxima diversidad lleva con frecuencia al máximo estrés. Al final sobrevivimos, pero sólo a duras penas.

La hipótesis de la máxima diversidad encaja con la idea de que la obra de Gödel fue, a la postre, una gran noticia para la comunidad científica. Lo dejará escrito unas cuantas páginas más atrás en el libro:

Este descubrimiento de Gödel sobresaltó a muchos matemáticos(...) porque destruyó, de repente y para siempre, la esperanza de que podrían resolver los problemas decidiendo, por un procedimiento sistemático, la verdad o falsedad de cualquier enunciado matemático. Una vez pasado el shock, los matemáticos se dieron cuenta (...), al negarles la posibilidad de un algoritmo universal que ordenara todas las preguntas, les daba, en lugar de ello, la garantía de que las matemáticas no morirán jamás. No importa cuánto progresen las matemáticas (...) siempre habrá preguntas frescas para formular e ideas frescas para descubrir

Y siguiendo con esa línea de razonamiento Dyson sueña con que la física sea igual, que siempre podamos estar descubriendo nuevas ideas, formulándole al universo nuevas preguntas y que este siempre nos sorprenda con algo nuevo como si fuera una película cuya belleza y duración resultara interminable necesitándose para ello que el universo sea precisamente Infinito en todas las direcciones.

Si bien, a nada que nos fijemos en la historia de la filosofía, constataremos que esta idea de vindicar la diversidad no es nueva; siendo defendida, verbigracia, por Leibniz para justificar la existencia del mal comparando para ilustrarlo a una biblioteca que constase de mil volúmenes, siendo esos mil volúmenes mil ejemplares de la Eneida (postulando la Eneida como el libro perfecto); con una biblioteca en la cual hubiera, no sólo la Eneida, sino obras muy inferiores a ella de forma que la biblioteca primera, compuesta de mil ejemplares de la Eneida, sería inferior a la Segunda biblioteca ya que esta sería superior en variedad a aquella.

No obstante, esta metáfora obvia el carácter meramente objetual, no sintiente, de los libros. Por contra, como el propio Borges explica

para un hombre, ser malvado, ser estúpido y ser, acaso, condenado al infierno, es un mal; de modo que este argumento de la variedad no parece muy convincente.

Análogamente

Se ha usado, también un argumento tomado de la pintura; se ha dicho que en un cuadro hay pequeñas zonas oscuras, opacas, y que estas zonas son necesarias para la armonía del conjunto. Se ha dicho que en la música puede haber discordancias -es el mismo argumento repetido- pero, este argumento carece de valor si pensamos en un ser humano, si pensamos que ninguno de nosotros querría ser el peor volumen de la biblioteca, una discordancia o una mancha oscura.

De modo que la explicación de Borges del libro de Job -y por ende del sufrimiento en el universo y su relación con la divinidad y con un hipotético plan suyo para nosotros- será coincidente con la de Max Brod y se cifrará en notar la presencia final en el libro citado de dos monstruos, Leviatán y Behemot, a través los cuales, según Borges,

Dios declara, (...), que El es inescrutable, es decir, que la naturaleza de Dios no tiene por que ser comprendida por el hombre.

Hablar de la justicia o de la bondad de Dios ya es una suerte de atrevimiento: es aplicar una medida humana a la divinidad. Creo que Huxley dice "...no hay ninguna razón para que un hombre inteligente en el siglo XX comprenda al universo, es decir, comprenda a Dios..." y creo que el verdadero, aunque acaso inconsciente propósito del Libro de Job, fue insistir en lo inexplicable e inescrutable de Dios. Dios no se justifica, declara su poder, evoca los ejemplos del Behemot y del Leviatán, no dice una palabra de la razón de las pruebas a que ha sometido a Job por su diálogo con el diablo.

En suma para Borges, para Brod, para muchos, el libro de Job afirma que sí cabe un propósito divino para esta humanidad pero este a todos luces permanece(rá) ignorado por los humanos pudiéndose así asumir la existencia del dolor, de la tragedia, en suma de lo diverso, sólo -como dije una vez- en aras de seguir evolucionando, esto es, como acicate y guía para seguir acercándonos a conseguir el susodicho propósito misterioso sucediéndonos a todos tal vez lo que en el hermoso microrrelato de Borges, Inferno, 1, 32, se nos cuenta qué le sucedió a Dante.

Sin embargo, tal comportamiento de la providencia me recuerda al debate que la tradición (a través de una entrevista a Frank J Tipler) nos cuenta tuvieron Leibniz y Newton.

