lunes, 5 de diciembre de 2011

El canon occidental

(De un anterior post sobre el esteticismo en filosofía emergió un debate con un lector comentarista, Sierra, del que paso a re citarme estructuradamente)

Cierto es que podría vindicarse a Nietzche no mediante un argumento estético pero sí uno, digamos, sociológico en virtud del cual habría que leer al filósofo alemán por algo así como un mira lo que ha venido después. No obstante, fíjate bien, lo que ha venido después lo ha mejorado, quiero decir, lo ha mejorado en la línea recién argumentada de por qué Wittgesntein, aún viniendo después, aún reescribiéndole, lo ha mejorado, se quiere decir, con Nietzche, con cualquier agente creativo, acabada la novedad, entendida su verdad, la valía que diera en poseer debiera ser evaluada autónomamente, sin invocaciones de seguidores, sin argumentos de autoridad.

Cójase un terreno de seguro estético, la música, y evalúese a un músico de seguro innovador, Schoenberg, pues bien, aunque toda una serie de corrientes musicales le deben (literalmente) la vida, esto es, desde el atonalismo hasta el serialismo pasando por el dodecafonismo, pues bien, insisto, me importa un bledo, quiero decir, no me gusta, insisto al concretar, ni tenía la expresividad de un discípulo suyo como Berg, ni el misticismo de un discípulo suyo como Webern, pero es que además todos aquellos que le siguieron, en su mayor parte y aún habiendo sido tantos (Nono, Boulez, Babbitt, etc.) y tanto (como setenta y tantos años), me parecen igual, vamos, compositores que no supieron conectar con su público y más bien instauraron un autismo musical solo apto para sectarios diletantes, de estructuras compactas pero inaudibles, en fin, justo como la práctica totalidad del posmodernismo que puso en un pedestal a Nietszche.

En resumen, y en última instancia, la argumentación estética, a mi ver, debiera bastar para establecer un canon de obras filosóficas y así como no puedo confortar una escucha por muchos seguidores que secundaran al músico, así tampoco tendría que leer deliciosamente a quien le reescribieron mejoradamente, antes bien, debería uno pasar de los bocetos y entrar de lleno en la redondez bien plasmada de la idea (aunque aquí, con lo de la idea, cuidado, no quiero hacerte saborear un resabio de platonismo).

Es cierto, estoy en la intuición, de que a cada uno, según su carácter, le encajan ciertas emanaciones creativas, no obstante, admitido esto, seguiría sin ver por qué justamente es Nietszche quien difiere de mi carácter más que otros pues no es precisamente una persona reduccionista que acabe por resultar claustrofóbica, antes bien, Popper me parece mucho menos aforístico pero más tendente al relojero pensamiento funcionarial y sin embargo me gusta tolerablemente. (También hay en Nietzsche una teatralidad exasperante, tal que en Cioran, solo que en éste, otra vez, resulta más verosímil las más de las veces). Pero vamos, sí, sin duda, lo acepto, si escogemos finalmente una filosofía u otra, es básicamente por su carácter, vamos, no es lo mismo la costumbrista perspectiva de un Russell que la angustiada visión de un Cioran y no es baladí este asunto, todo lo contrario, me parece crucial, esencial de hecho, y aquí se vislumbra un contraargumento aún más sólido que el sociológico y éste se cifraría en convenir que el disfrute estético de una obra depende, bien en el fondo, de la conectividad que ésta tenga con nuestro carácter, esto es, por muy bien que esté construida la Quinta sinfonía beethoveniana, si nos incomoda lo épico, por estruendoso, por teatralizante, por lo que sea; acaberemos por ser incapaces de disfrutar de dicha obra como dios manda.

