Escrito a cuatro manos con DeepSeek: Cornisas en el Vacío, la maraña en la que estamos hechos a reacción
Platón ensayó el primer gran régimen filosófico del cosmos: unificó el flujo heraclíteano —herencia del drama homérico— con el esquema numérico pitagórico mediante una maniobra metafísica audaz.
Tras su (proclamada) 'segunda navegación', postuló un dominio de formas inmutables desde el cual lo sensible 'participaba', como si el caos requiriera un préstamo de eternidad para volverse inteligible. Así explicaba por qué el devenir no es un mero torrente sin orillas, sino un afluir con remolinos de orden y cantos por donde hacer pie.
Empero, su solución era un artefacto lingüístico disfrazado de ontología: el 'categorismo' (o numerismo) pretendió ser el lecho firme bajo el fluir sensible, una Montaña de Ideas que explicara por contraste la implosión de lo sensible como cornisa de sedimentación corrupta, vale decir, sin sostén.
La segunda pata de su sistema —la periodicidad de los patrones, el Eterno Retorno como garante de un Presente estable— no era más que otra proyección de nuestro anhelo predictivo. Había nacido la ilusión de las 'leyes naturales' como pendularidad metafísica de la que hoy la simplejidad es su última utópica formulación.
Aristóteles lo reventó todo con la aporía del tercer hombre, pero su 'ousía' fue una solución igualmente mitológica pues, como señaló incluso Bertrand Russell, la sustancia aristotélica es un perchero para colgar atributos, una ficción gramatical elevada a principio ontológico: sujeto predicado verbo...y el problema del tercer hombre re-emerge entonces:
Si el 'color naranja' varía entre un perro (infra-naranja), una persona (naranja) y una mariposa (supra-naranja), ¿qué 'sustantividad' compartida justifica el término común a tredias y cuál es la que da a esa sustancia su revelarse en infra-naranja, naranja, supra naranja en contacto con un perro, persona, mariposa?
En verdad, la distinción yo/mundo es otro corte arbitrario en la trama continua de estímulos y respuestas. No hay abismo, sólo gradientes en la telaraña de experiencias que nos hospeda la vivencia carnal de lo real.
El llamado naturalismo no puede descansar en patas metafísicas —pues toda "fundamentación" es ya una ilusión trascendental—, sino tal vez en hábitos metodológicos que la ciencia misma ha ido depurando. Así:
- Cuantificación sin reduccionismo:
- Aceptamos que todo es cuantificable no porque el mundo "esté hecho de números" (platonismo residual), sino porque la regimentación en variables lógicas es nuestro mejor recurso para predecir, para manipular . Pero incluso el "número" es un artefacto lingüístico revisable: la ontología se decide en uso, no por decreto ("To be is to be the value of a variable").
- Regularidades sin necesidad:
- Los patrones NO son esencias del mundo (CompreNsión es compresión), sino generalizaciones inductivas que sobreviven por su agencialidad donada . Hasta las "leyes de la naturaleza" podrían ser revocadas si la red global de creencias así lo exigiera (holismo).
- Fenómenos sin fenomenología:
- El yo NO es un espectador privilegiado (contra el teatro cartesiano y las cornisas sobre disparos neuronales), sino una experiencia de contacto texturado según una emulsión de estímulos y vivencias. Lo "dado" es ya egoico: hasta la percepción está cargada de teoría.
Pero ni siquiera debiéramos hablar de "tres patas" del naturalismo, sino tres ilusiones provisionales que usaremos hasta que el mar las arrastre. Todo esquema es una temporal zona de perturbación de panorámica truncada dentro del holismo radical:
- Cuantitativismo como ficción regimentadora:
- Decir que "todo es reducible a números" es un mito útil, como creer que el barco tiene un arrastre sólido. Pero incluso los números son hábitos lingüísticos que colapsan en fetichismo ante preguntas eternizantes como: "¿Cuántas precisas horas para dormir son suficientes?".
- <<¿Cuántas horas para dormir mínimo como algo suficiente?>> Depende qué perturbe tus ensoñaciones: los Hadza duermen en un entorno cuyo sueño puede gravitar con otro paso y peso y lograr la misma carga de resultados. Hay estudios que así lo avalan. ¿Por qué debiera haber un carga horaria igual para todos, para todo momento, fuera de todo fluir del devenir?
- Regularismo como sedimento frágil:
- Los "patrones" son cornisas de hielo sobre el vacío: se sostienen hasta que una nueva carga empírica los quiebra. "¿Aguanta nuestra teoría?" Sí, hasta que de una empiria voluminosa se hace cargo y todo en consecuencia se reconfigure ("Las revoluciones científicas son cambios de ontología").
- <<¿7 horas de sueño regular es suficiente?>> Igual si te pasó por encima un mal día arrastrarte por la cama durante siete horas te levanta todavía caído en el abismo: la cornisa de 7 horas no fue suficiente sedimento para levantar el paso de aquella carga temporal.
- Fenomenismo como emulsión sin sujeto:
- El "yo" distinguido del "sí mismo" y "mundo" es un ergativo efecto secundario de nuestro habla de sujeto verbo predicado, en puridad, nuestra experiencia egoica tiene su textura constituyente en el don emulsionante del lenguaje y su praxis con la carne.
- . <<¿7 horas de sueño me han debido bastar?>> . Nada más levantarme, las tripas se me revuelven y el corazón comienza a galopar sólo de pensar lo que en tan poco tiempo y en tan angosto espacio de hoy y aquí debo comenzar a embarcar.
