66. Considera, por ejemplo, los procesos que llamamos "juegos". (...). ¿Qué hay común a todos ellos? (...) Pues si los miras no verás por cierto algo sea común a todos, sino que verás semejanzas, parentescos y por cierto toda una serie de ellos.
(...)
Y el resultado de este examen reza así: Vemos una complicada red de parecidos que se superponen y entrecruzan.
67. No puedo caracterizar mejor esos parecidos que con la expresión "parecidos de familia"; pues así es como se superponen y entrecruzan los diversos parecidos que se dan entre los miembros de una misma familia.
Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas
Somos critaturas construidas a partir del caos y que habitamos en un mundo fractal. Si esto no cambia el modo de ver nuestro lugar en el universo, me gustaría saber qué podría hacerlo.
(...)
La ciencia tradicional ve las regularidades de la naturaleza reflejos directos de las leyes regulares. Esa visión ya no es sostenible. Ni lo es la visión de que el universo descansa en único sistema de reglas fundamental, y todo lo que tenemos que hacer es encontrarlo. En su lugar hay, y debe haber reglas, en cada nivel de descripción. En alguna medida nosotros mismo escogemos los tipos de descripción en los que aparecen las reglas, porque nuestros cerebros no pueden tratar la complejidad en bruto. Cada ser humano programa su cerebro, y sus órganos sensoriales, para extraer rasgos significativos de su entorno en el curso de su desarrollo, especialmente durante la infancia. Existen reglas simples porque la simplicidad emerge de interacciones complejas en niveles de descripción más bajos.
El universo es una pluralidad de reglas que se solapan.
El matemático Ian Stewart en su libro ¿Juega Dios a los Dados?
He registrado las arbitrariedades de Wilkins, del desconocido (o apócrifo) enciclopedista chino y del Instituto Bibliográfico de Bruselas; notoriamente no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural.
La razón es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo.
"El mundo -escribe David Hume- es tal vez el bosquejo rudimentario de algún dios infantil, que lo abandonó a medio hacer, avergonzado de su ejecución deficiente; es obra de un dios subalterno, de quien los dioses superiores se burlan; es la confusa producción de una divinidad decrépita y jubilada, que ya se ha muerto" (Dialogues Concerning Natural Religion, V. 1779).
Cabe ir más lejos; cabe sospechar que no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra. Si lo hay, falta conjeturar su propósito; falta conjeturar las palabras, las definiciones, las etimologías, las sinonimias, del secreto diccionario de Dios.
Jorge Luis Borges en El idioma analítico de John Wilkins
2 comentarios:
"Conjeturar las etimologías del diccionario de Dios", qué extraordinario. Al leer tu texto (o lo que armaste con otros textos ajenos), pensaba en términos de mi gremio: en cómo, por ejemplo, se pasó de tratar de hacer traductores automatizados de lenguas naturales usando diccionarios, a los acercamientos estadísticos que hay hoy, donde una palabra se traduce por contexto, utilizando constantes realimentaciones de traducciones ya hechas para que el autómata "aprenda". No hay una regla de traducción: hay una red inmensa de familiaridades, de "casi", de "parecido", esas palabras tan difíciles para las computadoras y para los científicos.
Hay un pequeño libro de Eco, Decir casi lo mismo, en donde precisamente habla del tema de la traducción con una erudición y una lucidez que (como siempre en sus ensayos) acaba por hacer reverberar una reflexión, en principio provinciana, en torno a otros temas como incluso la epistemología.
De hecho, básicamente la tésis del libro es que la traducción es un proceso de negociación y creo que esa es la idea que he intentado transmitir sobre nuestra imagen del mundo, esto es, que sería una serie no homogenea, ni homogeinizable de traducciones.
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