El primero descreía de una divinidad intervencionista porque hubiera sido similar a un relojero que ante una chapuza se ve obligado a introducirse en la realidad para deshacer el desaguisado, en consecuencia, Dios creó un mundo perfecto innecesitado de todo arreglo. Mas como le reprocha sabiamente Newton, una Deidad inane sería como tener un rey cuyas acciones sus súbditos nunca percibiesen de modo que estos concluirían que de nada les sirve tal rey impasible. Estamos en el apateísmo, efectivamente, ¿por qué (o aún peor: ¿cómo) amar a alguien que no hace nada por nosotros?

Se me ocurren a bote pronto dos respuestas. La primera la obviaré por fantasiosa, por abreviar el texto, por no querer monopolizar esta anotación sobre Dyson con mis divagaciones metafísicas. La segunda necesita del concurso de la fe porque realmente no da respuesta concreta al problema nomás se resume en decir que sí hay intervención pero que dicha intervención no viola las leyes naturales siendo el singular margen de maniobra, que la materia -según la mecánica cuántica- tiene en sus niveles más fundamentales, una pista de dicha potencialidad. No obstante si dicha actuación sirviera para mejorar el mundo entonces nos encontraríamos, una vez más, con un dios chapucero en la planificación previa de su obra.

Sólo puede entenderse todo lo malo y todo lo bueno como parte de un Plan y sólo cabe a dicha intervención entenderla como una forma que tiene la divinidad de afirmar Su Existencia, una existencia que para entender por qué desapercibimos tendríamos que volver una vez más al callejón donde nos atascamos antes; me refiero al relato de Borges sobre Dante, a la idea de que ignora(re)mos el por qué de todo, a la idea de que la máquina del mundo -en virtud de que su autor no quiso ser chapucero, reconvendría yo- es harto compleja para la simplicidad de los hombres.

Tal incognoscible complejidad no disuadirá a Dyson de tratar de algún modo vislumbrar lo que el futuro nos depara:

La expansión de la vida y la humanidad en el universo nos llevará a una vasta diversificación de ecologías y culturas. Al igual que en el pasado, la extensión de nuestro espacio vital en el futuro nos traerá tanto oportunidades para la tragedia como logros. A este proceso de desarrollo no le veo fin. Es inútil que tratemos de imaginar la variedad de experiencias físicas, intelectuales y religiosas que puede alcanzar la humanidad.

Futuro que como en cierta ocasión apunté tendrá que pasar por ciertas metas volantes y cuya meta final ha sido especulada por varios pensadores, desde Teilhard de Chardin que dio en llamarla punto Omega, hasta Frank J. Tipler que dio también en llamarla punto Omega y que se cifraría en que

este proceso debe culminar con una inteligencia artificial casi todopoderosa cuya velocidad de computación y capacidad de almacenamiento informático crecerán del mismo modo exponencialmente, y a un ritmo que impedirá el colapso del universo, proporcionando así un infinito "tiempo virtual", el cual será utilizado para desarrollar simulaciones informáticas de toda forma de vida inteligente que alguna vez haya existido en la historia del universo.

A dicho ejercicio de realidad virtual Tipler lo denomina: la resurrección de los muertos.

Sí es verosímil, al ver nuestra singular evolución, sentenciar que seguiremos nuestro particular proceso de hibridación tecnológica en una metamorfosis de cuyo estado final, empero, tal vez sólo cabe ser poetizado.

De hecho, eso es lo que hace Dyson para terminar su libro y también, por cierto, esta serie de posts sobre ciencia y religión:

Para describir la metamorfosis de la humanidad en cuanto nos embarquemos en nuestro largo viaje hacia al universo, vuelvo a la humilde imagen de la mariposa. Todo lo que puede decirse, ya fue dicho hace mucho tiempo por Dante en el Canto 10 del Purgatorio:

Oh, cristianos soberbios, miserables, débiles,
que enfermos de la vista del entendimiento
os fiáis de vuestros pasos retrógrados.
¿No observáis que somos gusanos
Nacidos para formar la angelical mariposa
que vuela sin impedimentos hacia la justicia?

13 comentarios:

EL INDIO JOHN dijo...

Existe una tercera opción para asimilar a Dios en cuanto a intervencionismo y creacionismo; lo dice el Buda, es un no-Dios, que en su absoluto es y no es simultáneamente; pero no está al alcance de nuestra mentalidad dialéctica, de lógica polar comprender dos estados contradictorios al mismo tiempo, por eso el Budismo es no teísta, no siendo atea. En realidad, el budismo es teosófico desde su arranque con Gautama Buda, tradición venida de los Vedas y demás hinduísmos siderales...
Te envié un mensaje de correo, pero no lo recibiste, ¿verdad?
Un saludo

Héctor Meda dijo...

