miércoles, 26 de agosto de 2009

Conflicto de visiones

Tengo un perro de presa. Siempre lo llevo atado pero otros, la gran mayoría de los otros, no comparten esa manía, llevan a sus mascotas sueltas, unas mascotas que, sin excepción, comparten el carácter pendenciero, no el letal, huelga decirlo, de mi perro.

Cuando se acerca alguien, con uno de ellos, suelo conseguir, sin decirle nada, que lo ate, le basta ver lo que tiene delante para concluir que es una temeridad no actuar de otro modo; no obstante, el sentido común no está tan arraigado, ni disperso, como ingenuamente creemos, como necesitamos creer, y existen personas que, desconocedoras de los ineludibles instintos territoriales de sus mascotas, no se creen que, y luego se sorprenden porque, sus perros ataquen a otros, al mío para más señas. Cuando preveo que la indiferencia va a ser la respuesta a mi presencia, suelo avisar, no siempre exitosamente, por lo que entonces, sólo me queda rodear, incluso cambiar de acera, para evitar un peligroso choque que sé inminente, de no mediar acción alguna.

Esta actitud, por cobarde, molesta a mis familiares quienes consideran que yo tengo derecho a seguir por mi acera, que los otros se preocupen de proteger a su animal, que, en última instancia, dicen, si tengo al perro atado y el otro no, la ley me ampara.

A mi esta actitud me sorprende, por un par de razones, bastante relacionadas además.

La primera es la ingenuidad, la ingenuidad con que se asume que el otro va a ser capaz de, dada una situación en continuo incremento de la tensión, reaccionar de forma sensata. Ha habido muchas ocasiones en las que la gente se ha sorprendido de las reacciones de una mascota que consideraban siempre obediente a sus órdenes y que por alguna ignota razón éstas se ven obviadas en aras de sus impulsos.

La segunda razón que me sorprende, y que no tiene su encarnación exclusiva en hechos como el que describo, es el ver cualquier lucha de intereses en términos de legitimidades.

Ciertamente, cuando de interacciones sociales se trata, nuestras voluntades pueden colisionar, de hecho colisionan, para evitarlo, se han creado una serie de burbujas con las que proteger la nuestra, una serie de burbujas de varias capas, las cuales cuanto más superficiales más fáciles de infringir y esas capas son, en su núcleo, los derechos legales, por encima los preceptos morales, aún más encima las normas de cortesía, que los insociables maleducados confunden estúpidamente con supersticiones sociales pero, a pesar de todo, existen situaciones en las que no es posible encontrar protección alguna para nuestro interés, voy más lejos, existen situaciones en los que puede resultar más peligroso blandir determinada capa, a modo de protección, que cederla.

Concreto lo que quiero decir y vuelvo a la historieta de mi perro. Tal vez la cortesía me ampare para seguir mi camino cuando voy con él y me encuentro un congénere suyo, lo cortés es que, si yo tengo que atar un perro por incapaz de no ser pacífico, otro tanto se haga con las mascotas igual de belicosas; tal vez, la moral también me ampare, está bien que si no he hecho nada entonces no me esconda; tal vez incluso, la ley me proteja, al fin y al cabo, tengo a mi animal en regla; pero dichas protecciones no nacen a razón de mantener un inviolable orden cósmico, por el contrario, sólo buscan reducir el número de conflictos sociales por lo que si una sensata evaluación de coste/beneficio, en donde no sólo puntúe como beneficio mi interés sino el del otro, me obliga a escoger una determinada actitud, dicha elección me parece ineludible y nada indignante.

En balde, con mis familiares, en este y similares temas, con amigos, con conocidos, me he fijado que, cuando les veo blandir una actitud legitimista en las evaluaciones morales, de lo que se debe o no se debe hacer, cualquier juicio pragmatista que viole su perspectiva legalista preocupada de lo que es moral, legal, cortés; les parece, aún a pesar de su sensatez, una solución humillante pues pareciera que dicha actitud les robase la dignidad que suponen deviene exclusivamente del ejercicio de sus derechos.

