Matemáticas ancestrales: una ontología post-correlacionista de lo numérico


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

-- Augusto Monterroso


Resumen


Se argumenta que las estructuras matemáticas poseen eficacia causal sobre lo real independientemente de toda conciencia. Frente a la tesis aristotélica —que reduce los entes matemáticos a abstracciones dependientes de la sustancia sensible— y a su eco kantiano —que las ancla a las formas a priori del sujeto—, se muestra: (i) que la probabilidad subjetiva ramseyana es una magnitud inferida de la conducta pero que, en virtud del Argumento del Libro Holandés, impone a dichas conductas una dinámica convergente regulada por axiomas que ya operan en el mundo; (ii) que el Teorema del Panal (Hales, 1999) constituye un caso empírico de optimalidad geométrica que actúa como filtro evolutivo anterior a toda vida; (iii) que, por tanto, lo numérico no es ni sustancia separada (Platón) ni mero accidente formal de la sustancia (Aristóteles), sino constricción ancestral que precede y condiciona la posibilidad de existencia de los entes reales. Se concluye que la negación de la independencia ontológica de lo matemático implica la negación de la ancestralidad y, por ende, la aceptación implícita del correlacionismo.


1.El correlacionismo aristotélico


Para Aristóteles, «el número» o «la figura» no son οὐσίαι autónomas: existen in re como momentos formales de un compuesto materia-forma y in mente como productos de la αφαίρεσις. La definición de «círculo» es una, pero su pluralidad es siempre pluralidad de instancias en materia. La objeción clásica contra la hipóstasis platónica —¿cuántos círculos sustanciales hay?— pretende mostrar que la multiplicidad de ejemplares rompe la unidad definitoria. Sin embargo, el argumento solo es concluyente si se presupone que la única ontología válida es la de sustancias individuales. Lo que Aristóteles descarta es la posibilidad de que lo numérico sea causa sin ser sustancia. Con ello inaugura, de forma temprana, la «maldición del correlacionismo»: la estructura del mundo es inseparable del acto de inteligirla.



2. Ramsey: medida y sanción


Frank P. Ramsey inverte la dirección explicativa. Partiendo de la observación de elecciones bajo incertidumbre, infere el grado de creencia que las sustenta. La clave es la coherencia dinámica: si las creencias no obedecen los axiomas de Kolmogorov, existe una cartera de apuestas (Dutch Book) que garantiza pérdida segura. La corrección no proviene de una norma lógica interna al sujeto, sino de la sanción externa que impone el despliegue posterior de los eventos. Por tanto, la probabilidad no describe meramente un estado psíquico: prescribe la única distribución de creencias que no es aniquilada por el mundo. En este sentido, la estructura probabilística es ancestral: actuaba ya como filtro de viabilidad antes de que hubiera agentes que la «representaran».


3.El Teorema del Panal: optimalidad sin sujeto


La Honeycomb Conjecture, demostrada por T. C. Hales (1999), establece que el patrón hexagonal minimiza el perímetro total para un área dada. Las abejas que construyeron panales cuadrangulares u octogonales incurrieron en un Dutch Book evolutivo: mayor gasto de cera, menor robustez estructural y desventaja adaptativa. La selección natural no «descubrió» la optimalidad: eliminó las variantes que la infringían. El hexágono, por tanto, no es forma inscrita en la materia por una physis inteligente, sino constricción geométrica que precede a toda materialización biológica. Negar su anterioridad es negar que hubiera un mundo antes de la conciencia, es decir, negar la ancestralidad en el sentido de Meillassoux.


4. ¿Ontología del número sin sustancia?


Ni sustancia separada (platónica) ni accidente formal (aristotélica), lo numérico se nos da como patrón de selección. Su modo de ser es ejercerse: no está, pero fuerza. La existencia de un ente x está condicionada a que x satisfaga ciertas desigualdades (energéticas, probabilísticas, geométricas) que ya operan en el régimen físico. La noción de «sustancia» resulta así inadecuada para captar la eficacia de lo matemático: la categoría ontológica requerida es la de constricción ancestral.