Mas cuidado, esta es una crítica, a nada que la fijes precipitadamnete, que a la postre impugnaría un pretendido canon artístico, por caso, se puede decir que Beethoven construye más elaboradamente que Schubert pero si preferimos el intimismo del austríaco...pues ¡no! pues justamente eso es lo que nos pide el arte, quiero decir, hay que desoír el colocón de nuestras p-referencias emocionales ("¡Ah! un solitorio acorde de violín agudo...¡Qué melancólico!") y escuchar cómo la obra construye manualmente nuestras interacciones emocionales.

Claro que hay un límite humano de tolerancia a lo ajeno a nosotros, quiero decir, en la teoría el canon es el Canon, en la práctica, uno acaba por emborronar ciertas preferencias en función de sus indelebles tendencias temperamentales y el Canon acaba siendo, bueno, pues eso, mi canon y de ahí que a mi, personalmente, me guste defender mis lecturas (a veces me resulta ridículo defender por qué leo Hamlet pero creo que justo por eso lo hago), quiero decir, ¿es personal mi desprecio a Nietzsche? Pues bien, puede ser, es más, en última instancia lo será, sin duda, pero al menos lo he tratado de argumentar y aunque, insisto, no descreo que pueda estar confundido, pienso que dicha revelación sólo se podría mostrar textos nietzchanos mediante porque a mi, insisto, me parece un pensador (con independencia de cómo escriba) aforístico, nada que ver, por insistir, con la sensualidad meditativa que ofrece el contacto con los marmóreos experimentos mentales de Wittgenstein (quien cuando incluso en Tractatus escribe aforísticamente se ve que no piensa así).

Pensar lo contrario es pensar ideologizadamente, es decir, disfrutar de una obra, no en función de la rica interactividad propuesta, sino en función de su acomodo temperamental con el nuestro y, a partir de ahí, desarrollar una justificación racionalista y verborreica de nuestras preferencias (circunstancialmente biográficas) que cribe apodícticamente lo que es arte bueno y lo que no, v.gr, todas las payasadas de Adorno contra Stravinsky o el propio Stravisky, cuando nos quiere convencer de que la música no puede emocionarnos y, claro, entonces te encuentras que si te conmueve una sonata de Chopin pues es que este hombre está haciendo morralla sentimentaloide. Nada más lejos. Suelo adivinar cuándo un artista sobreimprimió una filogorrea (narcisista en el fondo) sobre sus agudas intuiciones perceptivas, cuando se muestra provinciano en la inspiración o directamente en el disfrute estético, quiero decir, cuando afirma que (exagero) toda la música es una mierda salvo Bach pero porque éste trabajaba con números o tenía contacto con lo numinoso o cualquier afirmación etérea del mismo jaez. Nada hay más emocionante en ese sentido -y muestra de su grandeza-, que Beethoven recogiendo canciones populares -y agrandándolas, claro- o Shakespeare fusilando a escritorzuelos de segunda fila -y agrandándolos, claro- (el creativo de verdad encuentra inspiración o algo que asimilar hasta en una piedra); y no hay mejor ejemplo de cerrazón pueblerina que el último Heidegger cuando afirmaba que los únicos que supieron filosofar fueron los griegos presocráticos (por cierto, aclaro que la afirmación del primer Heidegger de que toda la filosofía occidental anda confundida por haber hecho metafísica no me parece peligrosamente provinciana pues sería, sobre todo, un gesto más bien protocolizado, si se quiere, de necesaria autoestima de modo que el pensar que el resto está confundio permite de algún modo el emprendizaje y eso, en la medida en que se controle, puede ser tolerable porque no quita de disfrutar de, ni inspirarse con, el resto de acontecimientos creativos) pero decir directamente solo éste y éste -los cuales, casualmente, se parecen a mi-; es solidificar un temperamento, consolidar un paisaje perceptivo, atrofiar la flexibilidad del músculo creativo.