Piensa ahora en el tema de la autodeterminación de un pueblo, en el tema de la huelga de un servicio público, en otros temas que tú mismo puedes dar en imaginar. En mi cínica opinión, detrás de las visiones legitimistas, que son aquellas preocupadas de encontrar qué es a lo que se tiene derecho hacer, en una determinada situación, y no, qué es lo más sensato realizar con el fin de reducir el número de conflictos estériles, lo que se encuentra es, ni más ni menos, lo diré, la semilla del fanatismo.

7 comentarios:

Sierra dijo...

Haré el primerísimo comentario de este Libro de arena para complacerlo: me encanta la forma de este post. ¿Ve, cómo no pasa ignorado su esfuerzo, diríamos, retórico? Últimamente estudio a Wittgenstein: si uno quitara los ejemplos de las Investigaciones filosóficas, se dice, uno se quedaría sin nada. Es una argumentación que pasa a través de los ejemplos. Como este post (incluso ese "tú", en el último párrafo, me ha recordado a Witti). Me encanta hasta la primera línea, eso de "tengo un perro de presa" como un verdadero statement.

Por cierto, ya que ha renunciado a El libro de la almohada, ¿puedo quedarme con el título? Me parecía muy bueno.

("irophoph" debería ser una palabra si no lo es. Su blog es ingenioso).

BGF dijo...

Teniendo en cuenta que en el mundo, entre esa masa de gente más o menos razonable y racional, hay locos, es mucho mejor pensar pragmáticamente que en términos de legitimidad, cuando hay un peligro físico, cuando no se discute sobre la legitimidad de objetos o acciones lejanas o abstractas.

Según la visión de tus familiares y amigos, cuando un peatón se topa con un paso de cebra, ha de cruzarlo sin más: es su derecho, según las reglas viales. Sin embargo, a mí me parece más seguro para mí -que soy el peatón, que soy la parte débil en el potencial conflicto con el coche-, mirar, remirar e incluso esperar a que pase de largo ese coche que parece que va bastante rápido.
Cuando ocurre el accidente, de nada sirve alegar "fue el coche el que se saltó el paso de cebra". Él será castigado, pero tú ya lo has sido por haber confiado demasiado en la buena conducta del otro.
Y con el tema de los perros, que también me ha ocurrido (sólo que mi perra es siempre la parte débil por su raza), lo mismo.

Hugo dijo...

¡Ay, la moral, no hay nada más entretenido que hablar de moral con los familiares! :P

Hace muy poco mi hermano se encontró unas gafas de sol jugando al pádel. Admite su error, y quiero creer que es de las personas más sensatas que conozco, pero debido a la situación (los que estaban con él también querían quedárselas) optó por llevárselas y no dejarlas en recepción, como hubiera sido lo correcto. Lo mejor de todo es el argumento que me dió uno de los que jugaban con él: "Para que se las quede el de recepción que se las quede él [mi hermano]" jaja. La verdad es que era para reírse.

Por otro lado, tengo un labrador de 7 años y él también "es siempre la parte débil" jeje. Cambiamos de acera para que no le zurren. Nunca vi a un perro huyendo de otro perro como lo hace el mío. Todo un espectáculo de carreras por las calles :D

Un saludo.

Anónimo dijo...

Antes que nada, felicidades por el prometido regreso y los cambios.

Sobre la contraposición pragmatismo-legitimidad, nada que objetar mientras esa visión pragmática no sea entendida también "fanáticamente"; porque ante una evaluación coste-beneficio que pondere intereses propios y ajenos, la mayoría tenderemos a barrer hacia la propia casa en cuanto entren en conflicto -a diferencia del protagonista, real o no, de la parábola. Ahí es donde el pragmatismo necesita asentarse sobre una legitimidad previa (y las otras "burbujas" que señalas como complemento para evitar conflictos).

Poco más. Ah, sí, el manido recurso del derecho a la autodeterminación de los pueblos desde un punto de vista moral tropieza con varios problemas conceptuales, entre ellos el de decidir qué demonios es un pueblo, la solución más recurrente al enigma soliendo ser el señalar a sus enemigos. Y como rara vez las naciones nacen por medio de inmaculadas concepciones, y sí de sangrientos tira-y-aflojas del más puro pragmatismo, sin que haya realmente normas de validez universal a las que remitirse, el elemento legitimidad me parece ausente en la realidad, por mucho que a él quiera apelarse.

