viernes, 13 de abril de 2012

Inversión cultural (2/2)

¿Practican el sexo las ideas? Algunos pensadores como el optimista racional británico Matt Ridley dicen que sí: toda nueva idea es la combinación de ideas anteriores. Los hermanos Wright mezclaron la tecnología de la bicicleta, los principios que mantienen a los cometas en el aire y el motor de gasolina para inventar el primer avión. Ray Kroc fusionó la cadena de montaje de Henry Ford con la hamburguesa para inventar MacDonalds. Larry Sanger combinó la enciclopedia, con internet y con las ganas que tiene la gente de ser protagonista para inventar Wikipedia. Es lo que los economistas llaman: innovación combinatoria.

[Xavier Sala i Martin en su blog Random Thoughts]

Supongo que la única respuesta convincente que podría incentivar a un economista (o un biólogo, o un físico, o un pintor, o un etc) a que leyera, invirtiera en, otra área ajena a su core business tendría que nacer masticada del hecho empíricamente verificado de que, de hecho, todas las empresas tienden a diversificar sus áreas de inversión en aras de reducir riesgos, esto es, no quieren mantener todos sus huevos en la misma huevera, ahora, si estas promiscuas prácticas no acaban por debilitar el negocio sólo podría deberse a que en el ejercicio de la diversificación se encontraron sinergias, quiero decir, si una empresa, pongamos, de alquiler de maquinaria de construcción puede ampliar su cartera de negocios a, pongamos, un servicio de grúas -consiguiendo así contener su exposición al sector de la construcción, esto es, lograr aumentar la tipología de clientes-; si puede ampliar a ese sector, repito, es porque podría utilizar la flota de camiones grúa que mueve la maquinaria que alquila de una obra a otra, puede reutilizar, digo, para simultáneamente servir a otra clientela de forma que el coste fijo que supone mantener esa flota de camiones lo costea a medias el negocio alquiler y el negocio grúa, y esto, y por cierto, este ahorro de costes, digo, es lo que puede otorgarle ventaja competitiva respecto al resto de empresas de alquiler de maquinaria y al resto de empresas de alquiler de grúas -de hecho, esta sinérgica diversificación es bastante corriente por aquí.

Pues bien, si nos fijamos bien, otro tanto puede suceder, de hecho sucede, con las actividades intelectuales, esto es, pueden quedar compartiendo costes fijos, flotas terminológicas, para así poder ahorrar gastos en memoria y pienso por ejemplo y por escoger un caso al azar, en la permanente retroalimentación, sobre todo en los últimos tiempos, entre la economía institucionalista (“El ser humano es un agente que atiende a incentivos y para ello estructura estrategias interactivas”) y la biología evolucionista o, y termino, el origen del estado y la arquitectura de los sistemas inmunológicos, es más, si el empresario fetén origina su excelencia en la capacidad de encontrar sinergias aún desapercibidas entre dos negocios aparentemente distantes, bien podríamos decir y más en general, que el agente creativo por excelencia es aquel que es capaz de encontrar inesperados parecidos de familia, se quiere decir, es capaz de encontrar una figura gestáltica que agrupe de forma fulmínea, por tanto reduciendo costes memotécnicos e incrementando beneficios explicativos; la mayor silva posible de realidades heterogéneas. (Gould pensaba lo mismo sobre lo característico del genio y le parecía ejemplar en este punto el cómo había quedado transformado el apocalíptico discurso economicista de Malthus, gracias a la genial intuición de Darwin, en una explicación mecanicista del origen de las especies)

La cultura, a mi ver, es el horóscopo resultante de tales figuradas agrupaciones constelares, vamos, no es más que el catálogo de nodos de nuestra economía cultural, una economía de red, claro, y esto implica, recordemos, que cuanto más densas sean las relaciones dentro de la red, mayor es el retorno para todos los participantes ya que las interacciones son cada vez más capital intensivas, esto es, por cada vez que un objeto cultural recibe interacción en otro lugar, el valor de aquel aumenta ya que estamos añadiendo más capital intelectual al universo hipertextual original.

En este punto sería bueno recordar que en una red lo que importa no es tanto la calidad individual de los nodos, el fetichismo idolátrico hacia estos; sino la cantidad de conexiones sinérgicas que se genera entre ellos pero porque es la densidad de relaciones lo que hace que la red sea más sólida y no sus nodos que bien pueden disolverse y luego rehacerse, de hecho, es lógico que esto suceda así, se estructure de este modo la cultura digo, pues, como bien vienen a avisarnos los neurocientíficos actuales, nuestra propia memoria funciona en red (nuestros recuerdos más recordados son aquellos más citados, vamos, como funciona google, esto es, las páginas más relevantes son las más páginas más indexadas), y por la misma, y después de todo, podríamos decir que el canon cultural no es más que la memoria de la humanidad, es decir, lo que merece ser recordado aunque sobre todo, yo recordaría aquí, que el canon es algo que cada vez demanda ser rerecordado, esto es, creativamente recordado; por lo tanto abolido, luego reinventado.

Sea como sea, desde la provinciana perspectiva no se puede ver nada, quiero decir, a la pregunta de por qué un economista (o un biólogo, o un físico, o un pintor, o un etc) debiera leer otra cosa que no sea su área de negocio, la respuesta solo puede ser, y recordando ese adagio de que el árbol no te deja ver el bosque; que no existe el árbol, no existe la economía (la biología, la física, la pintura, la etc.) y solo hay un bosque que merece (y puede) ser recordado -so pena si no de acabar entrando uno en bancarrota (intelectual).

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