Dicho esto, recién me doy cuenta de que, bajo la coartada de la lectura procesual de las obras artísticas, tal vez no menos apodíctico y delimitante en mis juicios soy yo que aquellos a quienes tacho prepotentemente de provincianos y aquí conjeturo, o me gustaría pensar, que efectivamente estamos todos -por más que nos queramos adherir a un canon como una suerte de código moral no privado- sujetos a nuestras inestables preferencias personales y de ahí el reto, el desafío de conseguir abarcar más sin caer en escuchas no masticadas, y de ahí la ayuda del canon y de su densa heterogénea consistencia.

7 comentarios:

Sierra dijo...

Bien, ante todo habría que aclarar que no es a mí a quien cita. Esa ambigüedad casi me da un infarto al empezar a leer pensando que yo había dicho esas barbaridades.

En primer lugar, no sé si es lo que se entendió de mis comentarios, pero querer defender a Nietzsche solo por su enorme influencia sería una jeremiada. Habría que decir que aun en el hipotético de que Nietzsche fuese vacío y soso, lo que no es ni por un segundo, habría que estudiarlo para entender sus influencias. Porque la influencia filosófica tiene un valor muy distinto a la artística. ¿A quién le importa si Shakespeare le robó un argumento a cualquier plumífero de segunda? Pero que Nietzsche inventara una nueva forma de pensar que permitió la existencia de Heidegger, entre otros, eso sí importa.

Habría que admitir que la comparación con Schönberg es una falacia. Apreciamos el arte por razones muy distintas a las que nos impulsan a estudiar a los filósofos. Para la apreciación del arte es esencial el gusto; para la apreciación de un filósofo... bueno, es que la apreciación no tiene nada que ver: ¿dice la verdad o no? Y si sí, entonces eso basta. Si la estructura aforística —y es bien discutible que esta caracterísación cace con Nietzsche, y bien indefendible que no cace con Wittgenstein, por cierto— no le gusta, pobrecito, hágase nanai: ¿dice la puta verdad o no? Leer a Tomás de Aquino es el peor fastidio al que puede someterse un ser humano, ¿pero dice la verdad? Si sí, entonces su estilo es irrelevante salvo como medio de la verdad; si no, entonces toda la obra es irrelevante, ¿por qué perder el tiempo discutiendo el estilo?
Claramente la situación no es analogable al arte. El contacto de una filosofía con el gran público o su autismo son irrelevantes en la medida en que diga la verdad; el arte no puede apenas existir si no está en contacto con el público.

En segundo lugar, y en retrospectiva, no entiendo qué carajos quiere decir con "argumentación estética". Pocos escritores, ya sea de filosofía o poesía, han tenido una pluma tan buena como la de Nietzsche. ¿Qué se le puede criticar estéticamente? ¿Las macro-mezo estructuras? Bueno, si no puede apreciar el profundo sentido estético de Nietzsche (de entre todos los filósofos, ¡Nietzsche!), diría que es Héctor quien tiene el problema. El principal atractivo de Nietzsche para el neófito es precisamente su belleza literaria, por algo Russell lo comparaba con un novelista frustrado; ¿a quién diablos le importa lo que haga con sus estructuras? ¡Para eso está la variedad! O ya podríamos criticar a Borges por ser incapaz de cualquier estructura un poco más complicada que la del cuento.

Sierra dijo...

Por lo demás, para estar tan concentrado en criterios estéticos, me llama la atención que no note por qué Nietzsche no le va a su carácter: quince minutos leyendo este blog y luego quince minutos leyendo a Nietzsche y uno da con la respuesta: ¡mire la sintaxis! Son idiomas distintos, y no se trata del alemán y el castellano, sino de lenguajes del espíritu. Esto es provincianismo: un español que oye hablar a un chino y lo acusa de ser ininteligible.