Saludos.

El Perpetrador dijo...

Enhorabuena también de mi parte por el giro o el ensanchamiento del blog y, sobre todo, por el regreso en la forma que fuera.

De este post me quedo con la idea muy común entre la gente de que la actitud pragmatista roba "la dignidad que suponen deviene exclusivamente del ejercicio de sus derechos". En mi opinión la dignidad está en muchas otras partes antes que en el ejercicio de derechos, por ejemplo, en su renuncia. Aunque no sería superfluo intentar definir "dignidad"; daría que hablar.

Severian dijo...

¿Y por qué habría que evitarse siempre el conflicto? Quiero decir, no hay nada malo en el conflicto en sí, incluso cuando no parece llevar a ninguna parte, si los participantes tienen claras las razones para mantenerlo. Estéril es solamente un conflicto donde las partes olvidaron el por qué de su discusión.

La razón es que incluso una discusión estancada que fue originada en argumentos de legitimidad, es útil cuando evita que la violación de la legitimidad se repita, y que se originen otras peleas (ejemplo: la posición intransigente con la dictadura hondureña, evita que las derechas del resto de Latinoamérica se tienten de volver al pasado, incluso si la situación en Honduras se estanca).

Estoy de acuerdo con poner el pragmatismo por encima del principismo. Pero sucede que muchas veces el principismo es bien pragmático, como a veces lo es el generar un conflicto por cuestiones de principio.

Héctor Meda dijo...

Hola a todos, siento el retraso en la respuesta. Voy. Por cierto, perdonadme -¿o agradecedme?- la brevedad

Sierra,

Gracias por las palamaditas en la espalda XDD y sí, puedes quedarte el título que es muy bueno, ¿verdad?

Berti,

En los casos de tráfico sucede otro tanto. Cuántas veces le habré dicho a mi padre cuando conducía que sí, que el de la derecha tiene que cederle el paso pero ¡por Dios! ¡frena que nos estrellamos!

Hugo,

Apuntas a otro hecho a tener en cuenta que muchas veces nuestros inamovibles principios enmascaran, coartan o se olvidan por nuestro interés propio

Lautréamont,

Ciertamente el pragmatismo, es más, toda virtuosidad puede degenerarse, en ese sentido, más que definir detallísticamente un plan de choque que puede ser (mal)comprendido pero prefiero hablar de la actitud que deben poseer quienes van a entrar en conflicto pues si hay pragmatismo, es decir, el deseo de obviar en la medida de lo posible el conflicto y no ceñirse a unos etéreos principios entonces es más factible aunque no seguro el evitar un conflicto

El Perpetrador,

De acuerdo en todo y especialmente en lo difícil que resulta definir la palabra "dignidad", no pensemos en un hombre apaleado sino, por ejemplo, en una mujer promiscua y ya veremos el uso moralista que tiene esa palabra.

Por cierto, bien visto lo de la renuncia del derecho, eso me recuerda a una frase manida, se la oído a tantas personas, que viene a decir que uno por su hijo mataría y se dice eso como si fuera realmente meritorio. A mi me parece verdadera prueba de amor el morir por alguien, apretar un gatillo no tiene dificultad a falta de entrañas

Severian,

Es cierto que no siempre hay que evitar el conflicto pero la cuestión es que si ha de haberlo que sea por cuestiones pragmáticas.

Dicho en ejemplo que creo que ilustrador: si la comunidad donde yo vivo, País Vasco, quiere independizarse del resto de España y por tanto iniciar un conflicto, quiero que dicho conflicto se haga por cuestiones que me afectan a mi como ciudadano, por cuestiones que luego del conflicto quedarán resueltas para beneficio de cada ciudadano pero si se quiere hacer por cuadrar hacer uso de unos principios, el derecho de autodeterminación, sin importar los perjuicios que ello acarrea entonces se está en una posición inatacable que no permite el acercamiento, acercamiento que sólo suele ser posible cuando alguna de las partes cede.

No obstante, lo dicho en el post es demasiado genérico y por tanto no se pretende normativo, simplemente plantea una heurística de combate.

Saludos a todos y gracias por comentar