Esta ontología de la constricción no implica un dualismo. Antes bien, sugiere un monismo de la determinación formal: lo que llamamos 'físico' es el dominio de lo realizado, y lo que llamamos 'matemático' es el régimen de lo constrictivo. Ambos son aspectos de una misma trama de determinabilidad. En este sentido, se abre la vía a un monismo matemático no sustancialista: el universo no es un objeto matemático, sino el despliegue de una textura constrictiva que es, en última instancia, matemática en su constitución misma.



4.1. La objeción materialista-cultural: Las matemáticas como praxis, no como arquitectura

Sin embargo, una tradición filosófica robusta —heredera del materialismo dialéctico y crítico con toda hipóstasis de lo formal— objetará que esta ontología de la «constricción ancestral» incurre en una reificación ilegítima de lo matemático. Desde esta perspectiva, encarnada de modo ejemplar en la obra de Gustavo Bueno (1990, 2000), las estructuras matemáticas no son «descubiertas» en un mundo ideal ni operan como filtros anteriores a la praxis humana; son, por el contrario, construcciones conceptuales depuradas, resultado de un proceso histórico de idealización a partir de operaciones materiales (contar, medir, dividir, comparar).

La objeción se articula en dos movimientos:

1. Crítica a la hipóstasis: Lo que llamamos «teorema del panal» o «axiomas de probabilidad» no son entidades con eficacia causal, sino modelos retrospectivos que formalizan regularidades empíricas. La abeja no «obedece» a Hales; Hales describe —con herramientas matemáticas culturalmente desarrolladas— un patrón emergente de la interacción entre la química de la cera, la tensión superficial y la presión evolutiva. La optimalidad no es una causa formal actuante, sino una descripción formalizada a posteriori.

2. El círculo material de las matemáticas: Toda formalización matemática, por abstracta que sea, depende de «materiales» previos: lenguajes, símbolos, instrumentos de cálculo, problemas concretos surgidos de la técnica o la física. Las matemáticas son, en palabras de Bueno, un sistema de construcciones, no una región del ser. Su aplicabilidad no prueba una ontología prehumana, sino la flexibilidad de un sistema de modelización que, surgido de la experiencia, puede ser proyectado sobre ella con éxito.

En esta visión, la aparente «ancestralidad» de lo matemático es una ilusión retrospectiva: proyectamos nuestras construcciones formales —perfectas, necesarias— sobre un pasado que carecía de ellas, y confundimos la elegancia del modelo con la eficacia de una supuesta estructura eterna. El verdadero motor causal sigue siendo la materia en sus interacciones físico-químicas y biológicas; lo matemático es su traducción a un código formal, no su arquitectura invisible.

Si esta objeción es correcta, nuestra tesis central se derrumba: lo matemático no sería «ancestral», sino posterior y parasitario de la conciencia que lo construye. El correlacionismo —aunque ahora disfrazado de materialismo— habría vencido: no hay matemáticas sin matemáticos.


Sin embargo, esta objeción adolece de un defecto fatal: presupone que lo matemático es esencialmente «parafraseable» —que puede traducirse sin pérdida a un relato de procesos materiales y praxis históricas—. Lo que no puede digerir es que el núcleo de las matemáticas aplicables a lo real sea impredicativo.  

Frente a la reducción materialista que pretende ver en las matemáticas un epifenómeno de la praxis humana —una mera "paráfrasis" formal de procesos físico-químicos más profundos— se alza un obstáculo lógico que no es contingentemente histórico, sino constitutivo: la impredicatividad. Quien intente "des-realizar" lo matemático tropezará, tarde o temprano, con la roca de las totalidades autorreferentes, de los conjuntos que se definen a sí mismos y de los espacios de posibilidad que engloban sus propios elementos. Este no es un artificio de la escolástica, sino la médula de teoremas como el del panal (Hales, 1999), que opera sobre el conjunto de todas las particiones posibles del plano.

La prueba más elevada de esta inevitabilidad nos la brinda el proyecto fracasado de Solomon Feferman. Su programa predicativista —el intento más riguroso y honesto de construir una matemática "segura" desde abajo, purgada de los infinitos actuales y las definiciones impredicativas— demostró, en su propio naufragio, que la matemática aplicable a lo real es irreductiblemente impredicativa en su núcleo. Para recuperar el análisis clásico (el del cálculo variacional que subyace a la optimalidad natural), Feferman tuvo que reintroducir, bajo ropajes técnicos, esquemas que de facto simulaban la impredicatividad que quería abolir. Su sistema más depurado se volvió tan complejo que la distinción entre lo "constructivo aceptable" y lo "platónico excesivo" se difuminó en una cuestión de grado, no de principio.