Si Heidegger le parece provinciano, qué pensará de Mahler, quien aseguraba que solo había Beethoven y Wagner; qué pensará de Kant, quien aseguraba que toda la filosofía anterior era inútil por acrítica; qué pensará de Sócrates, ¡por dios!, o del mismo Shakespeare, que no se dio nunca la molestia de aprender latín o griego; qué de Miguel Ángel, que despreciaba a los maestros; ¡qué pensará de Beethoven, que despreciaba a todo el mundo sin distinciones!
Conociendo una pizca de griego, un poco de alemán y algo de las ideas de Heidegger, le aseguro que no le faltaban razones para pensarlo. Y sea por el idioma o no, la filosofía en griego y alemán está a años luz de la que hay en francés, ni qué decir del inglés; y, por dios, ¡no me cite a Ortega y Gasset como contraejemplo! Pero nada de esto quería decir Heidegger, de todos modos, sino que afirmaba una relación íntima entre el idioma y la verdad, una relación poética, asegurando que la filosofía debía hacerse oyendo las palabras. No es culpa de nadie que pueda oírse más en el griego que en un idioma para lelos como el inglés, que hasta los chimpancés pueden entender.

La comparación de Nietzsche con Ciorán en francamente insultante. Por ponerle una analogía que le causará a usted un efecto parecido, es como comparar a Borges con Coehlo. No se hace.

Finalmente, si del canon se trata, no me hable de su canon, porque aunque compartamos muchos gustos y opiniones, su canon personal no podría importarme menos comparado con el canon occidental, en el cual Nietzsche lleva metido un buen tiempo y por excelentes razones, y en él lo han metido tipos que entendían de estas y otras cuestiones mucho más que usted y yo. Y el canon occidental siempre manda. Se necesitan armas más pesadas que las aquí esgrimidas para avocar que se expulse a alguien de tan inclita lista.

Si va a criticar a Nietzsche, por favor hágalo ciñéndose a los motivos habituales: su puerilidad, su falta de carácter filosófico, su teatralidad, la ridiculez que es creer en el superhombre... Pero no diciendo que es un mal escritor, por el amor de Cristo.

(Me quedó bien abrasivo el comentario; desde luego, me entiende, no es nada personal).

Héctor Meda dijo...

(Bueno, he corregido la intro para recalcar que no he dado en plagiar y usurpar su privada voz ;-))

Vaya por delante que, más allá de acusaciones con nombre y apellidos, lo que pretendía más bien era defender la perspectiva estética de la filosofía, o sea, fijarnos en cómo se construye una argumentación persuasiva del mismo modo en que nos fijamos (si somos oyentes disciplinados) en cómo se construye un minueto emotivo y ahí es donde me quiero mostrar más terco, quiero decir, me parece una equivocada idea el considerar que la Verdad basta para encumbrar una obra: ¿qué es la Verdad? Cuando Fermat escribe en un margen de un cuaderno suyo que el Teorema de Fermat (por esa jugada suya, así llamado) es verdad, ¿qué valor tiene dicha revelación si para su demostración se necesitó llegar al final del s.XX y una prueba de varios cientos de páginas? ¿Cómo entender que la verdad de un enunciado basta sin importar su sustento silogístico? Por si fuera poco, hay un platonismo ingenuo en considerar la verdad como una suerte de hecho extralingüístico esperando ser vestido por el lenguaje (Heidegger otra vez :-( ), por el contrario, la verdad no es más que un instrumento performativo útil según el ámbito de actuación y por tanto el nivel de detallismo que queramos. Un decir: si yo te digo que mi padre (al que no conoce) es egoísta, ¿acaso le he hecho ver algo sobre su personalidad, su forma de ser? ¿O más bien quedó la información en el mismo grado genérico de un hiperónimo tal que decir "país europeo" en vez de "España"? Ahora, si usted quiere decirme que tiene intención de pedirle ayuda para hacer una mudanza, en este caso, la información tiene un nivel de detallismo aceptable, ¿no cree? Otro tanto pasa al decir "el lenguaje es una legión de metáforas" (Nietzsche) pues, aún conveniendo que sea (relativamente) cierto, ¿acaso puedo usar esa proposición para cualquier ámbito de actuación? Por ejemplo, ¿cree que si yo me pongo a discutir con un positivista -creyente en el arraigo empírico del lenguaje- el decir que no, que "el lenguaje es una legión de metáforas" va a cerrar la discusión pues recién dije una verdad inapelable, cierta a simple vista? No, todo lo contrario, la afirmación de Nietzsche sólo tiene recorrido dentro de un auditorio convencido: no es un arma operativa, antes bien, se parece a esos cacharros norteamericanos que sólo funcionan al conectarse a enchufes norteamericanos, o sea, no funcionan por aquí, por europa.