Ese frentismo que tiene el budismo con la razón binaria le hace ininteligible y ya no digamos el zen. Tengo un recopilatorio de 100 koans zen -a ver si algún día cuelgo alguno- y parecen todos poemas dadaísta.

Así que no sé decirte si realmente el budismo puede ser considerado una tercera opción. Sí que me gusta su negativa a institucionalizar la religión, negativa perfectamente plasmada en el apotema (si mal no recuerdo): "Si encuentras a Dios por el camino, mátalo"

Una cuarta (¿o tercera?) opción es el panteísmo que considera la distinción entre lo sobrenatural y lo natural arbitrario. Pero para desarrrollar esta opción de forma meridianamente sensata y enlazarlo con el tema del intervencionismo necesito muchas líneas de texto que temo te acabarían provocando somnolencia.

Simplemente diré que esta opción surge de forma espontánea si considerásemos que las leyes físicas no existen realmente y que no son más que esquemas de comportamiento que adjudicamos al universo/Dios...

Te envié un mensaje de correo, pero no lo recibiste, ¿verdad?

No. Yo siempre respondo. Me extraña que se tragara tu correo mi cuenta de hotmail, ¿quieres probar con la de gmail?

Saludos

EL INDIO JOHN dijo...

Bueno, ahora me he dado cuenta que indiqué mal tu correo, porque usé una respuesta desde blog..., nada, ya te diré, no era nada importante, una chorrada...

Daniel Vicente Carrillo dijo...

La objeción newtoniana contra Leibniz no es justa. Leibniz consideraba a Dios el autor no sólo de la Creación, sino también del mayor milagro, el de la armonía preestablecida, que actuaría siempre sin que nos apercibiésemos. Siendo teísta creía igualmente en los milagros ordinarios (los que relata la Biblia), como he hecho notar con la cita referenciada a modo de apunte en otro de tus escritos.

La objeción borgeana no ha entendido bien el pensamiento de la Teodicea; ha errado por defecto, atribuyéndole menos de lo que dice, allí donde Voltaire se extravió por exceso, poniendo en su boca más de la cuenta, esta vez con frívolo afán escarnecedor. Leibniz no afirma sólo que éste sea el mejor de los mundos in toto, pues ello equivaldría a subsumir el bien moral en categorizaciones estéticas holistas. Así pensaban los estoicos, y de ahí su indiferencia sumisa ante el fatum, que sin ser lo mejor para mí era no obstante lo mejor entre lo dado, al conllevar un mayor orden. Distanciándose expresamente de esta visión, según la cual la sabiduría pasa por el descontento, el bienhumorado filósofo sostiene que sólo por estar en el mejor de los mundos somos eo ipso los más afortunados de los individuos, ya que también ocupamos en él el mejor lugar que cabría esperar. Es decir, que no haya una plenitud del bien (que sólo se da en Dios) no implica que la ordenación del bien efectivo no sea óptima, aun cuando el mal se produzca al estar contemplado en el plan.

Por último, sobre la ininteligibilidad de Dios para el hombre, respondo con De Maistre, cuya obra principal no había empezado a leer hasta hace unas semanas, por sorprendente que pueda parecer:

Y no os dejéis engañar por las teorías modernas sobre la inmensidad de Dios, sobre nuestra pequeñez y sobre la locura que cometemos queriéndole juzgar por nosotros mismos; bellas frases que no tienden a exaltar a Dios y sí a degradar al hombre. Las inteligencias no pueden diferir entre sí más que en perfección, del mismo modo que las figuras iguales no pueden diferir sino en dimensiones. La curva que describe Urano en el espacio es la misma que la que encierra bajo su cáscara al polluelo del colibrí, diferente sin duda inmensamente. Reducid todavía la segunda hasta el átomo, abrid o ensanchad la otra en el infinito, y serán siempre dos elipses que representaréis o demostraréis con la misma fórmula.

Héctor Meda dijo...

Bueno irich, por puntos:

La objeción newtoniana contra Leibniz no es justa

Es cierto. Precisamente ahora estoy leyendo un libro: La mente de Dios de Paul Davies -que es otro científico que como Dyson pretende conjugar ciencia y religión- en donde se saca el tema de la discusión sobre Dios entre Leibniz y Newton.

Parece claro que el segundo defendía una suerte de Dios de los Huecos mientras que el primero aunque sí creía en un "mantenimiento" del universo, pero dicho mantenimiento no afectaba a sus leyes.