He aquí la lección ontológica: Feferman no refutó el platonismo, demostró su inevitabilidad operativa. Lo que él intentó domesticar no era un vicio del pensamiento, sino la firma formal de una constricción real. Pretender describir la optimalidad del panal con un lenguaje predicativo debilitado es mutilarla: convertir un problema global —definido sobre una totalidad no acotada— en una colección de casos locales, perdiendo precisamente su fuerza normativa y selectiva. La evolución no fue filtrada por una serie de reglas locales, sino por un espacio de posibilidades cuya estructura es, en esencia, impredicativa.

Por tanto, la disyuntiva no es entre platonismo sustancialista y materialismo cultural, sino entre:


  1. Aceptar que lo real está tejido con constricciones de carácter impredicativo que nuestras matemáticas traducen con fidelidad creciente, o
  2. Refugiarse en una paráfrasis empobrecida que, como el programa de Feferman, estará condenada a reeditar —enmascarada— la complejidad que intentaba abolir.

Quien objete esto desde un materialismo que ignore la impredicatividad no está haciendo filosofía de la matemática; está haciendo psicología del conocimiento matemático. Confunde la génesis histórica de los conceptos con la eficacia ancestral de las estructuras que esos conceptos, a duras penas, logran capturar. Feferman lo intentó. Y su fracaso es la prueba lógica de que el hueso del mundo es impredicativo. Este hueso es la constricción ancestral misma en su estado más puro: una norma de coherencia para lo posible que precede y condiciona toda realización material. El resto, que haga lo mismo o calle.




5. Consecuencias


  1. Anti-correlacionismo: la estructura matemática no requiere ser pensada para ser eficaz.


b) Realismo normativo: las leyes probabilísticas y geométricas prescriben configuraciones viables.


c) Empirismo trascendental: la confrontación con lo real (Dutch Book, selección natural) es el único tribunal que converte una «creencia» en «verdad» sin apelar a sujeto trascendental.


Conclusión

Aristóteles, al subordinar lo numérico a la sustancia sensible y al acto de abstracción, instaura la primera versión de la maldición correlacionista. Ramsey y el hexágono del panal demuestran que lo matemático sanciona la existencia de los cuerpos antes, durante y después de que una conciencia los piense. Admitir esta eficacia ancestral es admitir que la razón puede alinearse con estructuras que la anteceden y que, en caso de disonancia, el mundo liquida al sujeto antes de que el sujeto pueda liquidar al mundo.



6. Diálogo con las objeciones previsibles: hacia un realismo de las constricciones



A. Objeciones desde la Filosofía de la Ciencia / Metafísica

1. La objeción de la "Sobredeterminación Causal":

  • "Lo que tú llamas 'eficacia causal de lo matemático' es solo una descripción elegante de eficacias físico-materiales ya completas. La selección natural 've' gasto energético, no teoremas. El Dutch Book 've' pérdidas monetarias, no axiomas de probabilidad. Estás añadiendo una causa innecesaria (la navaja de Occam corta a favor del materialismo).


  • Mi respuesta: La objeción presupone una ontología causal localista, donde la eficacia se agota en interacciones físico-materiales discretas. Desde esta visión, atribuir eficacia a lo matemático sería una duplicación ociosa. Sin embargo, esta postura ignora la condición matemática de inteligibilidad de toda eficacia estable: para que una serie de resultados empíricos constituya una eficacia reconocible —y no mero ruido contingente— debe converger hacia una distribución meta-estable (gaussiana, fractal, en suma, de ley de potencias). Es decir, debe "encolarse" en una estructura matemática que permita regularizar lo singular y hacerlo predecible en una predictibildad (sea pareto, sea ley de Zipf, etc). Lo matemático, por tanto, no es una "causa añadida", sino la forma de la repetibilidad de lo causal. Es la estructura que permite que las eficacias físicas no sean una suma divergente de singularidades, sino una serie convergente hacia unos patrones. La objeción "eficalista", al rechazar esta dimensión, se condena a no poder explicar por qué el mundo no es pura contingencia radical: si la causalidad fuera solo local, sin estructura matemática que la encolara, ni siquiera podría hablarse de "eficacia", solo de caos ininteligible.