Y hay una última objeción, más grave, más profunda, más incuestionable (para mi), a la creencia de que a un filósofo le basta decir verdades y ya está y hablo de la premisa subyacente sobre la que germina dicha idea, a saber: el lenguaje permite a un emisor inocular tal cual un pensamiento a un oyente. ¡Falso! ¡Horror! ¡Anatema! Un (competente) lector shaskeperiano jamás podrá condecir con semejante ingenuidad, por el contrario, lo que nos habilita el lenguaje es a incitar ciertos comportamientos (cognitivos también) que, en ciertos ámbitos, pueden parecerse, o traducirse, por aquello que nosotros consideramos queríamos decir/conseguir (como cuando al lanzarnos a cazar conejos encontramos que ese animal vale por el aborigen término gagavai).

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Héctor Meda dijo...

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¿Nietzsche escribía bien? Yo no he dicho que fuera mal escritor, ojo, sino que su obra filosófica carece de suprema valía estética. En cualquier caso, ser buen escritor NO es solo tener un límpido estilo literario e incluso eso, además, no te hace literato. No, señor, no. Borges, con su legendaria sinteticidad (ahora, es justamente en su ficción donde lograba romper los aforísticos muros constrictivos de su pensamiento), lo explicó magistralmente: Quevedo y Góngora podrían haber mejorado cada página escrita del Quijote, correcto, pero nunca hubieran escrito el Quijote.

La belleza (que mucha gente pop confunde en general con claridad + metáforas sueltas) de Nietzsche no es más que producto de su racheado pensamiento del mismo modo que el permanente atesoramiento de citas memorables en la obra de Oscar Wilde no hace sino mostrar su superficialidad psicológica y verbal, vamos, no se puede hacer una tortilla sin romper unos huevos y quien pretende salir silbando luego de una sinfonía de Beethoven no entendió nunca que el lenguaje precisamente debe ser violentado y que la belleza es algo más que unos tacones, vestido corto, densa pátina de maquillaje: es saber cómo y qué mostrar.

Respecto a los provincianismos. Otro innegociable (pero más discutible por cuanto es más empirificable la discusión).

Brevemente. Mahler justamente me parece que es como todos los músico austrogermanos que le siguieron: un nacionalista. No es malo, de acuerdo, pero tiene me resulta, justamente por lo dicho, más epigonal que universal.

Y Kant simplemente hacía retórica (como el primer Heidegger y ahí no pasaba nada) y ya dije que quien no piensa que tiene algo que decir que el resto no dijo, jamás acabará con la hoja en blanco pero una cosa es lo que se dice (con toda su exasperante teatralidad) y otra cosa lo que se que se escucha y Kant, precisamente, fue el primero en leer y sintetizar y criticar pero en suma: asimilar a dos corrientes para entonces ya distanciadas, esto es, racionalismo de Leibniz y empirismo de Hume. Si eso no es amplitud de mirar (por mucho que diga esto o aquello) que baje dios y lo vea.

Y Shakespeare sí sabía latín y griego (lo que pasa es que según Ben Johnson sólo sabía eso y, cuidado es muy discutido por todos los biógrafos) pero, además, Shakespeare leyó a los estoicos, a Homero, a la Biblia, a Montaigne, a Cervantes (recuérdese la obra Cardenio) y a todos sus contemporáneos (especialmente Marlowe), o sea, todo lo que se podía leer en aquella época no sabiendo decentemente sino inglés y de hecho, prueba de su falta de elitismo y esnobismo, es el fusilamiento (por tanto lectura) de escritorzuelos de segunda fila.

