Una característica definitoria de las afirmaciones religiosas es que sus errores son demasiado grandes para ser llamados simplemente errores. Siendo incalculables disparates, uno es movido a pensar si no pueden tener su propia clase de significado. Si yo dijera (22)+(22)=(45), un observador respondería, "Está en un error". Pero si yo dijera (22)+(22)=(3.000.000), el observador pensaría o bien que estoy loco, o bien que empleo un sistema de significados que no ha entendido.
Lectures and Conversations on Aesthetics, Psychology and Religious Belief, Ludwig Wittgenstein (vía)
Supón que un creyente dijera: 'Creo en el Juicio Final', y yo contestase: 'Bueno, no estoy seguro. Puede ser'. Dirías que hay un enorme abismo entre nosotros. Pero si él dijera: 'Te está sobrevolando un avión alemán', y yo contestase: 'Posiblemente. No estoy seguro', dirías que estamos bastante próximos.
No es una cuestión de estar más o menos próximo a su parecer, sino en un plano completamente distinto, que podrías expresar diciendo: 'Tú te refieres a algo por completo distinto, Wittgenstein'.
No es una cuestión de estar más o menos próximo a su parecer, sino en un plano completamente distinto, que podrías expresar diciendo: 'Tú te refieres a algo por completo distinto, Wittgenstein'.
Lectures and Conversations on Aesthetics, Psychology and Religious Belief, Ludwig Wittgenstein (vía)
16 comentarios:
¡Justamente le estaba echando una re-ojeada a ese librito hoy!, aunque no tropecé con ese par de citas. Hay más sobre el mismo tema en la Conferencia sobre ética.
La verdad es que yo no tengo el libro...las citas vienen del blog que linko...y mira que se ve interesante el libro, ¿eh? Desde luego está en mi lista de futuribles
Tengo una edición barata que sacaron en los quioscos de la calle, la encontré por casualidad y me habrá costado un par de euros. Es de una editorial bien dudosa llamada Folio.
En cualquier caso, son apuntes de sus estudiantes, no algo de la pluma de Wittgenstein. Quizás pueda encontrarla en internet de forma gratuita, y su extensión permite leerla en ese formato. Sospecho que el idioma original es inglés.
Mucho mejores son las "Observaciones sobre cultura", cuyo título varía según la traducción. Esas las tengo en Austral, pésima editorial para este tipo de cosas, pero es lo que hay. Si no ha leído esas, son de lo más interesante, mucho más profundas que los apuntes de estas clases, que tienen aún mucho del primer Wittgenstein. Por cierto, aquella famosa idea sobre que tomar una pastilla que causara el mismo efecto que un cuadro no reemplazaría al cuadro es de las lecciones de estética. Es curioso pensar que, en su momento, me dio mucho que pensar ese punto, hoy lo considero de una simplicidad casi trivial.
Hombre, gracias por las advertencias bibliográficas, siempre se agradecen y más con las obras filosóficas que a veces dejan mucho que desear, y es que estoy desandito ya de comprarme algún día el libro ese donde salía el tema de las pastillas y su relación con el arte, ¡y ojo!, que aún años ha desde que la leí y la sigo teniendo como visión motriz y es que no he encontrado paradigma que mejor ayude a evitar el dilema de emociones contra razones ni a explicar por qué el arte no es una versión pálida de la realidad ni una visión simplificada de la realidad sino algo que incide justamente en las estructuras semióticas con las que inteligimos el mundo y justamente por eso se entiende que alguien pueda escuchar a Wagner y ser un completo nazi pero porque el arte no es una pastilla medicinal aunque, si bien, uno lo pueda digerir como tal.
Bueno, che, pues he estado escribiendo harto sobre el tema; no sé si ha revisado mis notas, pero las Nº77, 73, 71, 68, 64 y 56 van de un ataque a la noción de la emoción como fundamento de la apreciación artística. (Es probable que me deje alguna sin mencionar, pero aún no me he puesto al empeño de ordenarlas por tema).