2. La objeción del "Realismo Estructural sin Realismo Ontológico" (van Fraassen):

  • "Las matemáticas son un instrumento de representación salvadoramente empírico, no una descripción de la estructura del mundo. Que el modelo hexagonal 'salve los fenómenos' del panal no implica que la estructura sea real; solo que es un modelo efectivo. Tu argumento confunde adecuación empírica con verdad ontológica."


  • Mi respuesta: El empirismo constructivo sostiene que la aceptación de una teoría no requiere creer en la verdad de sus postulados no observables, sino solo en su adecuación empírica (su capacidad para "salvar los fenómenos"). Desde esta posición, nuestras constricciones matemáticas (el teorema del panal, la coherencia probabilística) serían solo instrumentos predictivos útiles, sin estatuto ontológico real.
  • Esta objeción, sin embargo, pasa por alto que la mera adecuación empírica es un criterio demasiado laxo para distinguir entre ciencia sólida y "piratería intelectual". Una correlación espuria (como la entre piratería somalí y el cambio climático) puede mostrar una notable adecuación empírica durante un período, incluso un alto porcentaje de "acierto" predictivo. Sin embargo, ningún científico la tomaría en serio, porque carece de un mecanismo verosímil y consiliente con el cuerpo del conocimiento establecido.
  • Precisamente, lo que otorga a nuestras constricciones matemáticas su fuerza no es solo que "salven" los fenómenos del panal o de la coherencia de apuestas, sino que lo hacen postulando mecanismos (optimalidad geométrica, coherencia lógica) que son:
  • Consistentes con principios matemáticos universales.
  • Consilientes con otras áreas de la ciencia (física de materiales, teoría de la decisión, biología evolutiva).
  • Verosímiles en su capacidad para generar meta-estabilidad (el "encolamiento" en distribuciones predecibles).
  • El teorema de Hales no es aceptado porque simplemente "encaje" con la forma de los panales, sino porque proporciona el mecanismo generativo (minimización del perímetro) que explica por qué esa forma, y no otra, emerge de las dinámicas físico-biológicas. Ese mecanismo es en sí mismo una estructura matemática con poder explicativo real, no un mero instrumento de ahorro cognitivo. Por tanto, la objeción empirista se desvanece al reconocer que la ciencia no selecciona teorías por adecuación empírica a secas, sino por adecuación empírica conectada a mecanismos estructurales creíbles. Nuestras constricciones matemáticas ancestrales pasan ese filtro de manera ejemplar: no solo "funcionan", sino que revelan los patrones formales a los que cualquier mecanismo físico viable debe ajustarse. Su realidad no es inferida de su éxito pragmático, sino de su integración consiliente en la trama de explicaciones científicas que, en conjunto, postulan un mundo estructurado matemáticamente.


3. La objeción de la "Geometría Aproximada" (Física vs. Matemática Ideal):

  • "Los panales reales no son hexágonos perfectos, son variantes estadísticas. Estás aplicando un teorema de geometría euclidiana ideal a un fenómeno físico aproximado. La 'constricción' es una idealización posterior, no un operador causal real."


  • Mi respuesta: Esta objeción comete una confusión categorial: confunde la precisión de nuestra representación con la precisión de la constricción real. Es cierto que ningún instrumento humano puede trazar un cuadrado perfecto, y que nuestras definiciones lingüísticas son inherentemente "holgadas" —subdeterminan lo empírico—. Pero es justamente esa holgura la que presupone una precisión en lo real que la resiste y la orienta. Si lo real fuera igual de vago que nuestras representaciones, el reconocimiento de regularidades (como la hexagonalidad del panal) sería imposible: las variaciones serían puro ruido disperso, una "fuerza centrífuga" adversa a cualquier centralización.
  • El panal no es un hexágono euclidiano, pero su desviación estadística se agrupa alrededor del óptimo geométrico con una varianza acotada. Esa acotación —que la distribución no sea arbitraria, sino que se "encole" en torno a un valor— es la huella material de la constricción. La geometría euclidiana no describe la realización imperfecta sino describe el atractor hacia el cual converge la realización material bajo presión selectiva. La imperfección es ruido térmico e histórico. La convergencia es señal estructural.
  • En otras palabras: la aproximación empírica no refuta la idealización matemática, sino que la presupone. Sin un óptimo definido con precisión matemática, no habría un hacia qué aproximarse; las desviaciones serían meras fluctuaciones caóticas, no una distribución acotada en torno a un atractor. La "holgura" de lo real —sus imperfecciones y variaciones— solo cobra sentido como desviación de algo, y ese algo es la constricción ancestral. Su modo de ser es el de una fuerza centrípeta operante: un operador de selección en este mundo que filtra las morfologías viables. Las que sobreviven son precisamente aquellas que se aproximan lo suficiente a la norma matemática, revelando así que dicha norma actúa como el polo de atracción que da sentido —y límite— a nuestra experiencia de lo familiar.