Y Beethoven, más alla de su reparante autoretórica, admiraba sobremanera a Mozart, a Bach ("¡No es un arroyo sino bla bla blá! etc").

Y etc.

En última instancia, aunque no hubiera casos demostrados de gente no provinciana, la propia actitud de apertura es obvio que comporta dichosos beneficios, mismamente, como recién colgué hace poco, si Mises y Popper hubieran estado más a la escucha de los continentales (ellos también tienen la culpa por su autismo verbal) hubieran podido matizar y enriquecer su obra y, de paso, cercenar las interpretaciones sectarias, a la postre contraproducentes, que su legado generó.

Y por supuesto, está también la escucha de otros ámbitos no pertenecientes al campo de juego como el músico (Debussy) que se inspira en la pintura o el pintor (Kandinsky) que se inspira en la música. Es imposible creer que el provincianismo case con el talento: eso es creer en el Buen Salvaje.

El caso más ejemplar que conozco, la metáfora más convicente, quiero venir a decir, es la Cervantes recogiendo papelitos rotos del suelo (siempre según su propia declaración) con tal de poder tener así algo que leer. Insisto: Es imposible creer que el provincianismo case con el talento: eso es volver al mito del Buen Salvaje.

Sierra dijo...

Ahora sí. Debe reconocerle el mérito a mi comentario, aun si está completamente en desacuerdo, de haber logrado que expresara mucho más sensatamente lo que quería decir. Vamos, que ahora dudo más si rechazarlo.

Bien, en primer lugar, su argumento sobre la relación entre lenguaje y verdad es completamente Heidegeriano, aunque aún no lo sepa, y con eso demuestro todo lo que quería decir sobre el valor de Heideger. Le convendría tenerle más fe.

Y, desde luego, la relación entre lenguaje y verdad es indiscutible. En este sentido, hay muchas verdades que no pueden salir de ningún proceso silogístico: son precisamente estas las que interesan a filósofos como Nietzsche y Heideger(*), por primera vez en la filosofía europea. En este sentido, tienen poco valor argumental si lo que interesa es convencer a un positivista en busca de evidencia dura. Pero algún comentador de Wittgenstein dijo también que "no hay argumentos en las IF". No hay tampoco ningún argumento que respalde, por ejemplo, la doctrina del eterno retorno, en Nietzsche, pero ese no es el punto. En algún lugar al comienzo del Zaratustra hay, de hecho, un rechazo explícito a la razón y la lógica. Los tiros van por otro lado; lo que se requiere no es tanto una audiencia dispuesta a aceptarlo todo en fe, sino dispuesta, más sencillamente, a oír.

(*): En realidad, Heideger argumenta como un demonio, pero sus argumentos son muchas veces tan sutiles y carambólicos que sin una buena disposición no se los entiende. Es muy distinto, desde luego, a leer a un positivista inglés (esa sí es gente muy provinciana, por cierto).

Sigue...

Sierra dijo...

En suma, es que sí, sería un error buscar verdad en un filósofo en sentido platónico (a no ser que sea sea platonista, desde luego). Pero no puede uno tampoco quedarse en cuestiones de estilo.

Detesto a Chopin, por ejemplo, porque lo encuentro un virtuosista vacío. El virtuosismo de Paganini, en cambio, me hace perder la cabeza, porque veo en él manifestarse algo muy profundo. Siempre que entendamos la palabra "estilo" en un sentido suficientemente amplio, puede pensarse que es todo lo que me inclina a preferir uno a otro. Ahora bien, el estilo de un Aquino, en la Summa, me parece fastidioso, y sabe dios que no comulgo con ninguna de sus conclusiones; pero no puedo pasarme por la vida sin conocerlo y llamarme filósofo. Francamente, una cosa que encuentro enojosa de Wittgenstein es que nunca se diera la molestia de leer a Aristóteles: en este sentido, el más provinciano de todos los intelectuales fue nuestro querido Witti (y debió leer no tanto la Lógica como la Ética, o incluso la Poética).