En cualquier caso, para mí es el paradigma heideggeriano el que ha vuelto obsoleto el tema de la "pastilla artística". No es que Wittgenstein se equivocara, es que se queda corto. En cualquier caso, el Wittgenstein en cuestión es el intermedio, las IF y las mencionadas Observaciones sobre cultura aún me aportan mucho.
No sé si le he entendido bien y malentiendo entonces que ha malentendido a Wittgenstein pero éste, por si acaso lo aclaro, se muestra justamente contrario a ver como una simple pastilla o estupefaciente al objeto artístico, pero sí, sí, voy leyendo sus notas, no obstante, no sé muy bien qué aporta Heidegger a la estética ya me perdonara, pero a priori me imagino que éste se preocupara de explicar antes a Hodërlin que a Musil y un servidor, y seguro que ud. también, prefiere comenzar primero por entender cabalmente al "mundano" novelista y luego ya, si eso, averiguar cómo hace el Ser para desvelarse o escribir su propia historia o lo que sea, y vamos, para eso sigo prefiriendo el anglosajón enfoque wittgensteniano, o bueno, a día de hoy, sería mejor decir el wittgensteniano enfoque anglosajón, de cualquier modo, ud. debe fijarse en lo que decía Joyce a propósito de cuando le preguntaban por qué leía a Vico y no al más contemporáneo de Freud: porque aquel, y no éste, estimula mi imaginación, respondía
No, no, si a Wittgenstein lo he entendido bien, y le doy toda la razón con el cuento de la pastilla; es solo que me parece muy insuficiente o corto.
Por lo demás, el problema con Heidegger es justamente que habla en heideggeriano, lo que lleva a muchos de sus seguidores a farfullar en la misma jerga ininteligible. Afortunadamente, he contado con un profesor contrario a esta tendencia: a Heidegger hay que traducirlo, y no solo del alemán, sino del heideggeriano al lenguaje que entiende cualquier cristiano. No es una labor sencilla, y no cabe duda de que es imposible realizarla por completo; pero se pueden hacer avances significativos.
Dicho esto, Heidegger es a mi juicio, el único que ha sabido penetrar en el arte con herramientas satisfactorias nada menos que desde la Poética de Aristóteles (cabría añadir a Nietzsche, pero habría que entrar a hacer consideraciones especiales). Loa a Gadammer, que lo sigue, y que aporta sobre el tema del arte más de lo que logró toda la ciencia estética, incluyendo a Kant y a Hegel.
Heidegger ve en Hölderlin la consagración y el epítome de todo lo que busca; cierto que yo aún no. Mi sensibilidad para la lírica sigue siendo muy poca, y mi corazón se quedará con la novela —después de una dura prueba de fe—. Pero eso no quita que los pensamientos de Heidegger tengan eclusiva aplicación en la lírica, eso ni de lejos. Precisamente, lo que lo distingue es que da una teoría del arte y no de la estética ni de una estética particular. Con todas las dificultades que conlleva, Heidegger me parece fundamental en esta materia. Las herramientas de la escuela anglosajona, en cambio, me producen la impresión de un neandertal intentando dividir el átomo con hachas de piedra.
Le dejo una recomendación. Me lo encontré ayer en youtube por pura casualidad, es un autor tan desconocido que ni siquiera tiene página en wikipedia, hágase la idea. Sin embargo, este agnus dei me pareció maravilloso, seguramente me dará la razón.
http://www.youtube.com/watch?v=5Pchy90pOX8&feature=channel_video_title
No dudo que la simplicidad sintáctica de los anglosajones les conmina a cerrar este asunto del arte con demasiada ligereza, no solo eso, si ya de por sí la ciencia les ha quitado practicamente todo nicho epistemológico, darle un poco a prácticas como las literarias; les cuesta y mucho, ahora, no he aprendido más en mi vida sobre música, mejor dicho, o más aclarado, no he salido disfrutando más de la música que después de leer algún libro sobre cognición musical (por ejemplo: "El instinto musical" que cité por agosto del 2011) y esto pero porque, y supongo, en vez de construir discursos de arriba-a-abajo, estos libros conectan con aquello visceral, eminentemente humano, que emerge en nuestras experiencias estéticas y en ese sentido, en ese camino, es donde yo creo que debe hacerse una estética, esto es, algo así como comparar nuestras interacciones mundanas -con sus análisis psicologistas e historias varias- con esa literatura de lapiz y papel que ya no es de oído pero que sigue siendo natural y por tanto en absoluto un reino aparte, y esa heurística, y termino, solo la veo posible de asimilar para la sensibilidad anglosajona, no obstante, a propósito de Heidegger, un resumen rápido y precipitado, pero resumen después de todo, sería de agradecer.
