Parece claro, no obstante, que existe una paulatina desafección a los argumentos verbales y un mayor acercamiento a las matemáticas al entenderse éstas como una suerte de protolenguaje libre de toda ambiguedad y todo ornamento inútil, en fin, toda una ingenuidad epistemológica que, dicho lo cual, no quita que las mates, efectivamente, funcionen, claro.
Pero a mi ver, y a bote pronto, aventuro que existen un par de entrelazadas razones para justificar dicho éxito, esto es, y primeramente, división de trabajo, y quiero decir, y por pensar en un mundano partido de fútbol como ejemplo simplón pero seguro efectivo, un partido del que se hubiera llegado a decir que Fulanito lo jugó cansado, pongamos; la cuestión ésta entonces, si se mira bien, se puede dilucidar simplemente observando todos los sprints y recorridos realizados por el jugador en el campo y luego, y teniendo a la vez presentes todos sus sprints y recorridos por el cesped hechos en otros partidos; es cuando se podra, ahora sí, certificar s el jugador anduvo más cansado de lo normal o no, o no fue para tanto y todo fue producto de una impresión ilusoria, ahora, este proceder, y recordando juicio no sería ni ambiguo ni subjetivo; resulta menos exigente que el anterior en recursos cognitivos porque establece un proxy (a la postre un lock-in) como el número de metros recorridos (factor no estrictamente causante de cansancio pues aquí también pueden entrar otros elementos distorsionantes como mismamente la velocidad de los sprints, etc) para evaluar de forma precipitada pero útil si, en comparación con otros partidos, el futbolista corrió más o menos. Digamos que la matemática o la estadística de partidos, de uno a uno de todos los partidos, hace el trabajo sucio, de campo, como un soldado, robot automatizado; que permite la producción o manipulación serial de datos en términos de un volumen pues ciertamente muy superior al acometido motu proprio.
Pero a mi ver, y a bote pronto, aventuro que existen un par de entrelazadas razones para justificar dicho éxito, esto es, y primeramente, división de trabajo, y quiero decir, y por pensar en un mundano partido de fútbol como ejemplo simplón pero seguro efectivo, un partido del que se hubiera llegado a decir que Fulanito lo jugó cansado, pongamos; la cuestión ésta entonces, si se mira bien, se puede dilucidar simplemente observando todos los sprints y recorridos realizados por el jugador en el campo y luego, y teniendo a la vez presentes todos sus sprints y recorridos por el cesped hechos en otros partidos; es cuando se podra, ahora sí, certificar s el jugador anduvo más cansado de lo normal o no, o no fue para tanto y todo fue producto de una impresión ilusoria, ahora, este proceder, y recordando juicio no sería ni ambiguo ni subjetivo; resulta menos exigente que el anterior en recursos cognitivos porque establece un proxy (a la postre un lock-in) como el número de metros recorridos (factor no estrictamente causante de cansancio pues aquí también pueden entrar otros elementos distorsionantes como mismamente la velocidad de los sprints, etc) para evaluar de forma precipitada pero útil si, en comparación con otros partidos, el futbolista corrió más o menos. Digamos que la matemática o la estadística de partidos, de uno a uno de todos los partidos, hace el trabajo sucio, de campo, como un soldado, robot automatizado; que permite la producción o manipulación serial de datos en términos de un volumen pues ciertamente muy superior al acometido motu proprio.
En la misma línea, y segundamente, como dicha serialización de percepciones resulta funcionarial entonces puede ser reproducida por otra persona, es decir, como determinar si un jugador anduvo cansado o no, conocer su nivel de cansancio, no supondrá un ejercicio excepcional de analogía metafórica, especulación de tanta creatividad que sólo resulte persuasivo para un par de lectores sagaces, todo lo contrario; cualquiera podrá entonces confrontar los datos y entender el simplísimo mecanismo causal que va de éstos a la conclusión de que, efectivamente, Fulanito (no) estuvo cansado aquel partido, quiero decir, e incluso siguiendo la analogía futbolera, si la existencia de un marcador hace que el juego del fútbol se vuelva un conflicto de resolución garantizada. Habrá un ganador definitivo y absoluto. Dos propiedades infrecuentes en conflictos real. (...) Hay un ganador. El conflicto se ha resuelto, en el caso de aplicar una ligazón con la matemática y los datos, se pretende, y se consigue y bastante bien, algo similar con las disputas retóricas, esto es, el poder decir en un momento dadO algo así como ya no hay más discusión posible porque los datos te acaban de quitar la razón.
5 comentarios:
Las matemáticas no pueden resolver un partido de futbol, pues el lenguaje matemático no ha podido aprehender algo tan complicado como las estrategia de los jugadores, el animo de los mismos y los sueños que los mueven, la compleja mecánica de los cuerpos y de la pelota, la acción de agentes externos, tales como el viento o un flash de un fotógrafo.
Hay que usar lenguajes apropiados a cada tarea, y en el caso del futbol creo que sabemos tan poco que gran parte está en el mundo de los valores y de los gustos. En el lenguaje donde casi lo único que se puede hacer es discutir y negociar.
Juan Manuel Lillo en el prólogo al libro de Oscar Cano, El Modelo de Juego del F. C. Barcelona:
No quiero destripar el libro porque es preferible leerlo y bucear en sus magníficas páginas, pero sí quiero resaltar el acto de rebeldía que supone escribir un libro así. Es un grito de insurrección, un puñetazo encima de la mesa de los dogmáticos, un ya no me callo más, ya hemos tragado mucho en el fútbol sobre el control, los datos, los tests, las mediciones, las cifras para controlar lo incontrolable, mesurar lo inmensurable. Se acabó. La inercia no puede continuar. Vivimos centrifugados por la incertidumbre y la inteligencia reside en saber convivir con esa certeza, no en construir certezas que nos hagan creer que no existe la incertidumbre
Todo lenguaje tiene proposiciones primitivas, inanalizables; la matemática no es excepción (el lenguaje natural podría parecerlo porque salva los primitivos dando un enorme círculo para volver a ellos, lo que por su gran tamaño no llama la atención). Lo mismo puede decirse para toda teoría descriptiva de la realidad: siempre se llega a un punto irreductible por análisis. Es por ello evidente que, en algún momento, debemos aceptar nuestra ignorancia fundamental de las cosas.
Pero la pregunta relevante, creo yo, es dónde vamos a poner ese límite, en qué momento nos vamos a conformar con primitivos. He estado leyendo mucha metafísica contemporanea, últimamente, y lo que me frustra del asunto es que a veces las proposiciones primitivas (que son explícitamente reconocidas como tales) están puestas justamente en aquello que, en primera instancia, queríamos conocer.
Una teoría no puede explicar su objeto fundamental con un primitivo. Debe poner los primitivos en otra parte; de lo contrario, ¿qué conocimiento habríamos ganado con ella?
Por eso para mi, Sierra, para solucionar esa paradoja, digo, la única gordiana solución que se me ocurre es negar la premisa de partida, a saber: que sea posible una teoría descriptiva de la realidad y no más bien una teoría (praxis) prescriptiva de la realidad, vamos, una pura y simple defensa del conocimiento como herramienta instrumental y ya: se trata de entendernos, no de entender (así, en vacío)
Completamente de acuerdo.
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