El punto, que se me perdió un poco al final del párrafo, es que en los artistas buscamos la realización de los criterios del gusto (y para 'gusto' me remito a mi propia nota Nº68); en filosofía buscamos una cosa completamente diferente. Cierto que solo podemos buscarla hasta cierto punto, porque el gusto no deja de tener una poderosa influencia en este ámbito, y no podríamos ir completamente contra nuestro carácter... pero así como yo no podría dejar de concederle su lugar a Aquino, usted no debería dejar de concedércelo a Nietzsche.

Héctor Meda dijo...

Tiene toda la razón respecto a Heidegger y su concepción de la verdad, al menos respecto al Heidegger primero, quiero decir y dejémoslo claro, yo suscribo palabra por palabra lo dicho en este artículo de Rorty sobre Wittgenstein y Heidegger.

Un apunte: mucho ojo con seguir a Nabokov sin asimilarlo cuidadosamente, quiero decir, al cabo, el ejercico de deleitación literaria que (se) propone el ruso puede confundirse a veces con mero hedonismo verbal si no se conduce adecuadamente y es que me huelo en Nabokov (es un miedo, no una certeza), una veta platonista del tipo "existe una belleza ideal", que me asusta, quiero decir, creo fielmente en su polémica contra la literatura de ideas (¿qué pensaba sobre Dante? No lo sé pero sería interesante saberlo, ¿eh?) pero su forma de argumentarlo me da que te puede hacer coincidir con compañeros en gustos diletantes, quiero decir, su idea de que la literatura no debe ser ideologizada y sí leída estéticamente, procesualmente, coincide justamente con mi visión, filosofía incluida; pero mucho ojo con pretender darle la vuelta y, como con los filosófos clasificados en función de una Verdad revelada, clasificar autores en función de su Belleza revelada: ahí no paso porque no se trata de eso lo del arte.

Ud mismo, en la nota 68 que me cita y ahora releí, da en comparar el gusto con el significado de una palabra que, como ahí sí coincidimos seguro, deviene según el uso social que se le dé. Correcto. Ahora fíjese, efectivamente, no es discutible la mayor excelencia de un Beethoven sobre Justin Bieber, pero así como yo no puedo -no hablo en términos de legitimidades sino de poderes materiales- acotar de forma protocolizada el uso de cualquier objeto, pongamos, yo no puedo imponer que la Biblia se lea así o asá, todo lo contrario, puede resultar que alguien use la Biblia como apoyo para una pata coja de la mesa (reitero aquí la idea de que, como se ve, no hablo en términos de legitimidades sino de poderes materiales pues ¿cómo puedo construir un libro que no permita un uso creativo y no predicho del mismo?); resultará también de este modo que cuando alguien dice que le da lo mismo la Biblia que las Páginas Amarillas, Beethoven que Justin Bieber, a lo más que puedo decirle es que no está dándole el mismo uso que yo a esos autores, o sea, no está sabiéndolos explotar adecuadamente (saber seguir pautadamente, por ejemplo, cómo un tema beethoveniano se entrecuza en forma sonata con otro y por tanto descubrir esa nueva interacción con un objeto sonoro); y cuando me concede que Nietszche no se deja exprimir en ámbitos positivistas pero (esto no lo ha dicho pero podría) sí se hace con Wittgenstein II entonces no estoy sino diciéndole al lector nietszcheano: "hey! mira prefiero a Wittgenstein pero porque a este puede utilizarlo para algo más que ponerle debajo de una mesa coja", o sea y en definitiva, que por la vía del buen gusto me sigue apareciendo una forma de evaluar a los filósofos