p.d: Gracias por el link aunque no me suele gustar la música sacra... ésta sí ha sido una grata sorpresa
Un caso de esa mundanización de la literatura la intenté de forma abocetada en mi post sobre "memoria literaria" donde trataba de comenzar un pensamiento teniendo por todo equipaje simbólico la idea de que los personajes literarios entendida como constelación de atributos psicológicas (o las historias entendidas como conjunción constelar hechos con direccionalidad moral) no son sino estructuras disponibles cultura mediante, para hacer posible el memorizar a las personas (y vivencias) y no verlas de forma caótica e incierta.
Bueno, no es poca cosa la que me pide, resumir a Heidegger, pero le haré el intento a ver si se convence un poco de su valor. Desde luego, no hablaré tanto de Heidegger como de mi interpretación del asunto, lo que tendrá que perdonar.
Lo primero, y más importante, probablemente es entender la visión de 'esencia de verdad' de H., que no es tanto verdad lógica como aletheia, en el sentido original que tiene en griego. Esto es: des-velar, quitar el velo de la realidad. Puede entenderse burdamente con el mito de la caverna de Platón. La verdad, por tanto, no es algo que se deduce, sino que se descubre, encuentra, ve. La importancia del arte escriba en que solo en él, y mucho más que en filosofía, se desvela la verdad. Así pues, de ningún modo puede atribuirse al arte la función principal de "emocionar", si se tiene en cuenta su mucho más importante función "epistémica" (lo que debe ir aquí entre comillas, no cabe duda).
Ahora bien, aunque Heidegger no es explícito en este punto, es mi interpretación que el arte, más que solo mostrar algo que ya estaba ahí con anterioridad, se inventa la verdad. Me gusta explicarlo con mi propio mito de la caverna:
Imagine usted a los primerísimos hombres, aglomerados al interior de una caverna y dominados por una sola idea: el terror a la oscuridad que dominaba y cubría por completo el mundo. No hay que entender la oscuridad en sentido solo metafórico; estamos hablando de la muy real posibilidad de tropezar en el bosque cuando está a oscuras y morirse en un ridículo accidente, de las cosas extrañas que se movían por ella llenas de amenaza; de lo extraño que es todo otro ser humano, no poder controlar sus acciones (como los niños creen poder hacer), de lo incomprensible que es la muerte... En suma: del caos del mundo. Y aquí 'caos' quiere decir ininteligibilidad. Ese mundo era ininteligible. Para ponerlo en términos Wittgenstenianos, cada cosa del mundo era una palabra sin un uso.
Como única tabla salvífica aparece entonces el arte. La posibilidad de dar sentido, demiúrgicamente, a las penas humanas mediante el canto y la narración.
Esta explicación tiene el defecto de tener tintes historicistas. Pero piense en el papel que cumple un Proust para hacer inteligible su época; cómo, al leerlo, entendemos por primera vez la naturaleza humana que antes nos parecía caótica y sin sentido.
Esto lo pone H. de manera mucho más profunda, pero harto más complicada, como la relación entre la 'tierra' y el 'mundo'. La tierra vendría a ser esa materia "cerrada", ininteligible, sobre la que habitan los hombres; el mundo es lo que se construye sobre esa tierra, podría describirse como una cultura y la casi infinita serie de interrelaciones que la constituyen. Las grandes obras de arte son puntos neurálgicos de ese mundo-cultura y, así, guardan la llave para entenderla.
Pero debe entenderse el modo en que las obras de arte, al mismo tiempo, desvelan la verdad de esa cultura e, innegablemente, la construyen.