B. Objeciones desde la Filosofía de la Mente / Epistemología

4. La objeción del "Correlacionismo Débil" (Quine o Lakatoš):

  • "Nuestras mejores teorías científicas —que incluyen teoremas matemáticos— son el 'tejido' con el que enfrentamos la experiencia. No tiene sentido preguntar por su verdad 'ancestral', porque la noción misma de 'ancestralidad' es una construcción de ese mismo tejido. Estás usando la matemática para saltar fuera de la matemática, lo cual es circular."


  • Mi respuesta: Se objeta que nuestras "constricciones ancestrales" son meras construcciones dentro del "tejido" de nuestras mejores teorías, y que carece de sentido preguntar por su verdad fuera de él, dada la infradeterminación y la inescrutabilidad de la referencia.
  • Esta postura, sin embargo, se autodestruye por auto-inmunización inconsistente. Para afirmar que todas las creencias son revisables empíricamente, debe presuponer que habrá experiencia (un devenir, un flujo de datos) que permita tal revisión. Esa presuposición —equivalente al axioma de probabilidad P(Ω)=1, que asigna probabilidad 1 al espacio muestral— no es ella misma revisable de manera coherente. Si se intentara refutarla demostrando que vivimos en un universo sin devenir (SinAX), esa misma tesis se convertiría en una verdad inmune a la experiencia, pues en un universo sin devenir no puede haber nueva evidencia empírica. Quine se vería así forzado a aceptar que, o bien el devenir existe como condición analítica de posibilidad de toda revisión, o bien su negación se erige como verdad necesaria. En ambos casos, hay al menos una estructura (lógica, probabilística) que no es revisable, sino que es el suelo trascendental que hace inteligible la noción misma de "revisión".
  • Por tanto, el correlacionismo débil no evade el realismo de las constricciones; lo encubre mientras se apoya subrepticiamente en él. Su "tejido" de teorías solo puede funcionar si hay regularidades meta-estables ("encolamientos") que permitan que la experiencia sea algo más que ruido caótico. Esas regularidades —precisamente las constricciones ancestrales que ejemplifican el Dutch Book y el Teorema del Panal— no son opciones teóricas, sino condiciones de inteligibilidad sin las cuales ni siquiera tendríamos "tejido" alguno que discutir. Negarlas es incurrir en una contradicción performativa: se usan para negar lo que las hace posibles.


5. La objeción del "Pensamiento Lateral" (Wittgenstein / Pragmatismo):

  • "Las 'constricciones' que describes son reglas de juegos de lenguaje que hemos inventado (el juego de la probabilidad, el juego de la geometría). La abeja no juega a esos juegos. Su 'éxito' es interpretado por nosotros bajo esas reglas, pero no hay ninguna razón independiente para pensar que el mundo 'juega' según nuestras reglas."


