Contra Meillassoux en su disputa con Kant: Contingencia vs. Legaliformidad
En <<Después de la finitud>>, Meillassoux trata de defender la absoluta contingencia de todo acontecer y debe enfrentar para ello (entre otros escollos) aquel que nos sugeriría una absoluta permanencia de una realidad legaliforme a fuer de encontrarnos una y otra vez con un devenir empírico y por ende cognoscible.
Contra esta postura escoge de oponente representante a Kant, quien, en un determinado pasaje de Crítica de la Razón pura <<trata de demostrar que es absurdo explicar, como lo hace la necesidad objetiva de las leyes naturales solamente por nuestro acostumbramiento subjetivo a esta: porque si semejante necesidad objetiva no preexistiera al hábito que podemos tener, no habríamos tenido nunca la ocasión, según Kant, de acostumbrarnos a algún acontecimiento cualquiera, a falta de una regularidad "suficientemente durable" {Meillassoux subraya este pasaje} de lo dado empírico>>.
Para contrarrestar semejante movimiento, el francés apela a un excurso meta-matemático en donde finalmente se autosugestiona haber demostrado como factible (aunque no obviamente necesario) el que pudiera haber una modificación continua de lo universo-dado como para poder simplemente estar jugando ahora mismo en reiterada pero azarosa reiteración de "caras" que como una seguidilla de semáforos verdes nos han precipitado a una situación tal en donde efectivamente inteligimos "un" mundo pero mañana (o luego) igual ya tal.
La verdad es que la textura de su razonamiento refleja siempre una suculenta completitud, no obstante, escoge aquí a un adversario timorato que quiere defender la cognoscibilidad del mundo de manera probabilística y por tanto claudicante.
En realidad, Meillassoux no puede no escoger una ontología estable si se atiene a creer que las matemáticas no dependen de la mente humana para describir lo real, sino que tienen un estatuto ontológico independiente.
Y eso tiene consecuencias.
Veámoslo con el Dilema de Benacerraf , el cual, es un problema fundamental en la filosofía de las matemáticas, formulado por el filósofo Paul Benacerraf en su artículo "Mathematical Truth" (1973).
El dilema surge al confrontar dos posturas aparentemente incompatibles sobre la naturaleza de las matemáticas:
- Platonismo matemático:
- Sostiene que los objetos matemáticos (números, conjuntos, etc.) existen de manera abstracta, independiente de la mente humana y del mundo físico.
- Las verdades matemáticas son descubiertas (no inventadas) y son objetivas.
- Problema: Si los objetos matemáticos son abstractos e inaccesibles causalmente (no interactúan con el mundo físico), ¿cómo podemos conocerlos? Esto genera un desafío epistemológico: no hay una explicación clara de cómo nuestra mente, limitada por la experiencia sensorial, puede acceder a entidades abstractas.
- Nominalismo o formalismo:
- Niega la existencia de objetos matemáticos abstractos. Las matemáticas son un juego de símbolos, convenciones lingüísticas o construcciones humanas.
- Las verdades matemáticas dependen de reglas formales o de prácticas sociales.
- Problema: Si las matemáticas no son objetivas, ¿cómo explican su increíble aplicabilidad y éxito en las ciencias naturales? Parecen ser más que meras invenciones humanas.
El dilema en sí:
- Opción 1: Aceptar el platonismo (objetos matemáticos reales) pero enfrentar el problema de cómo conocemos entidades abstractas (problema epistemológico).
- Opción 2: Rechazar el platonismo (reducir las matemáticas a lenguaje o convenciones) pero enfrentar el problema de su objetividad y aplicabilidad (problema semántico).
En resumen, Benacerraf señala que:
- Quien quiere una epistemología plausible (como el nominalismo) pierde la objetividad de las matemáticas.
- Quien quiere objetividad (como el platonismo) pierde una explicación plausible de nuestro conocimiento matemático.