Un defecto en la exposición de H., creo, es la relativa falta de ejemplos. El más extenso es un análisis de un cuadro de Van Gogh en que aparecen un par de zapatillas de campesina. H. hace ver que, en ellas, se reconoce no tanto una 'imitación' servil de dos zapatos, sino que se captura y muestra un modo de vida (recurriendo de nuevo a la terminología w.iana).
Insistamos en esa terminología que nos es familiar a los dos: cada obra de arte es un juego de lenguaje en que se muestra y hace inteligible el modo de vida de una cultura y un tiempo determinados. Es, por cierto, un documento histórico, pero mucho más que eso: en la gran obra de arte se hace, por fin, humano el universo inhumano.
Soy de la opinión de que, de aquí, no puede sino entenderse un papel sagrado del arte.
Puede entenderse, pues, que la visión semiótica, o lo que sea, de la filosofía anglosajona me parezca pobre. En cualquier caso, me parece que tenga el valor que tenga, no acierta a dar en el clavo, en lo que es realmente importante acerca de la experiencia artística.
Interesante, sí, interesante, y es que a mi me parece digno de leer y escuchar el Heidegger que se amalagama con el segundo Wittgenstein a la manera en que lo defiende Rorty:
http://www.heideggeriana.com.ar/comentarios/wittgenstein_heidegger.htm
Pero la idea de que, por ejemplo, Hamlet (o cualquier otro gran personaje literario o más en general una obra literaria o más en general incluso una obra artística) es una forma de vida se puede decir sin tanto inflacionario compromiso neologista, es más, eso mismo defendí en mi lectura habermesiana del príncipe danés y es que, como recién dije hará unos post, a mi me disgusta Harold Bloom cuando dice que Freud aprendió de Shakespeare la psicología humana cuando aquel inventó un horóscopo de conceptos (el yo, el super-yo, el ello, etc.) para reconocer como constelación unificada a los atributos psicológicos de una persona mientras que éste, como literato, yo diría: como escéptico de la lengua; busca que ese reconocimiento constelar no sea en base a recurrir a una cerrada plantilla de figuras conceptuales sino como cuando aprendemos a utilizar un lenguaje de pequeños y aquí aparece la metáfora de Wittgenstein para los juegos de lenguaje: la madre señala a su peque un objeto y lo nombra y el niño, como quien palmea a oscuras, va tanteando qué palabras (o emociones) se asocian a qué objetos (o hechos); y así, poco a poco, se nos levanta un escenario (o un personaje) como quien se va calando con una lluvia ligera y sin darse cuenta de repente se ve mojado, sin ir más lejos, pienso que contra esa idea del personaje decimonónico como conjunción funcionarial de atributos, de persona para cuyo desciframiento bastara una plantilla de huecos o términos psicológicos a rellenar; aparece el personaje joyceano de Bloom, alguien, de quien paradójicamente se nos apabulla con información (trivial o no) y sin embargo será sólo en su quehacer diario como poco a poco se nos va deslizando su personalidad y no en su, digamos, indiscreción biográfica, definición narrativa.
Claro: si hubiese que criticarle algo a Heidegger sin duda sería su propensión a hablar en heideggeriano, no cabe duda. Lo que no sería un defecto si, de vez en cuando, se explicara en términos más simples, pero...
Pero debe tenerse en cuenta que, a veces, por querer simplificar una visión de las cosas, se la destruye por completo. Heidegger decía que para hacer filosofía hay que "escuchar" a las palabras, saber percibir lo que estas sugieren y a dónde quieren llevarnos. En este sentido, debo reconocer abiertamente que mi resumen de más arriba es a Heidegger lo que una pasta de microondas es a un pato a la naranja: ambos tienen contenido protéico, pero al compararlos no puede caber duda de que la palabra 'comida' se usa en sentidos muy diversos cuando se habla de cada una.
Sería como pedirle a Hamlet que se expresara en prosa: ya no sería Hamlet.
Creo que es necesario "traducir" a Heidegger, pero no con el fin de poder dejar de leerlo, sino precisamente para adentrarse en la riqueza de su lenguaje con los ojos más abiertos.