Lo que pasa es que la metáfora del reloj perfecto e intocable sí que es criticable. Se podría decir que Leibniz equivocó la figura retórica.

Esta analogía, del tambíen físico Rusell Stannard y sacada del libro de Davies antes citado, tal vez te guste y creo que camina en la línea de Leibniz, tú dirás:
Un libro completo existe en su totalidad aunque nosotros lo leamos en una secuencia de tiempo de principio a fin. Al igual que un autor no escribe el primer capítulo y deja que los demás escriban los restantes por sí mismos, la creatividad de Dios no debe confinarse exclusivamente a, ni siquiera estar especialmente dedicado a, la producción del big-bang. Más bien su creatividad ha de verse impregnando por igual todo el espacio y todo el tiempo: su papel como Creador y Mantenedor se funden

También dices: La objeción borgeana no ha entendido bien el pensamiento de la Teodicea

Pero como tu bien dices le plenitud del bien no se contempla porque así está ordenado en el Plan, pero ¿cuál es el susodicho Plan sobre el cuál lo único que dice Borges es que no se puede resumir únicamente con la hipótesis de la máxima diversidad?

Aquí enlazamos con tu siguiente apunte:sobre la ininteligibilidad de Dios para el hombre

Dicha ininteligibildad es dada por la propia condición sobrenatural de Dios. La diferencia de grado puede ser suficiente para imposibilitar una plena intelección, plena al punto de poder borrar toda duda, de cualquier Plan sobrenatural. Es ahí donde entra le fé, ¿no?

Saludos

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

La solución: aquí

Héctor Meda dijo...

XDDD

Jesús, no sé si has leído a Douglas Adams en Guía del autoestopista galáctico. En esa novela, un superordenador, Pensamiento Profundo, da la respuesta:

42

A mi me satisface, ¿a ti no?

Saludos

Jesús P. Zamora Bonilla dijo...

Pues lo siento, me sigue gustando más la hipótesis del para churu (o parachurismo).

Sierra dijo...

Che, no sé, a mí me parece que la navaja de Occam corta a través de esto como mantequilla. ¿Por qué creer en un plan que, como se dice en este artículo, no podemos de modo alguno demostrar, entender o siquiera imaginar?

Comienza a gustarme este blog. Es muy —me permito usar una palabrita de tertulia— ecléctico.

Sierra dijo...

Ah, sobre el punto de por qué amar al relojero que no vemos hacer nada por nosotros... Bueno, detesto el papel del cura, pero vamos, es como preguntar «¿qué le debo a mi padre si abandonó a mi madre?». La mitad de tu carga genética, para empezar. En el caso de Dios, tu existencia. Tomás de Aquino se pregunta si ello genera una situación de deuda respecto a Dios. Desde un punto de vista moral, resulta que no, porque el "favor" que nos hace Dios es tan grande que resulta absurda la idea de pagarlo. Además, si pudiese pagarse, ello nos libraría de obligaciones con él, lo que parecería absurdo; pero a lo imposible nadie está obligado. Eso no quita que, de haber un demiurgo, no hace falta que se meta deus ex machina en el escenario para prestarle un poco de atención. A no ser que se sea, como el Cadmo de Las bacante, un bruto.

Héctor Meda dijo...

Bueno, Sierra, yo simplemente quería recoger la idea de Dyson y añadirle comentarios pero sin llegar a avasallar la opinión del científico.

En ese sentido yo tengo un enfoque totalmente diferente.

Por cierto, no sé a qué te refieres con que el blog sea ecléctico, sólo espero que, sea lo que sea, sea algo bueno... ;-)

Héctor Meda dijo...

Bueno, Sierra, yo simplemente quería recoger la idea de Dyson y añadirle comentarios pero sin llegar a avasallar la opinión del científico.

En ese sentido yo tengo un enfoque totalmente diferente.

Por cierto, no sé a qué te refieres con que el blog sea ecléctico, sólo espero que, sea lo que sea, sea algo bueno... ;-)

Sierra dijo...

Claro, eso lo entiendo perfectamente. Sin ir más lejos, tampoco comparto el enfoque de Aquino; sin embargo, conviene citarlo en muchas situaciones..., me parece que su maquinaria intelectual es... ¡pufff! Eso no obsta a las objeciones.

"Ecléctico" es una de esas palabritas a las que se recurre para sonar interesante cuando no se tiene nada importante que decir. Pero, en este caso, claro que era un cumplido. Me gusta cómo este blog recoge múltiples enfoques sobre las cuestiones que trata. Es relajante, después de tanto pontificar ideológico que se oye en todas partes. Además, creo que compartimos una idea de fondo esencial.

Siga con la buena obra.