  • Mi respuesta: Esta objeción ignora que la normatividad de cualquier juego de lenguaje —la distinción entre seguir una regla o meramente tener la impresión de hacerlo— exige un anclaje más allá de la práctica cerrada de una comunidad. Para ilustrar este punto, considérese el siguiente experimento mental:
  • Imaginemos al último Aedo, el superviviente de una civilización extinta, que habla una lengua ya sin interlocutores. ¿Sería su lenguaje privado en sentido wittgensteiniano? No, porque su gramática, aunque no sea compartida, conserva una estructura reactivable en principio: cualquier inteligencia suficientemente isomorfa —capaz de detectar regularidades, inferir reglas y correlacionar signos con acciones observables— podría, en contacto con los mismos restos materiales y ambientales que el Aedo, reconstruir el juego de lenguaje. Su lenguaje no es una burbuja fenoménica; es un sistema de signos anclado en regularidades del mundo que son conmensurables funcionalmente más allá de su propia subjetividad.
  • Extendamos ahora este razonamiento. Si el sentido humano dependiera por completo de una "esfera fenomenal cerrada" —si nuestras reglas fueran válidas solo dentro del círculo de nuestra forma de vida, sin posible corrección por nada exterior—, entonces estaríamos ante un lenguaje privado a escala colectiva: una comunidad cuyas reglas no pudieran, en principio, ser validadas por algo que no fuera ella misma. La lógica de Wittgenstein nos arrincona entonces en una disyuntiva ineludible: o bien las reglas se anclan en regularidades que trascienden lo humano (y el correlacionismo se quiebra), o bien no hay reglas en absoluto (y el discurso humano se disuelve en un solipsismo de especie).
  • Nuestras constricciones matemáticas escapan a esta disyuntiva porque encarnan precisamente ese punto de apoyo no-antropocéntrico. El Dutch Book no es una convención humana; es la manifestación de que la incoherencia probabilística conduce a una sanción material independiente de nuestra interpretación. El teorema del panal no es una proyección; es la materialización de un óptimo geométrico que actúa como filtro selectivo previo a toda conciencia. Su normatividad no es intra-humana, sino ecológica: emana de la confrontación entre estructuras formales y un mundo que sanciona lo inviable.
  • Por tanto, la objeción pragmatista se desvanece. Los únicos "juegos de lenguaje" que sobreviven —los que no conducen a la bancarrota lógica o material— son aquellos cuyas reglas pueden, como las del último Aedo, ser reactivables por cualquier inteligencia isomorfa, porque reflejan una arquitectura de lo real que precede a toda interpretación. Asumamos, pues, que hay juegos: pero unos dan la victoria y otros llevan a la bancarrota. La victoria no es un consenso humano; es la alineación con las reglas del juego mayor —el de la viabilidad en un mundo que no es una proyección de nuestra mente, sino su condición de posibilidad.


C. Objeciones desde la Lógica / Matemáticas

6. La objeción del "Salto Indebido de Modalidad" (de lo epistémico a lo ontológico):

  • "El Dutch Book muestra que la incoherencia es irracional (epistémico), no que sea imposible (ontológico). Un agente puede ser incoherente y sobrevivir por pura suerte. La selección natural puede producir panales subóptimos si no hay competencia. Estás convirtiendo normas de racionalidad en leyes naturales."


  • Mi respuesta: Se objeta que estamos cometiendo un salto indebido al convertir normas de racionalidad en leyes naturales.
  • Esta objeción, sin embargo, descansa en una metafísica del azar ontológico que se autodestruye. Pues el verdadero salto indebido lo comete quien cree que la modalidad es proyectiva, porque esa creencia conduce a la disolución de la razón. Si nuestra perspectiva (nuestra posición como agentes que juzgan "necesidad" y "posibilidad") fuera verdaderamente contingente y azarosa —si fuéramos una "muestra aleatoria" en un espacio de observadores posibles—, entonces nuestra propia capacidad de razonar coherentemente sería un milagro estadístico. Como demuestran paradojas como la del Día del Juicio Final, tratar la identidad epistémica como contingente conduce a inferencias auto-socavantes: nos obligaría a considerar como virtualmente imposible la misma cadena causal que sabemos, con certeza, nos produjo.
  • El verdadero Principio de Copérnico no es probabilístico, sino causal-estructural: no somos especiales en el sentido de que las mismas constricciones que nos formaron operan en todas partes. El Dutch Book y el teorema del panal no son proyecciones de una mente local, antes bien, son manifestaciones de estructuras que cualquier agente, en cualquier lugar, encontraría como condiciones de viabilidad. Su "necesidad" no es una sombra de nuestra psicología, sino la forma de la invariabilidad causal: lo que debe ser el caso para que algo persista bajo ciertas condiciones.
  • Por tanto, el salto no es indebido, sino inevitable para cualquier realismo coherente. Negarlo sería abrazar un correlacionismo probabilístico que, al final, se muerde la cola: si todo es contingente, incluso las reglas que usamos para juzgar la contingencia lo son, y el discurso racional se disuelve. Nuestra alternativa es clara: o aceptamos que la modalidad que descubrimos (la necesidad ecológica, la coherencia lógica) es una característica real del mundo que nos contiene, o nos condenamos a un solipsismo probabilístico donde ni siquiera esta discusión tendría sentido.