En el caso del francés, dado que, como dijimos, considera que las matemáticas son in-dependientes de la mente humana, cabe adscribirlo al grupo de los "platonistas matemáticos" y ponerle a resolver el interrogante de que, siendo los objetos matemáticos abstractos, inaccesibles, ¿cómo es que causalmente podemos conocerlos?
A mi juicio este dilema de la "causalidad" interactiva se desvanece si tomamos por válida la refutación de la existencia del tiempo efectuada por John McTaggart (1866–1925) en su artículo "The Unreality of Time" (1908). Su tesis central es que el tiempo, tal como lo experimentamos, es una ilusión, porque las características que le atribuimos (pasado, presente y futuro) son contradictorias o incoherentes.
El argumento de McTaggart en dos partes:
1. Serie A (A-Series) vs. Serie B (B-Series)
McTaggart distingue dos formas de entender el tiempo:
- Serie A (Temporalidad subjetiva): Ordena los eventos como pasado, presente y futuro. Esta serie es dinámica (lo que es "presente" cambia constantemente).
- Serie B (Temporalidad objetiva): Ordena los eventos como anteriores o posteriores entre sí (ej.: "La batalla de Hastings ocurrió antes que la Revolución Francesa"). Esta serie es estática, sin referencia al "ahora".
Para McTaggart, la Serie A es esencial para que el tiempo sea real, porque sin cambio (sin distinción entre pasado/presente/futuro) no habría temporalidad. Pero aquí surge el problema.
2. La contradicción en la Serie A
McTaggart argumenta que la Serie A es incoherente porque:
- Todo evento debe tener las tres propiedades (pasado, presente, futuro), pero no simultáneamente (sería una contradicción decir que un evento es pasado, presente y futuro al mismo tiempo).
- Si decimos que un evento adquiere estas propiedades sucesivamente (ej.: "el evento E es futuro, luego presente, luego pasado"), entonces necesitamos otra dimensión de tiempo para explicar ese cambio... lo que lleva a una regresión infinita.
Conclusión: Como la Serie A es contradictoria y la Serie B no captura la verdadera naturaleza del tiempo (por ser estática), el tiempo no existe realmente; es una ilusión.
Es decir, para McTaggart el tiempo no existe y podríamos decir que esto nos permite afrontar el Dilema de Benacerraf de este modo: Las estructuras matemáticas existirían Sub specie aeternitatis y su incidencia en nuestro pensamiento no devendrías a resultas de un evento causal sino sino un degradación de nuestra percepción de lo auténticamente real.
Retomemos: Benacerraf exige que, para que el conocimiento matemático sea válido, debe haber una relación causal (o al menos epistemológicamente accesible) entre el sujeto y los objetos matemáticos.
McTaggart (por otro lado) argumentó que el tiempo (y por extensión, la causalidad tal como la entendemos en física) es una ilusión, pues las descripciones temporales son contradictorias (su famosa distinción entre "serie A y B").
Si aplicamos esto al dilema, nos encontramos que exigir una explicación causal-temporal para el conocimiento de lo abstracto sería como pedir que lo atemporal se ajuste a categorías temporales. El dilema de Benacerraf es poderoso porque fuerza a clarificar nuestras teorías epistemológicas y ontológicas, pero su exigencia de "causalidad" interactiva es inane para aquellos que creen que las estructuras matemáticas existirían Sub specie aeternitatis y además que tiempo es una ilusión perceptiva (fruto de una cognoscibilidad de-grado-dada) pero NO un absoluto real.
Ahora bien, si Meillassoux considera que las matemáticas existen con IN-dependencia de la mente humana, o bien explica su interactividad causal en nuestro pensamiento o bien les adjudica una existencia fuera del devenir temporal y por tanto a-contigentes. NO se puede sorber y soplar.
Mientras no haga lo primero, la defensa kantiana de la legaliforme estabilidad perpetua de lo real prevalece, solo que esta vez sin apuestas probabilísticas sino que dicho con convicción.
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