Abordemos, pues, el Desmontaje Definitivo. El naturalismo es el último mito de Occidente: la creencia de que podemos convivir en un barco sin preguntarnos por el agua que lo rodea.
¿Pero de qué está hecho ese mar que nos sustenta?
¿Damos por irrespondible dicha pregunta ya improducente desde su misma formulación como hace Wittgenstein? ¿O espiralizamos toda nuestra existencia sobre ese interrogar como hace Heidegger convirtiendo la carne viva de este granito de arena en perlas de pensamiento? Alcanzaremos entonces una obra que nos pone al borde de una contradicción performativa, quiero decir, nos insta a preguntar por el Ser sin caer en lo óntico de una manera tal ordenada que es como pedirnos conjurar un Silencio a Viva Voz: basta entender el significado de cada uno de los términos implicados para comprender que su operación conjugada no es una acto todavía no emprendido sino simplemente inabordable de salida.
¿Pero entonces, ¡por dios!, de qué está hecho esa realidad que nos sustenta?
Vayamos al caso.
Considera Kuhn que los paradigmas científicos se sostienen sobre cornisas de hielo que a veces se derrumban al peso de la evidencia. Más tarde otra acumulación de saberes vendrá a sedimentar de manera sustentante otro paso nuestro por la realidad. Pero lo que distingue y se entreteje una u otra matriz disciplinaria es inconmensurable --recordemos llegó a decir-- y no sucederá que el antiguo paradigma tuviera aleros de nieve y el nuevo se sustenta de manera más precisa a algo real.
De acuerdo, ¿pero cómo es que una teoría científica es una estructura autoportante? ¿Y qué lo posibilita?
Feyerabend dice que <<todo vale>> pero eso nos llevaría a una equivalencia inverosímil entre la amnesia anterógrada (Memento (2000)) y el pensar metódico, o sea, el paso a paso...¿pero sobre qué?
Antes de sumergirnos en la tensa pregunta por el Ser de las cosas, miremos a ver si debemos hacer pie a simple vista o bien nuestras acechanzas a lo real bascula al vaivén de un automatismo muscular invidente.
La ciencia, en su tejido de creencias, no es más que un campo de fuerzas bajo tensión, donde los estímulos periféricos se traducen en enunciados teóricos y conductuales resonantes con toda la red de determinaciones holísticas.
No hay una demarcación nítida entre mito y conocimiento, entre la alucinación bicameral y el dato empírico, pues toda observación está cargada de ergoticidad y teoría, y toda palabrería y conducta es una textura cognitiva y ergonómica emulsionada de manera evolutiva con la entretejida experiencia histórica de una comunidad.
Los paradigmas kuhnianos funcionan como mitologías locales: sistemas de creencias que distribuyen su peso sobre el conjunto del campo conceptual, ajustándose a los estímulos pero sin estar nunca totalmente determinados por ellos. Cuando las anomalías se acumulan, no es que el paradigma se rebaje a "falso", sino que la economía interna del sistema exige una reacomodación radical—una revolución que redistribuye la masa ontológica de los términos teóricos, como cuando el éter dejó de ser una sustancia y se convirtió en un fantasma semántico o como cuando la pregunta por el flogisto empezó a ser una conducta abandonada.
La "memoria muscular" es lo que dota de toda cualidad sustentante a nuestras prácticas, las cuales, por lo tanto, no se erigirán sobre la creación ex nihilio del libre albedrío, quien, por la fuerza de su necesario acomodo, abrimos un abismo entre el yo y el mundo.
La "memoria muscular", repitamos, no es sino el hábito conductual inculcado por el condicionamiento operante de la práctica de experiencias y saberes: los gestos del laboratorio, las fórmulas repetidas, los rituales de medición, no seré exhaustivo; todos ellos ritos emulsionados que traen presencia a lo que llamamos "evidencia" y vida a lo que tomamos como "experiencia".
Por retomar la metáfora de Otto Neurath:
<<Somos marineros condenados a reparar nuestra nave en aguas abiertas, sin privilegios epistemológicos, ni tablas de observación inmunes a la revisión, ni por supuesto quillas analíticas indestructibles.
Cada plancha del casco —desde las percepciones más crudas hasta los postulados de la lógica más exquisita— está expuesta al oleaje de la experiencia y a la carnalidad de la existencia.
Y cuando una vía de agua amenaza el conjunto, no hay más remedio que ajustar incluso las cuadernas que creíamos eternas, pues hasta la mismísima 'identidad' es una mutable emulsión en la red de nuestra textural experiencia.>>
La Carne en la que estamos hechos, consecuentemente, no es más que el reconocimiento de que el ego y saber hacer a conciencia es un sueño lúcido, un sistema de creencias y vivencias que se autosostiene mientras mantenga coherencia interna y utilidad predictiva, vale decir: nos dote de agenciamiento, y que no tiene más fundamento ineludible que nuestra memoria muscular y falta de albedrío porque no hay un fundamento último, apenas eso sí, grados de ajuste a la experiencia y demandas pragmáticas de una Comunidad Humana, uña y carne, que es toda nuestro mar y navegación.
<<Zhuangzi soñó que era una mariposa, revoloteando alegremente de un lado a otro. Al despertar, no sabía si era él quien había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Zhuangzi.>>
--Segundo capítulo del Libro de Zhuangzi, titulado "Sobre la Igualdad de las Cosas--
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