miércoles, 17 de febrero de 2010

Elogios vacíos I

El otro día estuve picando textos por una librería y di en encontrar un nuevo libro de Stanislaw Lem en donde en el prólogo un julai que ya no rememoro le hacía la pelota de mala manera al escritor polaco. Hasta aquí nada sorprendente, desde aquí tampoco pero precisamente pero por ello mi crítica.

Efectivamente, en el mentado prólogo, donde se convocaban con monótona ligereza los elogios de rigor que el protocolo obliga para cualquier autor -clásico pero visionario, culto pero accesible, profundo pero humorístico- salto a mis ojos con envenenada inquina una parida que siempre oigo y nunca acepto, ni, espero, aceptaré y estoy hablando del decir, como piropo, que el autor estaba desasistido de todo dogma.

Es una característica también harto adjudicada al santo patrón de este blog -me insultas si hace falta que te lo nombre- pero que como en aquel, aunque más que con aquel, me parece, la alabanza, ridículamente elogiosa y erróneamente reivindicable.

Efectivamente, adivinemos, para empezar, qué santas narices se quiere expresar cuando a uno lo juzgan en absoluto dogmático y evaluemos, a continuación, qué aporta ese hecho a un sujeto como artista literario pues supongo que como activista filosófico, pongamos, no estamos interesados si de literatos hablamos. Aventuro entonces que dos posibles interpretaciones hay para la frase y que reseño en una escala ascendente de verosimilitud.

Primeramente se pretendería tal vez decir que el sujeto reverenciado no suscribe algún pensamiento sin el concurso, cuando más, de la corroboración experimental; del asidero racional, cuando menos. Anoté en su momento cómo el escepticismo adjudicado a algunos no es más creíble que la biografía de algunos santos y no creo precipitado decir ahora, a bote pronto, que la psicosociología que inventa ambos tipos de textos se asemejan. Se que que lo que aquí se está vindicando como elogiable no es ni más ni menos que el pavo no usa la fe, vamos, que no es un católico trinitario, ni un musulmán escrupuloso ni algún religioso más aunque, urge aclarar, no cualquier religioso más. Cabe ahora preguntarse, llegado a este punto, por qué el hecho de que un literato sea un irreligioso es en sí mismo una virtud y, para más inri, una virtud literaria pues, no lo olvidemos, estamos hablando de un literato y, ojo, estamos hablando del literato como literato. A esto entonces déjame decir como objeción que yo disfruto de Chesterton y Dante, Milton y San Juan de la Cruz aunque también de Joyce y Céline. No veo el problema y lo sé, acabo de perpetrar una suerte de argumento de autoridad mas creo que al menos yo sí hecho un argumento.

Otra interpretación a la frase de marras, una más verosímil y la que entiendo se busca cuando el mismo crimen se perpetra contra otros autores como el patrón de este libro, es que el antidogmático es alguien que no se afilia a ninguna forma de concebir lo real, que dirá que todo prisma desde el cual se observa el mundo lleva en sí mismo el germen a la postre letal de lo inefable y que toda postura sensata para el mundo nos obliga a un pragmatismo desechable, a una cosmovisión cambiante. Pero esto, y el lector inteligente ya lo habrá notado, son palabras huecas, que nada significan para el que las oye y que nada dignifican al que las escribe. A la postre, guste o no, no todo da igual y si no es posible la solución de recoger la obra de algún filósofo y decir "esto es la Biblia" ello no legitima el "a mi todo me vale, a nada me suscribo" porque entonces, porque si aplaudiera eso como si fuera el summum de la actividad intelectual, no haría sino aplaudir el mismo gesto que repite aquel (o aquella) que al señalarle con esperanza de una grata conversación mi colección Gredos de grandes obras filosóficas se encoge de hombros mientras pronuncia un profundo "Guay tío, ¿y?".

He llegado a pensar, no sé si equivocadamente, que de una de persona leída se espera algo más y en consecuencia se le elogiará por algo más.

4 comentarios:

Lino Moinelo dijo...

Hombre, yo creo que quería decir que no es una persona dogmática, es decir, que no por tener dogmas se es dogmático, sino por la forma de hacer uso de ellos.

Necesariamente se han de tener dogmas, y el que diga que no los tiene miente. Mientras no se conozca toda la verdad, habrán espacios que tendrán que ser rellenos con creencias y suposiciones.

El problema es cuando estos dogmas personales se pretender imponer, ya que en principio cualquier dogma es tan bueno como otro. El último en decidir y los motivos por lo que se cambia de ellos, son un aspecto estrictamente personal.

En eso la Ciencia ha sido y es muy positiva, ya que ofrece un marco común de conocimientos que no dependen del carisma, ni mesianismo de nadie, sino de hechos comprobados.

Pero no más.

Sierra dijo...

¡Cuánta rabia!

Gredos es lo máximo.

Malena dijo...

Suscribo a tu tesis y me atrevo a llevarla un poco más allá: creo que es necesario poseer algún tipo (cualquiera) de dogma o creencia sin fundamento como base de toda la cosmovisión que uno sustenta. Y a la hora de encarar una actividad artística, es necesario tomar partido (de modo conciente o inconciente) por una cuestión tan escabrosa y compleja que impide las respuestas racionales y obliga al "dogmatismo": ¿qué es el arte? ¿quién y para quién lo hace? ¿para qué sirve?

Octavio Paz se ha referido con muchísimo acierto a la tradición de ruptura de los movimientos poéticos vanguardistas. Notable elección de palabras, ya que en algún aspecto nadie quiere estar más alejado de la 'tradición', las normas o el dogma que la vanguardia. Y acertada! porque son fácilmente identificables varios rasgos (creo que fue poggioli el que los reunió: activismo, nihilismo, agonismo y otros más que no recuerdo) que convierten a la vanguardia en una "escuela" propiamente dicha, con un canon a seguir.
Si a ellos les pasó, creo que es necesario aceptar que le sucede a todo el mundo - que una determinada cosmovisión es lo que permite acercarse al mundo en primer lugar; sin ella, creo que terminaríamos frente a un montón de fenómenos inconexos que no podríamos explicar de ningún modo (anschauungen ohne begriffe sind blind!) o, peor aun, como burros de buridán artísticos.

Héctor Meda dijo...

Lino,

De acuerdo con la aclaración de que Lem "no hacía usos de dogmas" pero eso no me parece especialmente original en un escritor de ficción literaria antes bien, es la norma

Sierra,

Sí, mucha rabia y de hecho el post era una excusa para rabiar un rato. ;-) De veras.

Malena,

La cuestión de que en todo artista hay una cosmovisión tiene su aquel. Tiempo ha que la llevo pensando y creo estar de acuerdo pero hay que decir que el considerar el arte así o asá tiene su falsación, su alejamiento del dogma, y lo tiene si el arte hecho así no funciona, no emociona, no enseña o no muestra algo más. Aunque también, concedo, el resultado experimental de dicha obra para alguien puede contradecir lo vivido por otro. Pasa con, yo qué sé, Ligeti que para mi emociona y para otros no. Aquí, supongo, que sí tendríamos que hablar de dogma porque yo no puedo persuadir a alguien de que fulanito hace arte, a lo más puedo enseñarle cómo descifro yo su obra para alumbrar luego una emoción.

Otro item a reflexionar es si un artista, sobre todo literario, necesita de una metafísica, en el sentido filosófico del término.