Por lo demás, también soy de la opinión de que Heidegger puede juntarse perfectamente con el segundo Wittgenstein. Pretendo escribir sobre ello, así que gracias por el link.
(Tenga en cuenta cómo se ha modificado su propia prosa para acomodar las ideas que quiere plasmar. Tengo que hacerle una crítica, amigo mío: se me está haciendo cada vez más difícil leerlo y sacar algo en limpio).
La comparación de Heidegger con Hamlet me parece pertinente porque en aquel hay un fetichismo del lenguaje y en éste un escepticismo que le obliga a esa expresión proteiforme según a quien tenga de oyente, y es que yo sigo pensando que si cada corriente filosófica tienes sus defectos y la anglosajona, ciertamente, no se libra de este apotegma; en el caso de la filosofía continental lo que hay subyaciendo es una vanidosa creencia sobre el poder expresivo del escritor.
Pero por cierto, sentiría mucho si mi solispsista escritura acabara por diverger de lectores como ud. y más cuando trato de temas estéticos: afortunadamente siempre nos quedarán como remedio, o propuesta de acercamiento al menos, los comentarios del blog
Sí, le doy la razón sobre el defecto de la filosofía continental: vanidad. El de la anglosajona, en mi opinión, es la trivialidad de los problemas que enfrenta. He leído una cantidad no despreciable de textos de esta escuela, sin embargo, no guardo recuerdo memorable de ninguno.
Estoy leyendo el artículo que me linkeó. Interesante, aunque por ahora estoy en desacuerdo con la interpretación de Heidegger. Que un filósofo tan "pragmático" como Gadammer surgiera de las ideas del segundo Heidegger debiera bastar como prueba de que el misticismo heideggeriano es solo formal. No sé, me parece que hay una mala compresión detrás de esta idea.
Y descuide, soy lector demasiado leal como para desaparecer por completo, aunque me perdonará si a veces me salto alguna entrada que otra de sintaxis demasiado pesada.
El caso del último Heidegger son cuestiones estilístico-estéticos (el lenguaje rapsódico, las preferencias deliberadamente oscuras y nacionalistas en lo que se refiera a poetas) lo que me aleja de él y me deja a la espera de leerlo de segunda mano y mira, tal vez Gadamer igual me valga ahora que me lo defiende
En cuanto a la filosofía analítica es simétricamente su complejo de hermana tonta de la ciencia, como si viviera de los restos que ésta le deja y que por tanto no hay hueco para más gorrones del conocimiento tal que el arte; lo que me irrita pero, en su defensa diré que, como con las mujeres, , si tengo que elegir, prefiero antes a una acomplejada que a una creída y de ahí que un Quine se moleste en dar ejemplos para resultar más persuasivo, mendigar aquiesciencia, mientras que un Derrida o, como ud. dice un Heidegger, ni por asomo se molestarían en perpetrar tamañas estrategias de seducción, y en ese sentido, es más deseable un escritor que no pretende o presupone un lector acólito, bueno, también es esto generalizar, quiero decir, voy a concretar, en el caso concreto del acomplejado de Russell quien cree que como filósofo solo tiene que facilitar lo descubierto por la ciencia y sabido por el sentido común, frente a un narcisista Derrida cuyas divagaciones estilísticas son tan teatrales que hasta gustan de puro extravaganes, ciertamente, prefiero al francés aunque luego de la resaca no me quede asimilada ninguna memorable nueva idea.
Y termino con mi ya crónico problema con la sintáxis tiene que ver mucho con la dificultad que me supone la ductibilidad sintáctica del castellano, en menor medida, la huida hacia adelante con y de mis ideas, y en mucha menor medida pero relevante, el aburrimiento que me supone meter en las galeradas a mis textos, no obstante, quiero insistir en mi idea de la memorabilidad en lo sucesivo porque creo que ésta es una heurística no excesivamente complicada y sí harto fértil: cómo recordamos de oídas a las personas, cómo las escribimos en papel, esto es, cómo vivimos en sociedad, cómo escribimos literatura.
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