D. Objeción Meta-filosófica

7. La objeción del "Mito de lo Dado Matemático" (Sellars / Brandom):

  • "Tu 'constricción ancestral' es el nuevo mito de lo dado. Crees haber encontrado un hecho bruto (lo matemático) que impone normas desde fuera de la práctica social del dar y pedir razones. Pero la 'optimalidad' y la 'coherencia' solo tienen sentido dentro de una práctica de justificación. Estás reificando normas."


  • Mi respuesta nuclear: No. Lo que hago es mostrar que hay un régimen de dar y pedir razones anterior a la razón. La selección natural 'pide' razones en forma de eficiencia energética; el Dutch Book 'pide' razones en forma de coherencia de apuestas. Son prácticas de justificación cegadas, impersonales, que operan sobre cuerpos y conductas antes de que exista un logos para articularlas. Mi 'dado' no es un hecho, es una norma realizada materialmente. No es un mito: es la prehistoria de todo mito.
  • Además, cualquier intento de negar la validez de estas normas —incluido el escepticismo correlacionista— se auto-aniquila performativamente. Para afirmar cualquier tesis (por ejemplo, "no hay estructuras matemáticas ancestrales"), el interlocutor debe situarse en el espacio de la racionalidad, apelar a razones y, por tanto, presuponer el Principio de Razón Suficiente (PRS) como norma que rige su propia práctica. Negar el PRS es incurrir en una contradicción performativa: el acto mismo de dar una razón para negarlo lo presupone.
  • El correlacionista, al negar lo ancestral, pretende escapar de la racionalidad hacia un "afuera" que, sin embargo, sigue estando gobernado por las mismas constricciones que desea negar. Su discurso puede dudar de la matemática, pero su existencia material —y la de su comunidad discursiva— depende de obedecer sus normas (evitar la incoherencia probabilística, optimizar recursos). Lo dado no es un hecho bruto, sino la condición de inteligibilidad de todo hecho: sin constricciones matemáticas que "encolen" lo real, ni siquiera habría regularidades sobre las que construir prácticas de justificación. El mito no es nuestro dado; el mito es creer que podemos hablar de razones sin presuponer el suelo matemático que las hace posibles.



7. Conclusión: El giro ancestral y el fin de la clausura correlacionista

Este trabajo ha propuesto una  ontología de la constricción ancestral. Lo matemático es un operador de selección que actúa sobre lo real con anterioridad a toda subjetividad.


A través del Argumento del Libro Holandés y del Teorema del Panal, hemos visto cómo estructuras probabilísticas y geométricas no describen, sino que prescriben configuraciones viables. Su eficacia no es representacional, sino ecológica: se ejercen como filtros que eliminan lo incoherente y lo ineficiente, “encolando” lo real en distribuciones meta-estables sin las cuales ni siquiera habría regularidades inteligibles. La impredicatividad, lejos de ser un artefacto de nuestro lenguaje, se revela como el campo de sentido de lo real —una estructura gravitatoria que resiste toda domesticación inmanentista, como demostró el fracaso necesario de Feferman.


Las objeciones previsibles —desde el materialismo cultural hasta el empirismo constructivo, desde el pragmatismo hasta el correlacionismo débil— comparten un error común: confunden la holgura de nuestro acceso epistémico con una supuesta indeterminación ontológica. Pero la holgura misma presupone una precisión que la acota; la variedad de juegos lingüísticos posibles oculta el hecho de que solo unos pocos conducen a la victoria, mientras que los demás llevan a la bancarrota material o lógica. El mundo no es un correlato de la conciencia; es un campo de fuerzas constrictivas donde las matemáticas operan como la gramática de la supervivencia.


Queda así desactivada la “maldición correlacionista” inaugurada por Aristóteles. La filosofía futura no puede seguir anclada en la clausura de la conciencia; debe atreverse a pensar lo anterior a todo pensamiento, no como un misterio, sino como la trama matemática que hace posible que haya algo —y no nada— que pensar. La tarea no es conjurar un mundo, sino enredarse con las constricciones que lo hacen posible.  

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