Lo mejor que podía decirse del aparcamiento en Gordita Beach es que era irregular. Las normas cambiaban imprevisiblemente de una manzana a otra, a menudo de un sitio al de al lado, concebidas en secreto por diabólicos anarquistas con la intención de encolerizar a los conductores para que un día organizaran una revuelta y asaltaran las oficinas del ayuntamiento.[Vicio propio, Thomas Pynchon]
Igual la obra de Pynchon podría cercarse en torno a la
elaboracción arabesca de historias con objetivo de espantar(consolidar) anegaciones de (cons)paranoia, quiero decir y por situarte, se sabe que la dopamina crea patrones lógicos donde no los hay, esto es y por ejemplo, hay casos de ludopatía en gente que la toma por medicación (ya que es paliativa del Parkinson), pues bien, visto así, ciertas (espontáneas) inundaciones de dopamina podrían ser paliadas con
nomás fontanería cultural, v.gr, saber ponderar la verosimilitud de una historia; y al contrario, a un niño al que se convence de la sincronicidad o se le alaba desde pequeñito su intuición con la gente, en realidad, quedará
vendido a una mala fontanería cognitiva si no desaprende pronto ese elogio naif.
A estas alturas, Edipa reconocía los indicios de aquel jaez del mismo modo que, según se dice, les pasa a los epilépticos: un olor, un color, una penetrante nota musical de adorno que anuncia el ataque. Después sólo se recuerda el síntoma, horrura en realidad, la anunciación profana y nunca lo revelado durante el acceso. Edipa se preguntó si, al final de aquella aventura (en el caso de que tuviera final), se quedaría igualmente con una acumulación de recuerdos relativos a indicios, anunciaciones, insinuaciones, y no con la verdad misma, la verdad fundamental, que en cada ocasión parecía demasiado deslumbrante para que la memoria la retuviese; que parecía estallar siempre y destruir su propio mensaje de modo irreparable, no dejando tras de sí más que un vacío calcinado cuando volvía imponerse la normalidad del mundo cotidiano.[La subasta del lote 49, Thomas Pynchon]
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